A menos de 200 días para las elecciones municipales ya casi todas las cartas están sobre la mesa, pero pocas certezas se atisban en unos comicios abiertos por la incapacidad de los socialistas para fortalecer su posición tras acceder al gobierno local en 2019. Entonces se barruntaba un largo mandato de Inés Rey, que accedía con la promesa de un diálogo que jamás llegó, hasta el punto de que sus aliados de la Marea llegaron a asegurar que la alcaldesa gobernaba en “minoría absolutista”.
En ese escenario todo se mantiene abierto y el uno por uno de las diferentes fuerzas políticas que aspiran a estar en María Pita hasta 2027 arroja un carrusel de incertidumbres:
PSOE. Con un grupo municipal dinamitado en el que varios concejales están laminados o directamente purgados, el día a día ya hace tiempo que se le ha atragantado a Inés Rey. No tanto a Lage Tuñas, un escapista que siempre cree tener soluciones a mano, incluso aunque su mirilla esté cada vez más alejada de su ciudad de acogida y más enfocada a la política autonómica.
El mandato amable que postulaba la alcaldesa le ha acabado enfrentando a tirios y troyanos. La sucesión desde los más diversos ámbitos de manifestaciones o concentraciones en María Pita es apenas un síntoma de su distanciamiento respecto a los problemas de la ciudad y varios episodios a nivel interno, y externo, delatan su nerviosismo. De cara a los últimos meses antes de las elecciones la consigna de Lage es clara. “Querían licitacións? Pois van a ter licitacións”, bramó en uno de esos plenos municipales en los que tiene siempre la última palabra. Así, el gobierno local, al abrigo de la financiación europea, se ha entregado al embellecimiento y la cosmética por más que sea incapaz de ejecutar grandes proyectos o conseguir que el Gobierno apueste por la ciudad. Lo hace con desigual resultado y con un edil de Urbanismo y Movilidad en el foco de críticas, mofas e indignaciones.
En el cuartel general de Lage ya hacen cuentas en clave electoral y asumen que la mayoría absoluta es imposible, un objetivo que en el primer tramo del mandato acariciaban y que alerta sobre el fracaso del devenir del proyecto. El control de la agrupación local, aunque con un amplísimo y notable sector del partido en contra, les dará margen de maniobra para confeccionar una candidatura que diferirá mucho de la de 2019. Pero asumen que el desgaste ante la ciudadanía es brutal y una victoria pírrica sería bien recibida incluso en un escenario que ya maneja algún spin doctor y que consiste en que los socialistas obtengan 8 ediles y el BNG 6. Y a gobernar.
Partido Popular. Fueron los primeros en saltar a la arena preelectoral, en el mes de julio y con un candidato que suscita consenso generalizado en cuanto a su bonhomía. Miguel Lorenzo además de entrar en el ayuntamiento como portavoz municipal (los socialistas le afean que sea el cuarto en cuatro años como si ellos no hubiesen sido los primeros en llegar a esa cota en el mandato anterior) se entrega a una agenda extenuante que le lleva, sobre todo, a redoblar su presencia en los barrios que rodean el centro de la ciudad, donde se va a sustanciar la mayoría absoluta que necesita para gobernar. Nadie habla mal de Lorenzo, que funciona en las distancias cortas y en la calle, pero que ahora afronta el reto de conseguir modelar una imagen como alcalde y líder de la ciudad que cale entre los votantes, más afectos a votar a un cabeza de cartel que a un equipo.
El Partido Popular necesita unos 13.000 votos más de los que alcanzó en las últimas elecciones municipales para llegar a la alcaldía. Le basta con repetir los últimos resultados de Feijóo en la ciudad. Pero para lograrlo debe de fortalecer a su candidato al nivel que estaba entre los votantes coruñeses el expresidente de la Xunta. En 2019 entre Ciudadanos y Vox lograron casi 10.000 apoyos, pero el PP con una figura dialogante como Miguel Lorenzo también aspira a encontrar apoyos entre un sector que suele votar socialismo, pero que se siente muy alejado de los valores que representan Rey y Lage.
Marea Atlántica. Completado el proceso sucesorio, el nuevo reemplazo mareante avanza con sordina en un contexto muy alejado del que le llevó al poder en 2015. La figura de Xan Xosé Xove es una equis, una incógnita, y no semeja atesorar la misma transversalidad que la de Xulio Ferreiro, que suscitó el voto de un personal variopinto. La sensación de que aquel proyecto político que se presentó como un movimiento ciudadano plural está ahora controlado por un núcleo muy reducido de personas tampoco ayuda. Y las batallas internas, aunque bien tapadas en ocasiones, han dejado heridas. Así las cosas, Marea Atlántica llega a la meta renqueante tras pasar de diez a seis ediles y acabar este mandato (eso parece) con cuatro y una extraña alianza con el gobierno de Inés Rey, del que no deja de renegar. En ese juego de los engaños, las expectativas electorales son tibias. Ya hay incluso algún peso pesado que desliza que entra dentro de lo probable incluso no obtener concejales.
BNG. Todos los males de la Marea son aparentemente bienes para la formación nacionalista, que aguarda el desplome del vecino para levantar de nuevo su edificio en María Pita. A los mandos seguirá un clásico, Francisco Jorquera, respetado y ortodoxo, tanto que es incapaz de suscitar el voto desde otros ámbitos que podrían ayudar a pensar en un sorpasso semejante al que realizó Ana Pontón a nivel autonómico con los socialistas.
Si se considera que Marea logró en 2019 algo más de 25.000 votos, en el BNG se relamen y estiman que duplicarán su representación en el ayuntamiento. A partir de ese suelo de cuatro ediles sueñan con alguno más y sobre todo con volver a tener parcelas de gobierno en un bipartito, aunque para ello Jorquera tenga que buscar acuerdos con Lage, que lo más suave que le dijo en los últimos meses fue que no le dan las cuentas en concejales como para sentarse con él en la misma mesa.
Podemos – Esquerda Unida. No se atreve a decirlo en público, pero todo apunta a que la edil Isabel Faraldo liderará la candidatura morada, que peleará por el mismo espacio electoral con Marea Atlántica, una dicotomía que todo apunta a que ayudará a ambos desplomes y que traducido por D’Hondt supondrá el relanzamiento de las opciones de las fuerzas más votadas.
Ciudadanos. Manuel Moinelo ha dejado rastro de ser un excelente concejal en Oleiros, pero afronta una hercúlea tarea como es la de reflotar un proyecto político hundido. A día de hoy las opciones de llegar al 5% y lograr representación en María Pita son escasas y contribuyen a dar solidez a las esperanzas del PP de llegar a la mayoría, tanto como la escasa implantación de Vox en la ciudad.