El derrumbe del equipo de gobierno del ayuntamiento de A Coruña anima a las alternativas que acarician la idea de dar un vuelco electoral en las elecciones municipales previstas para la primavera del próximo año. El escenario es complicado para Inés Rey, también al frente de un partido fracturado en el que en las últimas elecciones en la agrupación local cuatro de cada diez militantes que acudieron a las urnas votaron a su rival, una situación inaudita. En ese escenario diversos notables a la izquierda del PSOE han empezado a moverse. Buscan la enésima “unidade da esquerda”.
No estamos ante una cuestión baladí en una ciudad en la que su primer alcalde democrático, Domingos Merino, abanderaba esa vía. Xulio Ferreiro quiso tomar un imaginario testigo en 2015 y suscitó el apoyo de casi 37.000 votantes, detalle que demuestra que hay un importante nicho de votantes dispuesto a apoyar un proyecto de izquierda. El tirón de Ferreiro ayudó a mantener el tipo cuatro años después, aún con la pérdida de la alcaldía, pero siete años después aquella de aquella marea apenas quedan leves olitas. La política, al menos la que llega a la gente, es algo más que dibujar ideas sobre un papel. Si toca gobernar es necesario gestionar.
Ahora hay quien trata de reactivar un movimiento similar a aquel y conformar un batiburrillo en el que el concepto unidad es relativo porque no incluye al BNG, que juega otro partido, y se maneja entre bandos aparentemente irreconciliables. Sobre la mesa está ahora mismo el futuro de algunas piezas como Iago Martínez, el único edil de Marea Atlántica que podría repetir como concejal sin contravenir el código ético de la formación. Y emerge una figura que pone de acuerdo a muchos, no a Martínez, como hombre de consenso para liderar un nuevo proyecto: José Manuel Sande, exconcejal de Culturas entre 2015 y 2019, que decidió desmarcarse de la primera línea en el proyecto actual de la Marea y que cuenta con las bendiciones del yolandismo.
Sande se ha retirado a su cuartel de invierno del CGAI, pero hace unas semanas, ante las vicisitudes del equipo de gobierno de Inés Rey, reclamó “unha rexeneración democrática, ética, un proxecto tamén moral”. Y expresó su desazón ante la deriva en María Pita: “O goberno municipal traspasou toda liña vermella. Non agardábamos un goberno progresista, pero sí algo máis que esta parodia inquietante e inhábil, suma de autoengano e implacabilidade”, censuró.
Sande, al que todavía se ubica en el proceloso océano mareante, sortea además las restricciones del Código Ético de Marea Atlántica, que establece “un máximo de oito anos durante os que se pode ser representante público”. Esa normativa autoimpuesta alude a “dous mandatos completos e consecutivos, coa posibilidade de volver á lista nun futuro logo dun mandato sen ocupar un cargo electo. Esta cláusula refírese unicamente aos cargos electos, e é invariable, acádense ou non cotas de goberno”. Con todo, estamos ante un código vivo quizás porque la ética va y viene. Ya se le atribuía a Marx, Groucho, que los principios pueden mudar. En realidad ni siquiera la cita era del genial actor.
El caso es que en 2015 el Código Ético de la Marea apuntaba que “os cargos electos, así como o persoal de confianza e cargos directivos, exercerán as súas responsabilidades durante un máximo de oito anos, o equivalente a dous mandatos completos” y tres años después persoal de confianza y cargos directivos ta tenían vía libre ética para hacer de la política “un xeito de vida”.
Hasta cuatro de los cinco concejales que tiene la formación a día de hoy en el ayuntamiento de A Coruña deberían de renunciar a presentarse en las listas electorales. Alberto Lema, Silvia Cameán, Claudia Delso y la portavoz María García cumplirán en 2023 ocho años como representantes públicos de Marea Atlántica. Que sigan en María Pita o incluso que se integren en otra fuerza política con otro nombre supondría ponerse de lado de aquello que argumentaban que era un “sistema esclerotizado”. Nada se puede descartar, de hecho alguno de esos ediles que aparentemente deberían culminar su vida política dentro de un año trabajan de manera activa en la formación del nuevo frente.
La reforma del código ético en 2018 saca de esa ecuación a Iago Martínez, que lleva ocho años en política, pero apenas los cuatro últimos como “cargo electo”. A día de hoy no parece probable que opte a la reelección como edil ni, mucho menos, que vaya a postularse abiertamente como líder. Su figura suscita bastantes disensiones como para generar una lista de unidad. No es ese el caso de Sande, que en caso de pilotarla tiene por delante un trabajo hercúleo para frenar la caída del frentismo en la ciudad.
En 2015 la Marea no sólo recibió 36.857 votos sino que en las elecciones generales la lista de Podemos fue votada por 45.759 personas en el apogeo de Pablo Iglesias. Un año después se esfumaron más de 8.000 votos en la repetición de los comicios y en 2029 tanto el líder podemita como el exalcalde se movieron en el entorno de los 25.000 apoyos. En la última llamada a las urnas la lista de Podemos liderada por Tone Gómez-Reino se quedó en 6.498 votos y la de En Marea en 359, la mitad que el Partido Animalista.