La primera cabeza que rodará si el Deportivo sigue empeñado en abrazar el desastre es la del entrenador. Nada nuevo. Podríamos parafrasear al gran periodista Santiago Segurola cuando en un memorable artículo alumbró como Florentino Pérez, que había llegado al futbol para instalar unos modos diferentes, destituía entrenadores como los dirigentes de toda la vida: en los despachos de la Plaza de Pontevedra estamos ante un banco como todos los demás, cuando se te acaba el crédito aplica la guillotina. La cuestión es si aquí el único deudor se llama Imanol Idiakez.
El Deportivo se ha instalado en el ecuador de la tabla del grupo más sencillo de la tercera categoría del fútbol español. Podemos traducirlo de otra manera: el equipo se ubica, a día de hoy, más abajo del puesto 80 en el escalafón futbolístico nacional porque es el peor equipo gallego en Primera RFEF por detrás del filial del Celta, el Lugo o el Arenteiro, que tiene un presupuesto de 1,5 millones de euros y destina aproximadamente la mitad de ese dinero a pagar a sus futbolistas. En A Coruña, el Deportivo ha pasado este verano de asumir un gasto salarial de 3,8 millones de euros a sostener uno de 5,2. Desde que Abanca se hizo con el control del club el equipo se ha estancado en la tercera división. En la primera campaña (con un formato de competición excepcional por la pandemia) estuvo en puestos de promoción en cinco jornadas y peleó hasta el final por no caer a 2ª RFEF; en la segunda fue líder en 15 jornadas y no bajó de la segunda posición en su grupo antes del fiasco postrero contra el Albacete; en la tercera jamás encabezó la tabla y se instaló entre la cuarta y la quinta posición para despeñarse en la primera ronda del play-off. Ahora transita hacia la mediocridad mientras suma punto a punto ante Tarazona u Osasuna Promesas.
Todo eso sucede en una ciudad que late fútbol, que hace de su equipo una bandera que opaca, de manera lamentable, al resto de modalidades deportivas. En A Coruña sólo una vez y ya hace más de medio siglo hubo un equipo de baloncesto masculino en la máxima categoría. Y hubo unas pioneras campeonas, pero eso incluso fue antes. No hay balonmano en la élite y el pasado glorioso del fútbol sala es un recuerdo para quienes peinan canas. De las pistas de atletismo que iban a sustituir a las que volaron del estadio municipal nunca se supo. Apenas la tradición del minoritario hockey sobre patines remite a una cultura polideportiva que existe en la base, pero en la que no logran florecer proyectos tractores. Podría discutirse y desgranarse este asunto, pero es muy evidente que A Coruña es fútbol.
El Deportivo ha jugado catorce partidos de Liga esta temporada y ha ganado cuatro. Desde hace dos meses no emerge de la segunda mitad de la tabla. Hoy, cerca ya de cumplirse media temporada, está siete puntos por encima del descenso, que marca el Tarazona y a la misma distancia de la promoción de ascenso, donde se sitúan Ponferradina y Barcelona Atlético, el próximo rival. Si ante el filial blaugrana se incide en el despropósito, Idiakez se irá a su casa. El timing para un director deportivo es el ideal: el entrenador caería tres jornadas antes de la apertura del mercado de invierno, un tiempo pintiparado para reactivar ilusiones. El Deportivo está abocado un cambio de piezas. De las que se mueven sobre el verde es muy evidente que bastantes demuestran no estar al nivel de lo que exige no ya el legado del equipo sino un presente que le exige pelear por el regreso al fútbol profesional. Y no puede ser diferente la valoración de muchas de las que trabajan en los despachos.
En ese punto convendría reparar tanto en la dirección deportiva como en aquellos pilares que la sostienen. Porque las responsabilidades deberían de atender a cómo se estructuran los organigramas. Fernando Soriano llegó al Deportivo porque su nombre lo puso sobre la mesa Massimo Benassi en el proceso que le llevó a ser nombrado por parte de la propiedad como director general del club. Habían coincidido en Ibiza, dónde con una chequera bien nutrida y una exigencia y magnitudes incomparables a las de A Coruña firmaron el salto a la Segunda División. Aquellos tres años y media en la isla fueron el único tiempo de Soriano en un papel como el que ahora asume en el Deportivo, también el único trabajo de Benassi tras acabar el MBA en Business Administration de la Escuela Universitaria del Real Madrid, así que en la construcción de su proyecto tomaron aquellos apuntes. Tampoco era muy complicado identificar donde estaban los problemas del Deportivo que habían pergeñado Carlos Rosende y Juan Giménez, que se entregaron a los futbolistas de buen pie, pero encontraron déficits de ferocidad en las áreas. No hay que ser un gran experto para concluir que con el andamiaje defensivo actual y el ofensivo anterior, con los Pablos en la zaga, dos laterales expertos, un buen mediocentro, Villares, Lucas, Yeremay, Mella, Mario Soriano y Quiles, el Deportivo tendría una mezcla casi imbatible en el grupo en el que compite. Pero no casan ni los tiempos, ni las ideas, ni tampoco las capacidades.
Con todo, a partir de la búsqueda de la solidez defensiva se identificó que el Deportivo había dado un paso adelante y unos cuantos de esos que ahora alertan sobre los tachones de Soriano anunciaron que estábamos por fin ante una obra propia de “gente de fútbol”. La realidad muestra que hace falta algo más, que estamos ante un equipo romo y con mimbres deficientes para atacar defensas plegadas, que quiere ser combinativo, pero en el que sus futbolistas ofrecen su mejor valor en los espacios, justo lo que era previsible que nadie les fuese a conceder; un equipo con potencial en el juego aéreo, pero que no saca centros. Y que por ahora, además, se traba ante su desdicha. Sólo Unionistas, Tarazona, Rayo Majadahonda, Sestao y Teruel, ven menos puerta que el combo construido por Soriano, un Deportivo que este domingo mostró una vez más que sus locomotoras salen de Abegondo.
Con el equipo en Primera División alguien con peso en el club, desencantado por la actitud de quienes no valoraban el esfuerzo que se hacía lanzó al aire una pregunta: «¿Queremos ser el Osasuna o el Zaragoza?». Aún fuimos más allá del Ebro
Así, entre futbolistas bloqueados que no encuentran el contexto preciso para ofrecer su mejor versión y unos cuantos que simplemente no tienen nivel, el equipo se adocena y la propiedad, Abanca, se instala en una espiral en la que no atina a elegir los mejores conductores y protagoniza un caso digno de estudio en las escuelas que generan profesionales de la industria futbolística sobre cómo no instalarse en eso que ellos llaman negocio y otros pasión. Si cualquier experto del sector bancario escruta las cuentas del club y observa que presentará dentro de menos de un mes un presupuesto que asume un resultado negativo de 8,1 millones de euros tras venir de perder 3,1 más en el anterior, ¿podría decirle al deportivismo que estamos una empresa escarallada?
Entre enero de 2014 y enero de 2020 el Deportivo redujo su patrimonio neto negativo (la diferencia entre el activo y el pasivo de su conjunto de bienes y derechos) en 45 millones de euros y pagó nada menos que 82,8 millones de euros para enjugar parte de su deuda. Esa cifra, con su equivalente en los baremos de LaLiga, llevada durante esos seis años al terreno de juego (el dinero tiene que estar en el campo, dice la gente de fútbol) hubiera ayudado, más que posiblemente, a aumentar el rendimiento deportivo del club, que aún así valió cuatro campañas en la máxima categoría.
La última de aquellas permanencias, que ahora nadie se atrevería a catalogar como un fracaso y que entonces fueron menospreciadas por muchos de los que ahora callan, se logró tras un empate en Villarreal que estuvo precedido de otro en El Sadar en un duelo contra Osasuna, que estaba descendido, pero al menos no era el Promesas. Aquel partido se jugó en un horario matinal que propició un masivo desplazamiento de seguidores en un viaje sufragado por el club. El Deportivo, que se quedó tras una trabajada igualada a un punto del objetivo, se marchó abucheado por su afición. La de Osasuna ovacionó a su equipo, que al año siguiente, favorito al ascenso como era, no entró ni siquiera en play-off. Fue la temporada que Riazor cató por última vez fútbol de Primera (División). Seis años después, Osasuna, que no cambió de consejo de administración en todo ese tiempo, jugará la Supercopa en Arabia Saudi y su filial empata un partido de Liga en Riazor. Tras aquella visita a El Sadar alguien con peso en el club, desencantado por la actitud de quienes no valoraban el esfuerzo que se hacía lanzó al aire una pregunta: «¿Queremos ser el Osasuna o el Zaragoza?». Aún fuimos más allá del Ebro.
Lo ocurrido aquella mañana en Pamplona, que se completó poco después con varios comunicados, manifestaciones y convocatorias de reproche a pesar de haber conseguido una tercera permanencia consecutiva mientras se liquidaba una deuda mastodóntica, está en la base de los acontecimientos posteriores que cambiaron el modelo de club. El patrimonio neto negativo se ha reducido hasta los 15 millones de euros (llegó a estar en 110 millones antes de la administración concursal) porque al fin se han hecho las preceptivas ampliaciones de capital suscritas por Abanca y que ahora no son un problema, pero el club ha vuelto a acabar las temporadas en números rojos. Manda el banco, que está participado en el 84% por Juan Carlos Escotet. Y en esa gestión sitúa al frente del club a quién quiere y cómo quiere. Por eso Benassi se deja ver por el centro de entrenamiento del equipo y toma decisiones sobre aspectos deportivos mientras no hace ninguna comparecencia pública ni concede entrevistas. Ya nadie clama porque “é deles”.
Desgraciadamente estamos ante el peor Deportivo de la historia. Urge, ahora sí, un volantazo porque lo que hay no parece que dé para más que lo que muestra.