“Escribe algo sobre el Dépor, pero que sea reposado, después de que pasen unas horas tras cada partido”. Imposible. El equipo, todo lo que le rodea y nos hace sufrir resulta tan sensible y desolador que para un periodista (y antes de eso aficionado) medianamente informado sobre lo que ahí sucede las opciones que se presentan son las tomarse una ducha fría o lanzarse al teclado. Y este fin de semana ya me ha caído demasiada agua encima.
El Deportivo se ha convertido en un equipo de mitad de tabla de la tercera categoría del fútbol español. En lo que va de campeonato ha jugado 11 partidos y ganó tres, todos ellos revestidos de una cierta épica en el triunfo por los juglares de la esperanza, que al final todos tenemos un poco de eso cuando ganamos. No es del todo desaconsejable ofrecerle buenas noticias a la gente, y más si es tan sufrida como la cla deportivista, pero la realidad es muy tozuda: el Deportivo está enclavado esta campaña en el grupo más fácil que se podría conformar. Si a usted, irredento seguidor del equipo, le hubiesen permitido barajar en verano los 40 equipos de Primera Federación para dividirlos en dos grupos y situar al suyo en uno de ellos lo habría colocado con Teruel, Cornellá, Tarazona, Sestao, SD Logroñés o clubs que rebajaban presupuesto de manera sustancial como Nàstic, Rayo Majadahonda o Sabadell. Vale, quizás hubiese cambiado al Melilla por la Ponferradina, pero igual ya hubiera sido abusar de más. Ahí está y ahí juega, a ese nivel en el grupo y el ascenso más barato que se pueda imaginar, este Deportivo bancario al que no constriñen topes salariales, el mismo en el que a las pocas horas de la desilusión en Castellón, su dueño le dio un inopinado vapuleo para, esta vez sí, salir del agujero en el que está metido.
Sí. Fue Juan Carlos Escotet, que se ha convertido en un asiduo de Riazor, el que tomó decisiones deportivas e institucionales, el que le dio la vuelta al club como un calcetín, el que puede cumplir el sueño del aficionado que pide que se vayan todos. “Los cambios eran indispensables. Son para mejor”, razonó a finales del pasado mes de julio. Ya entonces cualquier atento observador de lo que sucedía en la Plaza de Pontevedra podía barruntar el desastre.
El Deportivo es hoy un club desnaturalizado en el que nadie con poder de decisión creció y se formó entendiendo lo que significa. En el inicio de la temporada convocó a buena parte de los periodistas deportivos de la ciudad a un encuentro en el estadio de Riazor. El objetivo era presentar el nuevo organigrama, compuesto por más de una treintena de profesionales, y entablar una suerte de networking con sus integrantes a través de diversos corrillos. Varias cuestiones llamaron la atención en una xuntanza en la que para romper el hielo la nueva directora de comunicación del club (una coruñesa excepción) sugirió a los periodistas que se presentasen ante los trabajadores del club e indicasen nombre, apellido y medio al que representaban. Visto desde el punto de vista de este nuevo Real Club Deportivo tenía su lógica: nunca la entidad albergó a tanto profesional llegado del otro lado del Pasaxe. En la ciudad en la que nadie es forastero son los nativos quienes se presentan.
¿Ser coruñés y deportivista es garantía de éxito? No ¿Llegar de fuera es un pasaporte al fracaso? Tampoco. No hay una verdad absoluta en una actividad que al final tiene un componente aleatorio porque la pelota no siempre se puede dirigir donde uno quiere. Pero, siempre y en cualquier ámbito de la vida, en los momentos complicados es importante encontrar referentes reconocibles. No se atisba ninguno en este Deportivo por más que las maniobras estivales sirviesen para sentar en el palco a dos exjugadores como Carlos Ballesta, que ya enfocaba la jubilación, o Alex Bergantiños, que esta semana acudió a Laxe para ser nombrado embajador de peces y mariscos por parte de la cofradía de pescadores local y este lunes acompañará a las jugadoras del Dépor Abanca en una visita a un colegio.
No hay experiencia ni callo en un club que se ha poblado de meritorios llegados desde medio mundo para realizar eso que denominan los expertos en ciclos formativos como aprendizaje a través de la realidad, pero que en nuestra irrealidad lo único que semeja que han interiorizado hasta ahora es la asignatura de la paz social. Quizás tampoco sea una materia muy complicada de aprobar cuando sobra dinero y no abundan los escrúpulos.
El Deportivo se ha instalado en una mediocridad envuelta en un rutilante embalaje. El club ha despachado más de 28.000 abonos, en los descansos en Riazor disfrutamos de juegos de luces, actividades patrocinadas y hasta del playback de un saxofonista. La veta de la lustrosa historia del club se exprime para generar relato. Desde el pasado verano se ha agasajado (con modos y maneras muy mejorables en algún caso) a Scaloni, Mauro, Bebeto o Turu Flores. Una leyenda como Djalminha se tuvo que tragar sentado en el palco el sapo de la derrota ante el filial del eterno rival al que tantas veces humilló deportivamente. El presidente García Diéguez invitó este domingo a Javier Irureta a presenciar el partido en Irún…
El cuarto proyecto de Abanca en la tercera categoría del fútbol español presenta en el inicio de noviembre vías de agua por bastantes flancos. El futbolístico es, obviamente, el medular. En aquel encuentro con los medios, el director general Massimo Benassi mostró unas interesantes dotes de escapismo, pero el director deportivo Fernando Soriano apareció en la corta distancia como un tipo cercano y de ideas claras que había escrutado los problemas que habían apartado al Deportivo del éxito en las tres campañas lejos del fútbol profesional. El hombre parecía confiado ante la tropa de escépticos periodistas que le rodeaban, así que en la despedida me animé a lanzarle un par de deseos: “Mucha suerte y mucha paciencia”.
-“Paciencia la tengo toda, así que me quedo con la suerte”, replicó.
Con casi un tercio de competición cumplida, Soriano se agarra más que nunca a la paciencia -“confiamos plenamente en Imanol y los jugadores, esto se saca de forma conjunta”, explicó tras la nueva debacle en Irún– e invoca a la fortuna. Se ancla a Imanol Idiákez con la fe de los descreídos que han comprobado que, por más que cambie de caballo, el Deportivo es incapaz de atravesar el río. A Soriano se le valoró en la construcción de la plantilla porque había buscado un perfil de futbolista aparentemente triunfador para la categoría, gente recia, experta, con talla para dominar en ambas áreas. Pero nadie nos había avisado de que todo el andamiaje se iba a tambalear con la ausencia de un delantero que llegaba de Osasuna Promesas. O al menos esa excusa ya circula entre las más empleadas. Atrás quedan otras con mayor o menor credibilidad como las de los arbitrajes, la falta de puntería o la necesidad de esperar a última hora para firmar a futbolistas de un nivel superior al de la categoría, detalle que redundaría en una tardía puesta a punto. En estos meses hemos transitado también por referentes como el Ibiza o el Amorebieta.
Pero pasan las semanas y y descubrimos que el plantel se pobló de futbolistas para trabajar desde los flancos cuando en Abegondo aguardaban Yeremay o Mella y se anuncia la llegada de Kevin. Constatamos, además, que en una plantilla en la que se invierte más dinero que bastantes clubs de la categoría superior la baja de Barbero supone tener que darle galones al delantero del Fabril. Y que nadie valoró tal contingencia cuando antes se probaron otras soluciones de emergencia que no funcionaron. Sobran extremos y faltan delanteros y talento por dentro para activar a Lucas, que se desquicia en la búsqueda de ese último pase que tenía Soriano (Mario) y que por ejemplo Hugo Rama no acaba de mostrar. Y ya directamente suena a tomadura de pelo que, como algunos trataron de vender, Davo podría cubrir el doble rol que asumía Quiles.
La evidencia es que el Deportivo expone sobre el césped menos recursos que la temporada pasada o la anterior, lo que tampoco es sinónimo de que pueda acabar conformando peor equipo. Deberá remar y mucho, eso resulta evidente. Y mientras tanto las noticias que se suceden invitan al desaliento. ”Van cuatro años lejos del fútbol profesional y hay que cambiarlos. No descansaremos hasta que el equipo vuelva a Primera División”, zanjó Escotet la última vez que habló en público sobre el equipo. Entonces empleó la palabra “obligación”. Quizás ese es el sentimiento que le asalta cuando mira hacia la ciudad vecina y contempla como un grupo de empresarios coruñeses, desprovistos de lastres, cargados de sentido común, con una inversión mucho menor y sin generar deudas y sí plusvalías, han escalado tres categorías para situar al equipo a las puertas del play-off de ascenso a Primera (División) cuando por primera vez en la historia juega en una categoría por encima del Deportivo. Ese hito sobre el que (¡chsss!) pasamos de puntillas en A Coruña dicen quienes estuvieron en el meollo de la toma de decisiones del pasado mes de junio que fue la piedra sobre la que se construyó este Deportivo.
Tampoco creo que la solución fuese acudir a esos caballeros que aspiran a llevar a Ferrol a cotas futbolísticas nunca vistas en lugar de acudir a las aulas del Campus de Alcobendas. En pleno siglo XXI Caín sigue sacudiéndole a Abel.
Así que, caliente como estoy, a estas horas de la tarde de un lluvioso domingo de noviembre apenas aprecio dos alternativas: buscar más o rezar.