El pasado lunes diSínoticias publicaba una información en la que describía como en el Deportivo ya dan por perdido a Noel, el juvenil que hace ahora casi un año abanderó la nueva ilusión de un club que de manera periódica hace profesión de fe sobre la importancia de cuidar su base y todavía no ha encontrado la manera de convertir ese semillero en la piedra angular de su proyecto. Durante años, cuando se competía con los mejores de Europa, ese tipo de estrategia importó bien poco tanto a dirigentes como a una gran mayoría del deportivismo. Por eso cuando Antonio Couceiro recita la lección de que el club mantiene una apuesta seria por la cantera es lógico arquear las cejas: si el Deportivo se disparase ahora de nuevo hacia la Primera División y a las cotas que vivió, la codicia competitiva invitaría a una amplia mayoría de aficionados a plantear otras exigencias. Como no parece probable que el club esté en condiciones de repetir aquellos fastos, sí que resulta evidente que la sostenibilidad del Deportivo debe basarse en respetar y potenciar la labor que se hace en Abegondo.
Trabajar con la base, cuidarla y pulirla con el objetivo de que sus mejores productos se asienten en el primer equipo requiere asumir una cultura que en A Coruña, de donde en todo tiempo y condición han salido excelentes futbolistas, jamás se ha ponderado como en otros entornos que podrían equiparse en volumen de población. Durante años la Real Sociedad jugó únicamente con futbolistas criados en Guipúzcoa. Así ganó dos Ligas y el corazón de muchos aficionados que no habían pisado ni Donosti ni, mucho menos, Atocha, pero que recitaban aquel once de canteranos de carrerilla. Tampoco conviene abrazar el dogma: años después el Deportivo suscitó un cariño similar a través de un modelo bien diferente en el que la cantera nada pintaba.
La Real, como le sucedió al Sporting cuando dejó de mirar hacia Mareo, flaqueó cuando empezó a incorporar medianías y su base dejó de estar en Zubieta. Y ha vuelto a despuntar en cuanto retomó el camino anterior, matizado por una caída de las fronteras que castiga a quien capta talento en una radio de acción tan corto. En Anoeta vibran ahora con un equipo en el que los foráneos son realmente refuerzos (Silva, Isak, Remiro, Sorloth, Rafinha…) y el pilar del equipo lo compone esa media plantilla embebida de lo que es el club (Oyarzabal, Zubeldia, Barrenetxea, Elustondo o Guevara). Mientras tanto el equipo filial juega en Segunda División y el filial del filial está en el camino de llegar a Primera RFEF, donde la próxima temporada podría jugar contra el Deportivo. Ojalá que el playoff en Riazor lo impida.
Noel ha ofrecido interesantes aportaciones en ese camino deportivista hacia un ascenso tan deseado como obligatorio. La primera tiene que ver con su capacidad para hacerse, con apenas 18 años y en edad juvenil, un espacio en el plantel y enviar un mensaje al resto de chicos que trabajan en Abegondo: no están lejos del nivel actual del primer equipo y siempre es más sencillo subirse a un tren desde el mismo escalón que dar un salto para tomarlo. La presencia de Noel ha decaído en las últimas semanas, pero en lo que va de campaña ha actuado en 27 partidos, disfrutó de nueve titularidades y marcó cuatro goles. Es el décimoquinto futbolista de la plantilla en minutos jugados. A algunos nos hubiese gustado verlo más tiempo sobre el campo, no por canterano sino por la capacidad que se le aprecia para aportarle al equipo movilidad, desmarque, capacidad combinativa y atrevimiento en ataque. Porque es muy bueno y puede serlo aún más. Pero los procesos en este tipo de chicos, que en todos los sentidos están en formación, siempre es más aconsejable que los tutelen quienes los ven en el día a día, no quienes no los viven y opinan desde un teclado.
Las opiniones se han convertido en material delicado. Siempre se dieron, pero que ahora cualquiera pueda plasmarlas por escrito y llegar a centenares de personas gracias a su insistencia o pericia en las redes sociales les confiere un valor tan peligroso como desechable. Ocurre que no hace mucho a todo lo que se expresaba negro sobre blanco se le confería un valor. Todo lo que se leía calaba más que aquello que se escuchaba. Las palabras vuelan, lo escrito queda, decían los romanos. Tiempo después Umberto Eco lo puso al día: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”, explicaba.
Mientras conseguimos educarnos para rebajar ese valor, tenemos el reto de procesar todo tipo de idioteces y darle el valor que merecen. Ahora que se apunta que Noel está cerca de dejar el club en el que se ha formado desde niño, abundan en las redes los improperios, los menosprecios y los insultos. Y si se concreta su salida es previsible que vaya a más. Sobran los ejemplos. A Edu Expósito se le despreció primero cuando llegó “al Fabril de los catalanes”, luego se le llamó “rata” cuando su traspaso significaba una excelente plusvalía para el club y a él le multiplicaba un salario que en el Deportivo era muy reducido.
En el reparto de carnets de deportivista podemos resumir los méritos de Noel, que como algunos integrantes más de la generación dorada del 2003 entró en el Deportivo en un tiempo complicado, cuando el club prescindió del servicio de autobús que trasladaba a los niños desde A Coruña a los campos de Abegondo. Noel vivía en Silleda en ese periodo de incertidumbre y acabó en el Deportivo cuando el Celta ya le cortejaba. A partir de ahí el sacrificio de jugadores y entorno lo desconoce quien no pasa por esa situación. Quizás no sea muy diferente del de cualquier familia en muchos ámbitos, pero con algunos condicionantes: los cuidados y desplazamientos que requiere la práctica deportiva enfocada a la élite y el salto al vacío que supone realizar esa apuesta tanto a nivel formativo como, sobre todo, en muchos casos familiar. Noel y su gente han realizado ese camino en el Deportivo, así que no parece probable que alberguen otros sentimientos que no sean los del cariño, el respeto y el agradecimiento al club. Y lo lógico sería que el club, su gente, tuviese una mirada recíproca.
En el momento de dar el salto al profesionalismo, la cotización de Noel se dispara. Hace un tiempo le hubieran llamado al despacho de la Plaza de Pontevedra al día siguiente de regresar de la epopeya del Deportivo juvenil en Málaga, le hubiesen puesto delante un contrato de siete años que obviamente firmaría y a partir de ahí ya se vería como se las apañaba en el ruedo profesional. Carlos García Becerra marcó en febrero de 1998 un gol maradoniano al Athletic. No había empezado la temporada ni siquiera como titular en el Fabril, pero tras el tanto firmó un vínculo hasta 2005. Cinco años y cuatro cesiones después regresó, con 25 años, al Fabril antes de marcharse a Ourense, Burgos, Alicante, Palencia, Buelna y Rayo Cantabria. Nadie garantiza finales felices cuando la pelota está por medio. “Te vas a estrellar”. “No eres para tanto”, es lo más suave que le dicen ahora a Noel en las redes. Es la voz de los dignos que jamás considerarían siquiera dejar su trabajo si en la empresa de enfrente les pagan más dinero. Hablemos sólo de billetes: ¿Alguien se imagina a un reponedor de una pequeña tienda (o del Gadis) ante una oferta de Mercadona que le triplica el sueldo? ¿Y si además ese sueldo se mide en miles de euros?
¿Influiría el dinero en la marcha de Noel? Obviamente. Y los aspectos deportivos y profesionales también. Fran firmó un contrato con el Real Madrid y cuando el Deportivo no sólo puedo igualarlo sino superarlo se quedó en A Coruña, que además era dónde quería jugar. Lo que ocurrió entonces fue que el club creció al mismo tiempo que el jugador y ahí se encontraron los caminos. ¿Está Noel creciendo más que el Deportivo? Está por ver, pero ante sí tiene varias opciones que indican que, a día de hoy, así es o al menos que así puede llegar a ser. No lo tendrá nada sencillo, pero le dan la oportunidad de probar si puede ir incluso más allá. Ojalá lo consiga y ojalá entonces el Deportivo pueda llegar a ese nivel para recuperarlo y convertirlo en su bandera.