Ahora que avanza el vehículo eléctrico es entrañable recordar el pionero trolebús, entrañable medio de transporte que funcionó durante tres décadas en A Coruña y confería a la ciudad una estampa que ahora apenas se puede ver en el Reino Unido. Con una salvedad, aquellos vehículos se movían alimentados por dos largos listones que los conectaban a una catenaria de tendido eléctrico. Si no había electricidad se quedaban parados, si se desconectaban del cableado, también.
El trolebús se presentó en los albores del siglo XX en la Exposición Universal de París. Años atrás una línea experimental ya había circulado por las calles de Berlín. Fue en Alemania donde primero empezó a rodar una línea regular. En los años treinta el trolebús era el medio de referencia en las grandes capitales europeas, hasta el punto de que en 1937 en París se habían acabado de suprimir los más de mil kilómetros de riel de tranvía que teñían sus calles.
En junio de 1940 el ingenio llegó a España por Bilbao. Poco después ya lucían en las calles de Barcelona y en 1941 en Pontevedra, donde se abrió incluso un servicio interurbano con Marín en 1943. En julio de 1948 el trolebús llegó a San Sebastián y a A Coruña, dos años antes que a Madrid.
En realidad el trolebús ya circulaba por A Coruña meses antes, lo hacía en pruebas ante la expectación de la ciudadanía. La Compañía de Tranvías apostó por ellos y realizó una inversión que entonces pareció sideral, ocho millones de pesetas para adquirir ocho vehículos fabricados en España por la marca Hispano Suiza. El 10 de mayo de 1947 recibieron el permiso del ayuntamiento para explotar las nuevas líneas. A Coruña crecía en todos los sentidos y llovieron las peticiones para que el trolebús llegase a los barrios. Se decidió que el primero conectase la Plaza de Pontevedra con Monelos.
Pronto brotaron los chascarrillos. “El trole no sube cuestas”, se comentaba en la ciudad porque al pie de Monelos daba la vuelta y la opción inicial de implantar una línea que transitase por la Avenida de Finisterre hasta San José quedó desechada. Pero el crecimiento fue imparable y el trolebús subió y bajó lo que se le pusiese por delante. Se convirtió en imprescindible para la movilidad urbana e incluso interurbana cuando en 1950 se inauguró la línea entre A Coruña y Carballo, que entonces fue la más larga conocida, 34 kilómetros que superaban en distancia interconectada a la que unía San Sebastían con Tolosa.
Aquellos trolebuses grises que tenían su cochera en la esquina de la Calle Betanzos y Rosalía de Castro, vecina a Juan Florez, conformaban una estampa futurista por las tortuosas carreteras de la época. Eran, en principio, troles de procedencia germana y algunos de ellos disponían de un enganche para acoplar un remolque disponible para equipajes.
En A Coruña la demanda obligó a que la Compañía de Tranvías buscase más vehículos. En enero de 1961 el mercante alemán Anna Oldenhorff llegó al puerto con 18 trolebuses de dos pisos procedentes del Londres. Allí se había sustituido el tendido eléctrico por el gasoil y dieron salida a los que ya no podían emplear. Más un centenar desembarcaron en España. En A Coruña se consiguieron a un buen precio, 80.000 pesetas cada uno, algo así como el coste de un Seat 600 nuevo.
Claro que aquellos trolebuses ingleses hubo que acondicionarlos para que la puerta delantera abriese por su lado derecho. Allí seguía el conductor, a la inglesa, en su cabina aislado del resto de los pasajeros que salían por delante y entraban por detrás, donde les recibía el cobrador, sentado en una especie de trono. Eran vehículos que rezumaban categoría, con asientos tapizados y escaleras de caracol para acceder al piso superior. Apenas tenían poco más de diez años de uso por las calles londinenses.
En 1965 llegó la primera línea de autobús urbano a A Coruña para unir la Plaza de Pontevedra con el Pasaje. Ocho años después la Compañía de Tranvías solicitó permiso ministerial para transformar las líneas de trolebús en enlaces cubiertos con autobuses. Era más rentable.
Ya en la Transición, tras la muerte de Franco, las nacientes asociaciones de vecinos hicieron fuerza para que el autobús terminase de implantarse porque tenía más capacidad para circular hasta los espacios más apartados de los barrios. En 1979 dejaron de verse trolebuses en las calles coruñesas. Ocho años antes ya había cesado la línea de Carballo, también sustituida por autobuses a gasoil. Algunos de aquellos troles pueden verse todavía en acciones publicitarias… o cuando el Deportivo conquista algún sonado triunfo.