Una hora más que lo cambia todo para algunos locales. Con la ampliación del toque de queda a las 23 horas este viernes, los restaurantes recuperan el horario de cenas con aforo del 50% después de tres largos meses con plantillas en ERTE o incluso con las persianas bajadas.
La hostelería lleva un año funcionando a medio gas (y a un cuarto, si se admite la expresión) desde que las medidas para controlar la pandemia impusieron cierres o limitaciones a los horarios de apertura. Toda una gymkana a la que han enfrentado -ahora incorporando medidores de CO2, registro de los comensales, y, quién lo diría, escrupulosos turnos para sentarse a la mesa- y que ha puesto a prueba su capacidad de reinventarse en muchos casos para demostrar, una vez más, que somos un país solidario.
Gran parte de la hostelería ha aguantado el tirón gracias a la fiel clientela y más por amor al oficio que porque las cuentas saliesen a final de mes. La posibilidad de recuperar las cenas supone un balón de oxígeno para los establecimientos que cuentan con licencia de restaurante, mientras que la otra cara de la moneda son las tascas en las que todo transcurre alrededor de la barra, que siguen sin poder ofrecer tapas en horario nocturno.
Hablamos con cuatro hosteleros coruñeses sobre cómo han sobrellevado la situación, sus perspectivas en el horizonte, y de paso nos abren el apetito para cuando tengan un hueco en sus ajustadas planillas de reservas.
La Escondita
En La Escondita (Plaza de María Pita, 1B) han recibido la ampliación de horario como agua de mayo. Tanto es así que, gracias a la nueva medida, se han animado a rescatar del ERTE a un camarero para empezar a servir cenas a partir del próximo viernes.
Habían estado cerrados unos días esta semana para poder descansar cuando se enteraron de que volvían las cenas. “Estamos solos los dos socios para todo el servicio de mediodía, por eso no damos más. Tuvimos que hacernos con el medidor de CO2 y hacer los trámites para dar de alta a un camarero a media jornada, por eso esperamos al próximo viernes para arrancar con el turno de noche, y las cenas, con muchísimas ganas”, cuenta Óscar Hermida, al frente del local junto con su socio Óscar Asensio.
Como gran parte de la hostelería, se lanzaron al reparto a domicilio como tabla de salvación. “Hay mucho gasto y siendo autónomos la alternativa fue tirar para delante. Nosotros como socios llevamos meses trabajando sin cobrar, y tuvimos que tener a los trabajadores en ERTE. Ahora esperemos que todo pueda ir a mejor”, explica Hermida, que se declara optimista y al tiempo cauto. “Prefiero seguir ampliando poco a poco y que todo pase de verdad. Eso es mucho mejor que estar yendo para atrás, y así poder abrir con todas las garantías en verano.
Al ser un local pequeño, por mucho que aumenten aforo de forma progresiva, en La Escondita no podremos subir a más del 50% de la capacidad para poder respetar las distancias entre mesas. Desde luego, preferimos ir dando pequeños pasos sobre seguro y no tener que volver a cerrar de nuevo”, añade.
Para alegrarnos el estómago, proponen alguno de sus platos estrella: una lubina o una palometa roja, y de entrante verduras de temporada y un pulpo a la brasa.
Zicatela
En algunos locales, la ampliación de horario les ha permitido volver a subir la persiana. Es el caso de Zicatela (C/ Emilia Pardo Bazán, 10), que tras meses cerrado, anoche abrió por primera vez desde el 9 de enero. “Somos un restaurante claramente nocturno. Nuestra cocina se complementa con nuestra barra de coctelería, y eso es nos hace fuertes sobre todo durante el servicio de noche. Sin poder dar cenas, no nos quedaba más opción que el cierre”, explica su propietario, Diego Lombao.
Ante las limitaciones, en esta restaurante mexicano se pusieron a darle vueltas a ideas que ya venían rondando tiempo atrás: “La pandemia aceleró algunas de las ideas que teníamos para un futuro cercano, y vimos la opción de comida a domicilio como una alternativa que en nuestro caso llegó para quedarse”, asume. La idea tuvo que madurar rápido y exigió un giro a la cocina: “Nos encontramos con el problema de que nuestros platos viajan mal, así que cambiamos nuestros habituales tacos por burritos, un formato que nos permitía hacer llegar a cualquier hogar nuestros platos más típicos.
“Una vez nos vimos en este nuevo local, nos dimos cuenta de que había espacio y margen para crear otra marca bajo la que sí podríamos sacar una línea de platos diferente, típica de las calles de México, como tacos, nachos y más burritos. Así nació Taco Loco, con un precio más ajustado y un local estilo foodtruck: pedir, recoger y tomar donde uno prefiera”, relata Diego.
Respecto a la reapertura, a la plantilla le brillan los ojos tras tanto tiempo esperando volver a su puesto de trabajo. “Estábamos todos deseando abrir otra vez Zicatela, volver a recibir a los clientes en casa y que vuelvan a disfrutar de la experiencia en el local; estamos encantados porque se nota que había ganas y la acogida ha sido buenísima, con todo el fin de semana reservado”
Para celebrarlo, nos proponen un variado de tacos gobernador y cochinita celta a los que no le pueden faltar su clásico cóctel margarita para acompañar.
El de Alberto
A Alberto Prieto y su equipo, el confinamiento les pilló en pleno proceso de cambio de ubicación de su restaurante ubicado en la calle Ángel Rebollo, en Monte Alto, a un nuevo local en el Orzán. De hecho, la situación sanitaria les obligó a retrasar varios meses la inauguración de el nuevo El de Alberto (Comandante Fontanes, 1) que finalmente abrió en julio de 2020.
“Hemos ido adaptándonos a la nueva situación, superando las pruebas poco a poco. Pusimos en marcha el take away desde enero y lo hemos ido llevando sobre todo gracias al apoyo de nuestra clientela”, resume Alberto. Ahora empiezan a levantar cabeza: “Empezamos a jornada completa desde este viernes y se incorpora la totalidad de la plantilla al poder abrir por la noche. Pensamos mucho en el equipo y no nos gusta ver que están pasándolo mal, así que hemos decidido tirar para delante con todos nuestros trabajadores”, explica.
“La respuesta ha sido increíble y estamos agradecidísimos a todos nuestros clientes. Parece que la gente está animada y nos está apoyando muchísimo. Queda claro que somos el país más solidario del mundo. Cuando estábamos al 30% y abriendo solo a medio día en realidad casi no daba ni para comer, pero la clientela lo entendía, se adaptaba a la necesidad de repartir tiempos en dos turnos y sin protestar”, recuerda Alberto.
Respecto a las perspectivas, las sensaciones son buenas aunque muy pendientes de que no haya un paso atrás: “Empiezo a ver luz al final de túnel y tengo mucha confianza en que avance la vacunación. No sé qué pasará en las próximas semanas, pero parece un momento clave, y si realmente lo superamos creo que ya no habrá más cierres”.
El menú para celebrar la nueva normalidad en El de Alberto se compone de galletas especiadas con steak tartar de solomillo y ceviche de langostinos con leche de tigre de naranja y zanahoria. De segundo, un salmonete con grelos y su jugo.
El Serrano
Lo cierto es que todavía hay muchas tascas, mesones y bares de tapas en los que disfrutamos -también- cenando, pero que todavía no pueden ampliar horario al carecer del requisito de la licencia de restaurante. Es el caso de El Serrano, (Galera, 42) que el 16 de enero estrenó su nueva localización, a unos metros de la clásica. Menos de dos meses después se decretó el estado de alarma y tuvo que bajar la persiana.
Un local para el que habían puesto mucha ilusión y cuidado hasta el mínimo detalle, pero que no tiene la fortuna de tener terraza y que está pensado para el picoteo en torno a la barra. “Realmente ha sido un golpe en el peor momento, metidos de lleno en una inversión reciente. Por naturaleza somos optimistas, tampoco nos queda otra opción…. Estamos deseando volver a la normalidad y sabemos que esta debe ser la recta final”, cuenta Sonia Díaz, al frente del local junto con su hermano Pablo y Javier Castro.
Ha sido un año sin “jornadas completas”, horarios y aforos reducidos, varias temporadas cerrados, y sin poder usar la barra. Acababan de dejar el local niquelado y tuvieron que remangarse de nuevo para hacer pequeños cambios con los que sobrellevar la situación. “Tuvimos que adaptar el local, tenemos una barra de más de 5 metros y había que inhabilitarla. Optamos por poner unas mesas altas que mantuvieran la distancia”.
Sonia hace hincapié en lo arropados que les han hecho sentir sus clientes. “Todo este tiempo hemos sentido su cariño y el apoyo, estamos muy agradecidos. Entienden que somos un lugar seguro, que cumplimos con todas las normas que nos exigen. Somos los primeros interesados en que esto mejore”.
Aunque reconoce que por ahora no están para muchas celebraciones, no nos priva de un menú con el imprescindible de la casa, los calamares del Serrano, acompañados por ejemplo con una ensalada de tomate de temporada, sardina ahumada y helado de Aove. Y para terminar, aunque sea posible solo a medio día, siempre un dulce. “Ahora proponemos una panacota de mango con helado de piña”, concluye Sonia Díaz.