El expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, posó el pasado fin de semana ante la cámara encantado con su pack de tercios de Estrella Galicia. Un hecho simbólico y tan familiar para un gallego, que refleja lo lejos que ha llegado la compañía cervecera coruñesa. En una década Hijos de Rivera ha duplicado su presencia internacional y conquistado el mercado nacional, que no exploró hasta 2010.
Al parecer, la instantánea fue sacada en el restaurante español Ibiza Kitchen, ubicado en Wetchester, Nueva York, donde reside el 42º presidente de Estados Unidos. Tras la cena, un expatriado español le pidió a Clinton que posase con el pack. Quién sabe si en el menú estaba la tarta de Santiago que se sirve en el local, lo que sí suponemos es que la cerveza pasó por su paladar y obtuvo su visto bueno.
El pack, por cierto, cruzó el Atlántico desde Agrela, único punto de producción que por el momento tiene la compañía de Hijos de Rivera. Eso sí, los planes de expansión para Estrella Galicia son ambiciosos: en 2023 esperan poner en marcha una nueva fábrica de cerveza en el polígono de Morás en Arteixo, mientras avanzan en sus planes de tener otra fábrica en el continente americano, concretamente en Brasil.
Ignacio Rivera, actual consejero delegado de Hijos de Rivera, afronta una estrategia de expansión sin prisa pero sin pausa. Le toca a él ahora dar el paso análogo al que dio su abuelo, cuando en 1967 tomó la decisión de trasladarse al polígono de Agrela y seguir creciendo en capacidad de producción, dejando atrás la fábrica de Cuatro Caminos cuando se le quedaba pequeña. Hoy, Brasil ya supone para Estrella Galicia su segundo mayor mercado.
La compañía, fundada en 1906, ya pasó tiempos difíciles, algo que precisamente Ignacio Rivera recordó durante la presentación de resultados hace unos días, incluida la guerra civil y la Segunda Guerra Mundial. Fueron años de extrema dureza, en los que la compañía logró resistir cultivando en Galicia lúpulo traído de Inglaterra, ante la escasez de materias primas llegadas del exterior. De ahí que Ignacio Rivera se muestre optimista y con la esperanza de recuperar las cifras previas a la pandemia este mismo año. Por algo su nuevo lema es ser “la resistencia”.
Mientras, la compañía sigue creciendo en otros frentes. Incrementó su número de trabajadores en 2020 sin recurrir al ERTE y realizó inversiones por más de 68 millones de euros. A nivel de patrocinios deportivos, a su ya tradicional apoyo a los equipos gallegos de fútbol, se ha sumado su apuesta por el motor. Tras patrocinar al campeón Marc Marquez en el Mundial de motociclismo ahora hace lo propio en la Fórmula 1 apadrinando a Carlos Sainz, quien este fin de semana ganó su primer podio en Mónaco.
Si en 2011 sus productos estaban presentes en 30 países, hoy llegan a más de 60 mercados de todos los continentes, duplicado el alcance de su internacionalización en una década. Y parece que el camino de apertura al mundo no acaba más que empezar para esta empresa que lleva por bandera ser una empresa orgullosamente familiar y no perder en ningún momento su esencia artesanal.
Pero recordemos que esto no fue siempre así. Durante sus primeros 100 años de existencia a Estrella Galicia la conocían, fundamentalmente, los gallegos. Algún turista empezó a preguntar qué era lo que bebían los de aquí y empezaron a probar el brebaje con su puntito amargo y su cuerpo con carácter, con Galicia en su etiqueta.
Sin ir más lejos, el primer anuncio que Estrella Galicia se emitió en televisión en 1985 y fue creado exclusivamente para la Televisión de Galicia. No fue hasta el año 2011 cuando comenzó a promocionarse a nivel nacional. De ahí a ser la cerveza “más querida” y estar presente hasta en las campanadas de fin de año.
Lo cierto es que Estrella Galicia tardó un siglo en salir de Galicia y que en solo una década ha conseguido demostrar que se puede fabricar cerveza de bodega en un rincón del noroeste de España y desde aquí llevarla por todo el mundo. Y que Bill Clinton se abrace a un pack de Estrella.