El ecuador del mandato municipal suele ser siempre una especie de punto de no retorno para los gobiernos. Da igual el color, porque se trata del instante donde las promesas deberían empezar a convertirse en realidades, ya que el tiempo para unas nuevas elecciones empieza a correr de forma desesperante.
Suele ser ese ecuador el punto en el que las reivindicaciones de los empleados municipales, ajenos a la crisis y a los recortes de las situaciones de crisis más allá del tijeretazo del 2012, empiezan a plantear sus exigencias para sacar la máxima tajada con la cercanía de las urnas.
Esta vez, la batalla sindical ha empezado mucho antes pero, como siempre, la punta de lanza la ostenta la Policía Local, un cuerpo cuyo rendimiento sería muy analizable, pero que ha sabido aprovechar la debilidad de todos los gobiernos locales, excepto del del PP (2011-15) para sacar una ventajosa situación que es la envidia de sus colegas del resto de Galicia.
Como nunca es suficiente, han empezado exigir (esta vez con la razón de un documento firmado por la Marea) el cumplimiento de los compromisos de anteriores corporaciones. Y han encontrado para ello la complicidad del edil Juan Ignacio Borrego, responsable de Seguridad Ciudadana después de ser expulsado de Deportes, conocido por su falta de rigor y, desde luego, desconocimiento en la materia.
Seguridad Ciudadana empezó dependiendo directamente de la alcaldesa, Inés Rey, que pronto se deshizo del marrón de las protestas sindicales aprovechando que había que buscarle un nuevo cometido al concejal Borrego. Para completar el despropósito, incorporaron una nueva jefa para acompañar al eterno jefe, Carlos Touriñán. La elegida, Montse Paz, funcionaria de prisiones, presentaba como principal aval su lealtad a José Manuel Lage Tuñas y su puesto 19 en la lista del PSOE en las municipales. Tan poco clara está su designación que al menos dos partidos han pedido ya el expediente de su designación.
Se suponía que en el cuartel de Orillamar no iba a montar muchos líos el empresario reconvertido a político, pero con la ayuda de su inefable hombre de confianza ha puesto bajo sospecha varios contratos de ropa y otros enseres del 092. No contento con eso, el edil Borrego se ha atrevido a negar lo evidente, que en la noche de San Juan 13 de los 20 municipales no acudieron a su puesto de trabajo, conforme a lo programado. Y que, por ello, la alcaldesa tuvo que pedir ayuda a la Subdelegación del Gobierno para garantizar la seguridad en una noche muy especial para la ciudad.
El concejal Borrego se atrevió a desmentir a su alcaldesa, y teórica jefa, pese a que fueron enemigos en las primarias socialistas, en los micrófonos de una antigua colaboradora de su empresa. Quizá para intentar hacerse con alguna simpatía de cara a la purga de la lista que se avecina.
Mientras, la pelea sindical seguirá. La alcaldesa, que fue concejala de Seguridad los primeros meses del mandato, tendrá que confiar, otra vez, en que su mano derecha, Lage Tuñas, sea capaz de apaciguar a un colectivo que ya ha dado sobradas muestras de no tener reparos en endurecer sus protestas.
El problema es que Lage tiene muy limitadas sus posibilidades financieras, porque sigue enrocado en no hacer unos presupuestos nuevos, quizá porque dan mucho trabajo. El margen de maniobra para para saciar a la Policía Local más que escaso, es inexistente.
La imagen de la concordia que tanto le gusta vender a Inés Rey ya saltó por los aires en el primer cara a cara con los trabajadores. Las diferencias no han hecho más que empezar y ni el edil Borrego ni los trucos de Lage parecen las mejores armas para afrontar un problema que acabaremos pagando todos los coruñeses.