Varias generaciones de coruñeses crecieron escuchándole porque tenía el don de no dejar a nadie indiferente. Y la radio en realidad es eso. O lo era. La radio con José Gerardo Fernández Bragado (Zamora, 1962) consistía en empezar un programa de deportes a las dos de la tarde y tres cuartos de hora después anunciar los titulares con los contenidos. Y entre medias latía la capacidad de mantener al oyente pegado al receptor, generar reflexión y opinión. Y aportar, obviamente, información.
De un lado estaba la percepción de los oyentes, del otro los avatares de un periodista que se movía en un entorno particular que, con el tiempo, le llevó a trabajar de gestor de su emisora, primero al amparo de gigantes como La Voz de Galicia o la mítica Antena 3 Radio, la cadena que a mediados los ochenta le dio un vuelco a la radiodifusión en España, más recientemente en un proyecto naciente como Inter Coruña.
La vida ha llevado ahora a José Gerardo Fernández a Madrid, donde ejerce desde hace año y medio como director general de Radio Intereconomía. Pero no es capaz de pasar largo tiempo sin regresar a casa. En tiempo de cierres perimetrales el trabajo le trajo de vuelta durante unas horas y fue capaz de encontrar un tiempo para recibir en A Toquera, su feudo. Allí de frente a Santa Cristina, sin que la ría se mueva un pelo, lanza una primera reflexión: “Esto es una maravilla. En Coruña se está demasiado bien. Espero que tarde muchos años, pero si Dios quiere moriré en Coruña”.
Algo tendrá de bueno vivir en Madrid…
Sí, muchas cosas. Conocía Madrid porque siempre he tenido que ir allí cada poco tiempo por cuestiones de trabajo. Y además, cuando era joven, iba todos los veranos porque la familia de mi madre vivía allí. No voy a decir que es otro nivel respecto al resto, pero no desmerezco a nadie si digo que todo está allí. Es muy cosmopolita. Por decirlo de alguna forma: hay mucha gente rara en Madrid. Yo lo soy y a los raros nos acoge bien una ciudad así. Es bonito trabajar allí.
¿Los que decidimos no marchar nos equivocamos?
Sí. Os equivocasteis. Yo también lo hice. Puede irme antes en dos ocasiones. En el 89 para hacer información deportiva y en el 94 porque la empresa en la que trabajaba intentó crear desde allí una pequeña cadena de radio que quería ser grande, pero a la que las circunstancias políticas la machacaron. Dijeron que como iban a hacer aquello esos del córner. Y no nos dejaron. Ahora me he ido. Tarde, pero cada cosa llega en su momento porque muchas veces lo profesional tiene que conjugar con lo personal.
¿Recuerda su primer día en A Coruña?
Perfectamente. Yo sólo había venido a Galicia con la escuela, cuando tenía trece años. Íbamos a Vigo, A Toxa, las Islas Cies y como mucho nos subían a Santiago. Pero siempre me había quedado con el rollo de que decían que Coruña era muy bonita. Y llegué con 23 años, el 9 de junio de 1986 me subí al Expreso en Zamora. Hacía un día precioso. De hecho yo no conocí la lluvia en Coruña hasta dos meses después. Y llegué y me fui al Hotel Rivas, el que ahora es Hotel Plaza, en Cuatro Caminos. Dejé las cosas y caminé hasta la emisora, que estaba a 50 metros.
Venía para trabajar en Antena 3 Radio, en el viejo edificio de La Voz de Galicia.
Y allí me presenté. Entré y nada más pisar aquel pasillo largo de la tercera planta me vio, medio regordete, Bieito Rubido, que era el director, y me dijo: “Hay que predicar con el ejemplo”. Yo venía como jefe de Deportes… Pero a mí a refranes no me gana nadie y le contesté: “Soy la excepción que confirma la regla”.
Era muy joven.
Tenía 23 años. El caso es que Bieito me coge y me dice: “Venga, no discutamos. Bajamos a tomar un café”. Me llevó a desayunar y me presentó a uno de los tipos más entrañables que he conocido en Coruña, César Bonilla. Una persona buena por excelencia, encantadora.
¿Y le pidió churros?
Claro. Me preguntó cuantos quería. “Una docena”, le dije. El problema es que en Zamora los churros son como los de El Timón. Te comes una docena en un abrir y cerrar de ojos. Pero, claro, en Bonilla era otra cosa. César me miró, me dijo: “Joder, que bruto”. Al final me comí cuatro churros. 9 de junio de 1986, un día precioso en Coruña.
¿Por qué le llamó Bieito?
Yo estaba en Antena 3 Zamora con un director, Pepe Blanco, que era una buenísima persona. Y cuando se reunían los comités de la cadena en Madrid hablaba con Bieito, que se quejaba de que necesitaba a alguien en deportes porque García exigía mucho. Entonces estaba Eusebio Álvarez, que era una persona estupenda que además escribía en La Voz de Galicia, pero que trabajaba en Tráfico, no estaba a tiempo completo en la emisora. Y estaba también de colaborador mi entrañable Lolo Gantes. Pero necesitaban a alguien en Deportes. Y Pepe Blanco le dijo que tenía a alguien que podía hacerlo, a un chaval que es un peleón y tal…
¿En Zamora hacía Deportes?
Hacía de todo. Era una emisora pequeña y allí empezabas en El primero de la mañana y luego todo lo que venía después. Yo venía de Radio Popular, que es donde empecé. Nunca trabajé en la COPE. Yo trabajé en Radio Popular.
¿Y aceptó la oferta para venir a un sitio que no conocía?
No, no la acepté. Lo que ocurrió fue que un día Marga Gallego, gran periodista que está desde hace muchos años en el departamento de Cultura de TVE, trabajaba en Antena 3 Galicia y me dijo que en Coruña querían hablar conmigo. Pero las cosas de palacio van despacio y La Voz de Galicia era un palacio. Así que un día me encontré a Marga en la estación de Zamora. Ella se sacaba un billete para Coruña y yo uno para Málaga. “Oye que te va a llamar Bieito”, me avisa. Y le contesté que ya no hacía falta, que me habían hecho una oferta para irme a Málaga y que para allá me iba. Y allí me tomaron el pelo.
¿Qué ocurrió?
Me dijeron que iba de subdirector. ¡Con 21 años! Y yo me dije: “¡Dios, con lo que me gusta mandar!”. Pero cuando llegué la realidad es que éramos tres, un técnico, el director y yo. El resto del personal eran trabajadores del Diario Sur, redactores del periódico que se pasaban por la radio, gente magnífica como Paco Cañete, Manuel Castillo o Paco Rengel, que en paz descanse. Pero los marrones eran todos para mí y el director era un bicho. Ni le voy a nombrar. Y la vida en Málaga no me acabó de convencer. Yo estoy para el cachondeo siempre que quieras, pero luego tengo un carácter para el trabajo que es castellano, seco. No desagradable, pero sí áspero. Y a mí no me iba aquello de quedar con alguien a las cinco de la tarde y que apareciese a las ocho y ni pidiesen disculpas. Así que un año después me volvió a llamar Marga y le pregunté si lo de Coruña seguía vacante.
Aquí estaban en el palacio.
De hecho aquel día parece ser que Bieito había preguntado de nuevo por mí. Así que le dije a Marga: “Dile que si me llama ahora le digo que sí”. Y me llamó.
¿A qué edad supo que quería trabajar en la radio?
Yo entré con 17 años, pero yo lo que quería era estudiar historia y ser profesor.
¿Y entonces?
Jugaba al baloncesto. Ahora no lo haría porque no daría la talla ni nada, pero antes con mi estatura se podía jugar.
De base.
Sí, sí. Éramos un equipo muy extraño. Llegamos a ir al campeonato de España, pero éramos raros porque de los diez teníamos a cinco que superaban el 1,95 e incluso alguno llegaba a los dos metros. El resto éramos del 1,75 de toda la vida.
¿Pero era usted bueno? ¿Un base jugón?
Tiraba, organizaba, bueno… movía al equipo. Pero prefiero no decir nada que si no me van a llamar fantasma. El caso es que hubo un campeonato, lo ganamos, tuve un día bueno y metí no se cuantos puntos. Y me llamaron para hacerme entrevistas desde Radio Zamora SER, de El Correo de Zamora… Y me llamó Evaristo Peláez, que era el que llevaba los deportes en Radio Popular. Fuimos un compañero y yo y vimos la discoteca que tenían en la radio, que era magnífica.
Mi compañero le echó morro y le dijo a Evaristo si nos dejaba ir allí a grabar unas cintas casette y él nos vio tan jóvenes y echados para adelante que nos dijo que nos dejaba a cambio de ir a los partidos de fútbol a los campos federativos y hacerle alguna crónica. Y así empecé. Mi primer trabajo en Radio Popular fue el 9 de mayo de 1980, un torneo de la fiesta de Morales del Vino, en un partido entre el equipo local y el Zamora, que entonces estaba en Segunda B.
Y se enganchó a la radio.
Es que me acuerdo que mi compañero, Félix, que iba a estudiar también historia, grababa las crónicas del partido con la ficha técnica y el comentario. Lo hacía en unos magnetófonos que si te daban con ellos en la cabeza te mataban. Y se tenía que grabar como unas treinta veces. Y yo a la primera lo sacaba. Pero el caso es que colaboré un tiempo y seguí con los estudios: Hasta que un día me encontré al subdirector de la emisora, Luis Felipe Delgado, y me preguntó por qué había dejado de ir por allí. Y me acerqué y volví. Me gustaba aquello.
¿Encontró una vocación inesperada?
Sí. A mí lo de largar se me daba bien. Empezamos en la FM, los primeros en Zamora, y hacíamos un programa de música de doce a una y media de la madrugada, de música y de decir chorradas. Llamábamos a nuestras profesoras y las entrevistábamos.
Antes la gente se enamoraba de la radio. Había pasión. Ahora un chico de 17 años consume más productos audiovisuales que nunca, pero no escucha la radio. Y siguen triunfando los buenos comunicadores.
Pero no está en la radio el buen comunicador. El Ibai este no está en la radio.
En youtube o en twitch hay mucho talento. La media inglesa, por ejemplo. Comunican de maravilla.
¡Sí! Los conozco, los he visto. La pena es que gente así no tenga cabida en la radio.
Al final los chicos de 17 años no saben ni encender la radio.
Y el que lo haga no sintonizará el 87.7 porque se va a Radio Garden, donde están todas las emisoras del mundo. No escucharán la radio en un receptor de FM, ni siquiera en el coche. Lo que me sugiere todo esto que tenemos que espabilar y adaptarnos. Tengo la sensación, por un lado felicísima y por otra tristísima, de que hay unos clientes que nos piden que le subas a la red el programa o que lo enlaces en todas las redes sociales habidas y por haber. Y llegas a pensar que lo de haber salido en la radio les importa tres pepinos. Pero lo evidente es que hay que evolucionar. Cierto es también que ahora cualquiera puede hacer radio por internet, pero todos esos proyectos por ahora no duran mucho.
No es el caso de los podcast, que sí que están pegando fuerte.
En efecto, pero los mejores vienen de gente con miles de seguidores o que vienen de la radio convencional.
¿Quién tiene talento para hacer radio tiene más opciones de expresarlo ahora que hace treinta años?
Sí. Y cada vez la gente está más preparada. Pero cuando se pone el pilotito en rojo aunque lo tengas todo escrito hay que interpretarlo. Eso es lo que les digo a los alumnos del máster en comunicación a los que doy clase. Hay una práctica, dedicación, hay que darle valor a la radio. Hay técnicas.
Pero cuando se sienta ante el micrófono y suelta una homilía de 45 minutos antes de dar paso a los titulares casi siempre suena como algo visceral. ¿Eso está preparado?
Las homilías son en la COPE… Siempre tienes que tener algo previsto. Hay gente apocada que luego ante un micrófono aplican organización en la mente, guión, saber lo que vas a decir, lo que no puedes decir, lo juntas todo y te salen 45 minutos aparte del calentón algo tienes que tener detrás, alguna idea.
¿Y la capacidad de mantener a la gente a la escucha y que no desconecte?
Yo sigo teniendo contacto con José María García, que alguna bronca me echó y alguna discusión tuvimos. Pero es un crack y fue quien dignificó la profesión de periodista deportivo. García hacía programas buenísimos y a veces hacía otros que eran un bodrio. Pero lo que te mantenía pegado al receptor era el tonillo, el estar expectante a ver que iba a decir. Y un poco el rollo mío parte del conocimiento y vas hilvanando porque si hablas de las cuentas del Deportivo, por ejemplo, yo me puedo retrotraer al año 1985 cuando el Deportivo acaba de comprar unos pisos, a 500.000 pesetas.
O puedo contar que les venden pisos a jugadores en San Pedro de Mezonzo y el notario desaparece y aparece al cabo de unos años en Mallorca. Y que Caixa Galicia, que había dado los créditos por pongamos mil pesetas y has ido pagando durante años, llega un momento en el que te dice que sigues debiendo mil pesetas. Y vas hilvanando con los recuerdos y la memoria y abusas un poco de eso para construir un relato.
Pero hace falta saber contarlo.
Bueno. Unos lo hacen bien por escrito y otros ante un micrófono.
Hay gente que hace prensa escrita y radio. Y lo hacen muy bien. Por ejemplo, Xosé Manuel Mallo.
Le cuento una de Mallo, con el que tengo una relación magnífica y estoy orgulloso de ella, pero con el que durante un tiempo no me hablé. Me malmetieron con él y, en vez de hablarlo, estuvimos dos años sin dirigirnos la palabra. Mallo es un gran periodista, de radio más limitado. ¡Más limitado! Es la verdad. Pero aún así lo hacía bien. A lo que iba… Fuimos a Valladolid y compartimos cabina, que allí son enormes, con reverberación. Él empezó un cuarto de hora antes que yo y empezó a gritar como un loco. Y yo pensé “con este no tengo ni para empezar” y retransmití pegando voces como un energúmeno. Mallo es uno de los grandes conocedores de lo que ha pasado en el deporte coruñés en los últimos 40 años. Lo conocí de árbitro, me llevó Lolo Gantes a Salesianos y allí estaba pitando fútbol sala.
Salesianos era el centro de la Coruña futbolera de ocho de la tarde a diez de la noche.
Yo tenía esa ventaja, la de llegar aquí solo y no tenía otra cosa más que trabajar y conocer gente. Y si había que acabar la noche hablando de fútbol sala con Miguel Mosquera en Chaston pues se acababa, ningún problema.
Hay algo que era fascinante de la radio que era que se conocía la voz, pero no el físico. No se le ponía cara al periodista. El caso de Sara Estévez, en Bilbao, es el paradigma de ello.
A mí se me conocía poco, pero si hablaba la fastidiaba y ya me identificaban. Me empiezan a conocer cuando empiezo a salir en el periódico con historias del Día de la Bicicleta.
Pero lo bonito era escuchar a alguien y no conocer su cara.
Porque la radio es imaginación. ¡Es que yo escucho la radio! Entonces me gustaba su compañía y luego intenté aprender cosas de ella.
¿Se mueve por pasión?
Seguramente. Yo llego a Málaga muy joven y me meto en un hotel que daba asco y por la noche escucho un ruido tremendo. Al despertar me asomo a un patio interior y estaba la policía. Había un muerto. Llego a la emisora en la calle Compositor Lehmberg Ruiz, número 9, edificio Jábega 1, oficina 21, levanto el teléfono y llamo a la que entonces era mi novia. Y ella sabe que yo soy cariñoso, pero desarraigado, que si me tengo que ir a Málaga, pues allá me voy, no tengo problema. Y me dice: “Te noto triste y es algo raro”. Y le confesé que aquello no me acababa de convencer. Pasa el tiempo y a Coruña llegó el 9 de junio de 1986 por la mañana. No llamé a casa hasta tres días después. Con eso lo cuento todo.
Porque fue a Bonilla.
Y porque Marga Gallego me enseñó la ciudad, aquella Coruña de Paco Vázquez, que entonces era Paco el Topo porque estaba haciendo los aparcamientos. Pacochet también le llamaban. Luego le conocí. Tendrá muchísimas cosas malas, como las tenemos todos. Pero será muy difícil tener un alcalde igual.
¿Cayó de pie en la ciudad?
Sin duda. Me acogió la gente mayor y me cuidaron mucho. A Vituco Leirachá nunca le estaré lo suficientemente agradecido, Orestes Vara andaba por allí, Tito Sanjulián… Me bajaban cada día a Os Capillas y me hinchaban a tomar fritanga, empanadillas, calamares.
Y se integró en una gran empresa
¡Oh! Tremenda. Yo llamaba a Málaga y me contaban que en el Diario Sur estaban adaptando las maquetas de La Voz de Galicia y que había gente del periódico en Coruña aprendiendo como hacerlo. La Voz era una referencia absoluta en aquel momento. Es una empresa que ahora no sé como está, porque ya hace ocho o nueve años que estoy lejos de allí, pero que entonces era un gran lugar para trabajar. Por todo, por el cariño con el que trataban desde el dueño a todos los redactores, pasando por el director o el jefe de redacción. E ibas por ahí, seguías al Deportivo y te integrabas en Antenas 3, que era una cadena pujante. En Galicia las emisoras de Antena 3 las administraba La Voz y todo eso levantaba admiración fuera de aquí.
¿Cómo era esa dicotomía Antena 3-La Voz de Galicia?
En 1982 se legalizan las emisiones en frecuencia modulada y un poco antes se crea Antena 3 Madrid con Javier Gimeno, con Manuel Martín Ferrand o José María García. Poco después llega Luis Ángel de la Viuda, que era el dueño de Radio 80. Y Madrid contacta con grupos editoriales regionales, con el Heraldo, La Voz, Prensa Ibérica… Lo hicieron para tener fuerza en el reparto de emisoras y conseguir más. Lo que había aquí era una administración general de La Voz de Galicia y la dirección de Antena 3 Madrid.
Antena 3 empieza sus emisiones en A Coruña el 3 de abril de 1983. Es decir, nos perdimos el Mundial con García. Había una expectativa.
Sí. Pero es que además no llega de la mano de cuatro chaiñas sino de la mano de La Voz de Galicia. En la vida, por muy bien que nosotros lo hiciésemos, hubiéramos llegado a los oyentes que tuvimos en el año 91, que eran 110.000 con una sola emisora en Galicia, jamás los hubiéramos tenido sin el soporte de La Voz.
El periódico creyó en la radio.
Supongo que vio un interés comercial. La publicidad distribuida que llegaba de Madrid era un dineral que pagaba todos los gastos de la emisora. Cuando tú le cobrabas un millón de pesetas a El Corte Inglés por una anuncio en cadena, a Coruña le correspondía un poquito.
Pero podría haber habido tensiones en una empresa que hasta entonces sólo se ocupaba de publicar un periódico.
Quizás desde las escalas más bajas, te venía alguien y te decía: “Os estamos manteniendo”. Y yo me descojonaba de la risa porque no era así. A partir del año 87 la radio podía caminar sola económicamente. El apoyo del periódico era brutal, no hay dinero que pagase salir allí todos los días y que la gente leyese “escuche a García todas las noches en Supergarcía en la Hora Cero”.
¿Era García el motor de la cadena?
No. El motor de Antena 3 fue Manuel Martín Ferrand, coruñés. Nunca valorado. Él y García llegan a la conclusión en 1974 de que hay vida en la radio más allá de las diez de la noche y crean un producto de éxito absoluto llamado Hora 25, que aparte de un informativo que le puede gustar a todo el mundo le echan las narices de emitir un programa de deporte a las doce de la noche. Como la SER es tan grande que hacen cosas que los mortales no entendemos, pues prescinden de eso. Y Ferrand y García se van y crean Antena 3. Pero uno los grandes hitos de la radio en España, no digo a nivel técnico sino de programación es Hora 25. Aquello fue la leche.
Y esos mismos son los que luego se ponen a hacer una radio que se quita el corsé y a las diez de la mañana entienden que la radio es cachondeo. Y a la una de la tarde no es cachondeo sino descojone, con aquellas tertulias de Ortuño, Santiago Amón, Carlos Pumares o García Juez. Yo le pagaba aquí a una chica que me llamaba y me decía que no le llegaba el cheque, Ana Rosa Quintana, se llamaba. Participaba en aquellos programas. Se hicieron cosas muy buenas… Gomaespuma, por ejemplo. Fueron unos productos de la leche. Yo siempre he dicho que Antena 3 tenía una diferencia con las demás y era que te conectabas sin saber lo que era y al minuto ya sabías que escuchabas Antena 3.
¿Cómo era Garcia?
Era facilísimo trabajar con él.
¿Exigía?
Por lo que pagaba, que era bastante. Tú veías que iba acelerado, le decían que si era borde o tal… Era un tío muy humano. Y también tenía un problema y es que era fácil malmeterle. Se calentaba. Yo tengo una anécdota brutal: el carrusel, que se llamaba Fútbol en Antena 3, empezaba a las cuatro y yo tenía que estar a las tres y media preparado. A y veinte yo estaba siempre en la cabina con mi compañero técnico. Pero salvo que hubiese algo muy importante no entrabas hasta las cinco menos diez para dar las alineaciones. Y luego, excepto en los goles, apenas intervenías en las rondas informativas.
Resulta que hacen una en el minuto 43 y yo me estaba meando, pero meando. Y me digo “bendito sea Dios”. Acaba la primera parte y aviso por línea interna a Ernesto López Feito, de las mejores personas que he conocido en mi vida, de que me iba al WC. Y saltan desde control para decirme que no me fuese, que iban a hacer otra ronda. ¡Pero si acaba de hacer una! Era una cuestión fisiológica y me bajé a mear, que en Riazor era un trecho grande de escaleras. Y es curioso porque aquella ronda en vez de empezar por Primera lo hizo por Segunda, y yo aquel día que iba de séptimo en aquel descanso fui de primero.
Y le pilló en el excusado.
(Pone voz imitando a García) Empezaaaaamos la ronda informativa, Seguros Finisterre. Jooose Gerardo Ferrrrrnández, Coruñaaaa.
Alguien le malmetió, le habló mal de mí diciendo que era un jetas, que si esto o lo otro. Y yo, otra cosa no, pero cumplidor siempre lo fui. No entré en la ronda y entonces García dijo una frase que se recordó durante mucho tiempo: “José Gerardo Fernández se autovacacionó”. Al día siguiente, pagándolo de mi bolsillo y creo que aún guardo el billete, me cogí un Aviaco y me fui a Madrid a hablar con él. Y le expliqué. Y a partir de ahí no volví a tener ni un problema con él. Tuve luego cuando se fue a otra emisora, pero también fue por malmeter.
¿Qué Deportivo conoció?
Pues un club entrañable. Llego a Coruña con un equipo que decían que no quería ascender. Y se contrata a Eusebio Ríos. Al poco, me llaman del Deportivo y me dicen: “Nos vais a invadir los zamoranos. Vamos a incorporar a un paisano tuyo”. Y llegó José Ángel Franganillo, que salía del INEF de Barcelona recomendado por Eduardo Lamas. Vinimos los dos con once días de diferencia.
Con Ríos se quiso subir, pero el equipo perdió las opciones en el mítico partido del play-off contra el Celta y un lamentable arbitraje de Díaz Vega.
Hice un amistoso ese verano en el que descubrí lo que era la rivalidad. Fue en Cedeira, antes nos pusimos morados a comer percebes, bonito y rape en el Badulaque. Luego en el campo recuerdo que acabaron con empate a uno, pero sobre todo tengo grabada una acción, junto a una de esas vallas que tenían los campos al pie de la línea de banda, en la que un tal Vicente, del Celta, y un tal José Luis, del Deportivo, al disputar un balón se dieron un leñazo monumental. Eran los capitanes de ambos equipos. ¡Grandes, brutos, fuertes, magníficos jugadores! Y la leche que se pegaron, en un amistoso, por no ceder ninguno en un balón dividido. Allí entendí lo que era la rivalidad entre los dos clubs.
Pasa el tren junto a la Toquera. “Ese va a Valencia. Lleva etanol”, explica José Gerardo.
Una de sus pasiones es el mundo del tren. ¿Por qué?
Yo nací en un barrio de Zamora que estaba muy cerca de la estación y los padres de muchos de mis amigos eran ferroviarios. Curiosamente no monté en tren hasta que tuve 13 años y eso me tenía muy quemado. Cogí un TER que venía de Coruña y me llevaron hasta Toro. Volvimos en Ferrobús. Tengo un recuerdo inolvidable. Y con el paso del tiempo vas leyendo y te gusta… Y desde el año 89 hasta el 91 yo llevaba paralelamente a mi trabajo en el radio, porque era una cosa muy pequeñita, el gabinete de comunicación interna de Renfe. Hacía artículos para una revista. Me ofrecieron quedarme en Renfe en 1991, pero era cuando Antena 3 había llegado a los 4.600.000 oyentes, una época de esplendor. Y me quedé en la radio. Quien entró en Renfe por mediación mía fue una gran persona y amigo, Isaac González Toribio, que ahora es director de comunicación de Abanca.
¿Cuándo conoció a Lendoiro?
Yo me guiaba mucho por Lolo Gantes, buena persona donde las hubiese, y un tipo que conocía Coruña. Lolo es la persona que se ha ido por la que más he llorado. Yo creo que no lloré tanto ni por mi padre, fundamentalmente porque lo suyo fue ley natural, pero lo de Lolo fue inesperado, un accidente de tráfico con 48 años. Me dejó muy tocado. El caso es que Lolo me hablaba del hockey… Y yo me preguntaba que era aquello del hockey. Había visto algo mientras hacía la mili en Almería porque allí había un equipo. Y en Salamanca, también. Fui a jugar un partido de baloncesto y los vi jugar. Pero no tenía ni idea de hockey.
La primera vez que hice un partido, una Copa del Rey, le llamaba pelota a la bola. Hice el ridículo todo lo que quise, pero lo di por bien empleado porque ganó el Liceo. Y Lolo, que había estado en la creación del club, me decía siempre: “Aquí hay un tío que es un fenómeno”. Y al poco de estar en Coruña fui un día a la Avenida de Arteixo, 17, primero, que es donde estaba la sede del Liceo y conocí a Andrés Caramés, otro tipo entrañable. Y me presentaron a Lendoiro. Y, bueno, me cayó muy bien. Vi que era un auténtico enamorado del deporte y un idealista. Luego en el 88 le eligieron presidente del Deportivo en la asamblea de Salesianos. El club estaba fatal y él tiene un mérito brutal por llevarlo donde lo llevó.
Todos pensaban en A Coruña que Lendoiro en aquel momento era la solución. Le avalaba su gestión en el Liceo y, al fin y al cabo, era un hombre de fútbol.
Sí, sí. Le ayudaron hasta desde dentro porque él ha protestado siempre de que le acusasen de que no era socio cuando llegó a la presidencia. Yo no lo sé, pero bendito sea que saliese él como presidente y no los que se presentaban como alternativa. Luego vinieron las reuniones en La Cabaña del Pescador con el “Camina o Revienta”. Nos pidió ayuda a la prensa. Allí estaban también Castelo, Viña… Estábamos muchos, lo que pasa es que algunos se les olvida que también estaba yo. Y, bueno, era nuestra esperanza. La esperanza para el Deportivo. Comíamos con él y nos decía que le teníamos que ayudar e interceder ante nuestros directores, que tenía un proyecto enorme. Y no mentía. Quién se iba a imaginar todo lo que sucedió después… Arrimamos todos el hombro.
Le ayudásteis.
Sí. Y él a nosotros, que nos dio vidilla con el Deportivo. Pero luego llega el año 91 y lo primero que hace es limitar las acreditaciones porque la prensa le molestábamos mucho. A Vituco Leirachá, que había sido presidente del Fabril, dueño de la escritura fundacional del Fabril, no le dejaban entrar al palco de prensa. Y a otros ilustres. A Juan Guillín no le dejaban acceder por Marca, le decían que tenía que ir por El Ideal Gallego. Y García, que hablaba mucho como yo, se pasó con una expresión, no por lo que dijo que tenía razón. Pero dijo algo feo. Lendoiro se enfadó y vetó a Antena 3. Pero además de vetarnos la reacción fue durísima porque el abogado poco menos que decía que nos diesen de hostias a la salida del estadio.
Y fue el primer periodista contra el que se gritó en Riazor.
Sí. Me pusieron una pancarta: “Vigo no, aunque te joda, Gerardete”. Y un día, con Pachi Dopico de testigo, fui a la Plaza de Pontevedra, a ver si se podían arreglar las cosas. “Noooo, no se puede hasta que no leáis todo lo que os mandamos”, me dijo. “Si yo fuera presidente del Gobierno os ibais a enterar, os iba a obligar…”. Fíjese que ahora, treinta años después vino un coletas a decir lo mismo, a controlar los medios. Ahí se deterioró todo. Pasó un año, la vida da muchas vueltas, entra en política Lendoiro y se perfila como secretario xeral para el deporte de la Xunta. Y entonces volvemos a tener una relación cordial, no tan profunda como antes, pero cordial. Si es que yo con Lendoiro durante años cerrábamos un bar que se llamaba el Preludio. Con él y con gente con la que me llevaba muy bien como Caramés o Lamas. Tomábamos arroz con chipirones a las cuatro de la madrugada.
El caso es que su entrada en política les vuelve a poner en contacto.
Sí. Y genial. Llega un momento en que él se decanta por la política sin dejar de ser presidente del Deportivo y el Liceo ni gerente del colegio. Y quiere ser secretario xeral. ¿Le cuento otra anécdota?
Adelante.
A veces me gustaría no tener esta memoria… Se sufre menos. Sucedió en Alicante. Yo llegó al hotel de tomar unos refrigerios con tres personas del Deportivo a las que quiero con locura, una ya falleció, Antonio Vázquez, el gitano. Y las otras dos ahí siguen, Franganillo y Suso Méndez. Meliá Alicante era el hotel. Y estaba Augusto sentado en torno a una mesa. Cenando. “Quiero que me cuentes la realidad del deporte coruñés”, me dice. Y continúa: “Lo sé todo sobre fútbol y fútbol modesto, también de hockey, pero me falta el baloncesto, el voleibol…”. Estaba yo como para contar a estas horas, le dije.
Era su horario laboral.
Andaba con el paquete de Ducados, que apuntaba cosas en él. Le dije que ya hablaríamos y le acabé haciendo un informe… Luego pasó el tiempo, suceden problemas con mi empresa. Yo no me metí, jamás hablé a nivel personal de él ni de su familia. Y llega el año 2003, el 4 de enero. Se juega un Deportivo-Celta en un momento en el que teníamos la cadena Radio Voz y emisoras en Coruña y Vigo. Y pedimos acreditaciones para cadena, para Coruña y para Vigo. Y nos las niega.
Ya estaba todo muy enconado. Pero fue una época de tiras y aflojas. En mayo del 2000 cuando el Deportivo gana la Liga el tifo que se hace en Preferencia incluye una “uve” enorme del logo de La Voz de Galicia, que es quien lo patrocina. Y en octubre de ese mismo año, el día 4, para contrarrestar la salida del primer número de La Opinión, en La Voz se publica un póster del equipo para el que se cerró Acea de Ama en exclusiva.
Eso es márketing. Había momentos mejores y regulares, pero a partir de 2003 se enrarece todo porque además sucede una polémica por unas palabras que se dicen en cadena, entonces ya estábamos asociados a Onda Cero, contra Lendoiro. Y por una vez en la vida él tenía razón. Lo que pasó al final es que nos castigó a todos, a los de Madrid y a los de Coruña. Pero, bueno, Lendoiro era muy de eso. Tengo un informe con toda la relación de vetados en algún momento y está casi toda la prensa. A Antena 3 Televisión la vetó porque un día cubrió un entrenamiento y le pasó imágenes a la TVG, que ya estaba vetada. Se enteró y les vetó.
Quedan los títulos. Y la deuda. Lo que disfrutamos y lo que padecemos desde hace años.
Lo he dicho mil veces. Fue el mejor presidente de la historia del Deportivo y también el peor. Tuvo la agilidad y la visión de convertir un equipo histórico, pero normalito del todo, en un referente europeo. Pero él cuando tenía que pagar se iba al yate, al “ya te pagaré”. Y nos dejó una ruina de más de 160 millones de euros.
¿Mereció la pena? ¿Es bendita la mochila?
Jamás en la vida defenderé que el fin justifica los medios, jamás. Así que creo que no mereció la pena porque ahora mismo estamos en una situación en la que el club puede desaparecer. Y estuvo peor que ahora.
Pero lo gozamos.
Imagine que ahora nos dicen que vamos a volver a ganar dos Copas, una Liga y a jugar Champions y que para eso es necesario matar a una persona. A una sola persona. Total… somos 46 millones en España. ¿Qué diría?
Pero no es lo mismo. El planteamiento podría ser el siguiente: vamos a volver a ganar, pero vamos a deber después otra vez un pastón sideral y tras celebrarlo va a estar en peligro la continuidad del club, seriamente además. ¿Usted que diría? ¿Arriesgamos?
Yo diría que no. Lo siento, pero no.
Pero a la prensa nos ha ido bien durante unos años con el planteamiento que hizo el club.
Sí. Es cierto. Pero no tanto como decía un directivo del Deportivo que sostenía que en la radio local nos estábamos forrando. Y yo le decía que en realidad cuando nos forrábamos era en Segunda porque en Primera había cuarenta veces más competencia para captar publicidad. Y el tío tenía que ver con ese mundo. Pues no lo sabía. En Segunda además tocabas la fibra y te ayudaban. Y en Primera te mandaban al carallo.
¿Le gusta la radio deportiva que se hace ahora?
¿Cuál?
Podemos distinguir entre nacional y local. En la nacional ahora no hay acceso al protagonista como antaño, que el protagonista del día siempre se ponía al teléfono. Y se tiende a la tertulia. En A Coruña se toman esos tics, pero además en muchos casos no se hace radio deportiva sino radio del Deportivo. Dicen que es lo que quiere la gente, ¿pero no cree que es responsabilidad nuestra difundir y atender a todas las disciplinas deportivas que se practican en la ciudad?
No puedo hablar de la radio local, no la escucho desde hace dos años y prefiero no opinar. Pero sí que recuerdo que en 2009 desde el ayuntamiento nos concedieron un premio a la labor mejor informativa en Radio Voz y en el trofeíto, que era una Torre de Hércules, pone “por hablar y destacar todos los deportes”. Tú tienes que hablar del Dépor, el primero. Porque además es lo que vende y vives de la publicidad. Pero tú en una radio local tienes que hablar de todo. He hablado de deportes sobre los que no sé ni como se juega. ¿Hay que hablar del Dépor? Sí. ¿Exageradamente? Sí. ¿Sólo del Dépor y no hablar de nada más? Eso es un error.
Dicen que la gente cambia de emisora cuando se deja de hablar del Deportivo.
¡Tú sabes la satisfacción y como corre como la pólvora por el whatsapp si hablas de fútbol gaélico! O de piragüismo, de colombofilia he hablado en la radio… Hay un interés informativo y una curiosidad. La clave es hablar poco y de muchos deportes.
¿Y la radio deportiva nacional?
Es increíble que una cadena haciéndolo tan mal como lo hacen tenga millones de oyentes. Es increíble que otra cadena sea un rollo marquetiniano. Y luego sobre que se va a jubilar me alegro infinitamente que quede claro lo que todos pensábamos, que sin la SER y sin García no es nada. Y sí que destaco el magnífico trabajo del equipo de Paco González. Son buenísimos. Luego los programas de noche unas veces me interesan y otras no. Y las otras cosas… Florentino, ¿cómo te van a tomar en serio si vas a presentar la Superliga al Chiringuito? Por favor, por favor…
Usted pasó de hacer radio a gestionarla. ¿Fue algo natural?
Sí, seguramente. Desde el 94. Y salió el Día de la Bicicleta, el de la filloa, el tren de la alegría, los especiales en Fitur… Me gustaba. Se me daba bien.
¿Es un buen comercial?
Siempre he estado en emisoras muy bien respaldadas, pero comerciales. Si me dicen de ir mañana a Radio Nacional de España voy como un loco, pero creo que a los dos meses estaría aburrido.
Hacer periodismo en la radio y gestionarla tiene algo en común. Hay que estar en la calle.
En una emisora como Radio Voz nadie te daba guerra, teníamos un equipo cojonudo, una programación asentada. Yo llegaba allí y gestionaba. Y movíamos gente con un equipazo.
Montaban pantallas en el Palacio de los Deportes, organizaban eventos de todo tipo. Ahora la radio, y hablo de antes de la pandemia, no mueve masas en la ciudad ¿Todo eso donde quedó?
Desapareció.
Es una manera de que la radio pierda presencia.
Sí, pero lo empezamos a destruir desde dentro en Radio Voz. Antes de que a mí me despidieran ya se habían cargado a buena parte del equipo. Aburrieron o echaron a la gente. A mí me despidieron por motivos económicos porque decían que no había dinero para pagarme, que no facturaba y la emisora perdía dinero… Antes se habían cargado el Forza Dépor y lo sustituyeron por un programa político y hartaron a muchísimos profesionales que optaron por irse. Y cuando me echan no se hace el Tren de la Alegría y organizan en su lugar una recogida de juguetes en el polideportivo del Ventorrillo, donde tiran fotos en las que fue difícil concentrar a diez personas. Del Día de la Bicicleta hicieron una edición más, y la hicieron un 15 de diciembre, que además era el primer día que abría el comercio para Navidad. Se preparó un cristo notable de tráfico en la ciudad. Y el Ayuntamiento dijo que nunca más.
En definitiva, la radio ha dejado de estar en la vida de la ciudad como lo estaba con ese tipo de iniciativas.
Por supuesto. Radio Coruña hubiera matado por hacer eso. Pero lo hacíamos nosotros. En cualquier ciudad ves que el Día de la Bicicleta lo organiza la Cope y en Córdoba el Día del Aceite es cosa de Onda Cero. Y en Sevilla todos los pregones de las cofradías de Semana Santa son de la Cope. En Coruña no hay nada, la SER hace una serie de foros de economía. Pero actividad popular no hay nada que involucre a la radio. Llegamos a hacer en el Parque de Santa Margarita el Día de la Tortilla, en 2008. Aposté que iban a presentarse 100 personas. Y me llamaron loco. Me equivoqué. Vinieron 102.
Radio Voz había nacido sobre las cenizas de Antena 3 Galicia.
En febrero de 1994.
¿Qué falló en Radio Voz?
¿Cómo qué falló? No falló nada. Fue como un tiro.
¿Por qué murió?
No ha muerto. Existe.
Me refiero el proyecto a nivel nacional.
¡Ah! Cadena Voz. Pues tengo que hablar de 15 millones de pesetas. Intentamos hacer una cadena. La idea fue de Emilio Rey y compramos emisora en Madrid, el 105.5 que emitía en mono, no en estéreo.
¿Creía en el proyecto?
Sí. Era posible. Con La Voz detrás, sin duda. Era una idea muy bonita, lo que pasa es que a alguno le dio un yuyu por si estaban ante otra Antena 3 en ciernes.
Entonces era complicado montar algo así desde Galicia para España. Quizás siga siéndolo.
Y estaban los socialistas en el Gobierno con mucha fuerza y aliados con la SER. Y no lo vieron nada bien. Aparte de que ibas a algunos sitios a concurrir por emisoras y te pedían ya una mordida, sino ya ni optabas al concurso. Pero llegamos a juntar 35 emisoras, Radio Ilusión en Murcia, Valencia, en Mallorca la que tenía Alejandro Vidal con la Banca March, Málaga, Las Palmas, que era una onda media… Todas las de Galicia, por supuesto.
Pero el ejemplo de que no nos apoyaron lo tenemos en lo que nos ocurrió en Madrid. Allí abarcas con la antena todo lo que es la cara sureste de la cordillera de Guadarrama, de otro lado ya es Segovia. Todo hacia el sur es llano, menos una hondonada en el valle del río Perales donde está el único municipio de más de 15.000 habitantes con el que no entras en la capital, Mejorada del Campo. ¡El único! Te conceden una emisora en Torrelodones, en Alcobendas, en El Plantío, en cualquier sitio de la Comunidad de Madrid, metes un poquito de caña y te pueden escuchar en la capital. El único en el que no te escuchan, salvo que te gastes un dineral en electricidad que no teníamos para pagar 40 kilovatios, es Mejorada del Campo. Y ahí es donde nos dieron la emisora.
Entonces Emilio Rey ya dijo basta. A finales del 98 o el 99 hacemos una alianza con Onda Cero, que no tenía emisoras en Galicia y le cedemos la explotación de las emisoras a cambio de un dinero, un muy bien dinero. El acuerdo es que les vendíamos todo lo que teníamos fuera de Galicia, les alquilábamos once o doce emisoras en Galicia durante diez años y nosotros nos quedamos con unas cuantas para hacer una cadena gallega. Y esa es la actual Radio Voz. Así murió la idea de dar el salto a nivel nacional.
¿Pisaste mucha moqueta en aquellos tiempos?
Sí. Estuve en plantas nobles.
¿Y cómo son?
Muy bonitas, con mucha madera. En La Voz me trataron con mucho cariño. Tengo un recuerdo y un sentimiento de afecto, de amor, de ternura, de un gran recuerdo de tanta gente buena que conocí en esa empresa y que me enseñó tanto. También de Santiago Rey, que no me dejaron despedirme de él. O del director Juan Ramón Díaz, que ya falleció. Bieito, por supuesto. El señor Alcañiz, Ameijeiras. Sólo tengo gratitud hacia ellos. Yo era un pobre que llegó allí y ellos me convirtieron en rico, al menos de espíritu. Luego hacia cuatro besugos que los han metido allí por ser unos pelotas, pues no les tengo respeto a ninguno. Y vivo muy feliz lejos de ellos.
¿Hubieras cambiado algo?
Arrepentirse ahora… Yo cometí un error terrible y me lo dijo Bieito mil veces: la vida no se acaba en La Voz de Galicia. Y yo pensé que sí. Lo pensé. Creía que una empresa que te paga escrupulosamente, en la que tienes unas condiciones de trabajo buenas… aunque al final nos llevaron a trabajar a unos estudios debajo de una escalera por algún interés raro que no entiendo y nos dijeron que era para año y medio y ahí llevan ya 15 años. Yo pensaba que aquel trabajo era para toda la vida. Y nunca tuve nada previsto en sentido contrario.
Imaginabas jubilarte allí.
Sí. Pero Bieito es el tipo… Bueno, el tipo al que más quiero en la profesión es Luis Felipe Delgado de Castro, que fue el que me enseñó. Pero el más inteligente que he visto en todos estos años es Bieito Rubido Ramonde.
¿Por qué?
Porque es muy listo. Porque las ve venir. Porque es ágil. Porque se adapta. Porque no se compromete nunca, si te dice algo lo cumple y sino no te lo dice. Y ahora he descubierto a otra persona mayúscula, quizás el más castigado de medios de comunicación en España, que es Julio Ariza Irigoyen. Pero el más espabilado de todos es Bieito. Yo salí de La Voz y lo pasé muy mal, muy mal porque yo me decía a mi mismo que no me merecía aquello, pero me vino Dios a ver con Ariza. Y antes también. Trabajé un año en el Campeonato del Mundo de Ciclismo de Ponferrada, muy bien a nivel económico y en lo profesional una experiencia inigualable.
¿No es duro ser periodista autónomo?
Es muy duro. Mucho. Hay meses que no llevas un euro a casa y tienes que pagar la cuota de autónomos y tirar de ahorros, si los tienes. Si vas facturando y aseguras un mínimo está bien porque no dependes de nadie. Pero si no lo tienes y estás a expensas de que un día llueva y otro haga sol es muy fastidiado. Yo entiendo al periodista autónomo desde que lo he sido durante cuatro años.
¿Y ahora en qué punto estás?
Feliz. Mando y me dejan mandar. Estoy como una moto, pero tampoco quiero decirlo muy alto. Y no quiero que entiendan que ahora diga que me siento así como un rechazo a Coruña. Espero, dentro de muchos años, morirme en Coruña, no en Zamora ni en Madrid. En Coruña.
Y mientras tanto seguirá haciendo cantera de periodistas. Muchos crecieron contigo, pero ¿qué aprendiste tú de ellos?
Ha pasado tan buena gente… Alberto Torres, por ejemplo, tenía las mejores condiciones personales para ser Dios en la radio. Con la voz que tiene y como se expresa es capaz de venderte un frigorífico en el polo. Cuando se hizo una campaña de un señor que decían que era el que mejor narraba en España, yo siempre decía que no habían escuchado a Alberto. Pero no le acompañan otras características. En este trabajo tienes que ser muy cosntante y trabajador. Él lo sabe, lo hemos hablado millones de veces.
Me acuerdo también de Marcos Díez, polivalente a tope. Escuchaba un poco de italiano y el cabrón ya hablaba italiano. Y listo como un ajo, con motor. El primer partido que narra es un Real Sociedad-Deportivo en la temporada siguiente a ser campeones de Liga. Le pregunto: ¿Pero tu has narrado en Radio Coruña? Sí, bueno… sí, sí. Vale, pues venga, para San Sebastián. Y le escuché y me metí debajo de la mesa del estudio. Al cabo de dos meses era un crack, un tío que lo absorbe todo, simpático, que cae bien… Un crack absoluto.
También se curtió contigo Gabriel Barrós, que ahora es director de comunicación del Deportivo.
El más completo de todos. ¿Narraba mejor que Alberto o que Marcos? No. Pero lo hacía muy bien. Antes de ir a trabajar a un partido si Alberto llevaba un papel con documentación, Marcos llevaba dos. Pues Gabriel llevaba doce. Sabía hasta de que color eran los calzoncillos del portero rival. ¡Es que había que verlo! Es un profesional de la leche. Había momentos en los que tú pedías a tu departamento de márketing que te hiciera un cartel para el Día de la Bicicleta y te decían que estaban muy ocupados. Pues iba él y lo hacía. Gabi es brillante. En contra, que es demasiado callado y no se hace ver. Y luego hubo más gente que trabajo conmigo, claro. Hubo de todo. ¿Sabes quién fue mi primer becario?
¿Quién?
Bueno, fueron dos. Óscar Benito, muy buen muchacho, e Ignacio Arias Paz, nieto del escritor del libro que más se ha vendido en España, el Manual del Automóvil, que tiene más de cuarenta ediciones. Y contraté a Alfonso Hermida cuando era un chiquillo y se me presentó en la puerta porque le hizo una oferta la SER y con todo firmado le dejé marchar. Yo tenía fama de que me llevaba mal con mucha gente y a final ves la situación, y eso que dicen de que el tiempo te pone en tu sitio, y en realidad me llevo mal con un par de personas.
Cerremos con el Deportivo. ¿Cómo ves el futuro?
Nefasto.
No fastidie.
Si en Primera tienes 600 millones de presupuesto y luchas con gente que tiene 100 millones, de 50 temporadas el que más dinero tiene va a quedar 49 por delante. Pero en las categorías en las que está ahora el Deportivo, y lo veo con la óptica del que está un poco alejado, el dinero no lo es todo. Es acertar. Y si estás en Segunda B, parecerá perogrullo, pero tienes que hacer un equipo de Segunda B con dos retoques de superior categoría que te den el salto de calidad. Y aquí hemos hecho lo contrario. Ahora buscamos los dos retoquecitos de fuerza, de ganas, de confianza, de visión global de la situación.
Lo veo nefasto el futuro. Lendoiro se ha portado como Atila, el rey de los hunos, que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba. Lo primero que hicieron los que vinieron tras él fue no levantarle las alfombras. Si se portan así contigo, coge y vete para casa. Y aún tiene más que decir. Esos que vinieron detrás, Tino, Calvete, Martín Pita… no tendrán ni idea de fútbol o sí la tendrán. No digo ni una cosa ni otra, pero lo que sí le es seguro es que es buena gente. Se encuentran con, iba a decir una palabra de la que luego me arrepentiré… Se encuentran con un grupo organizado que viene de vivir a la sombra de Lendoiro.
¿Dentro del club?
Como diría Cruyff, el entorno.
¿En que se equivocó la directiva de Tino Fernández?
Algunos se lo atribuyen a un exministro de Franco y en la Transición, a Pío Cabanillas. Él decía: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. A la directiva de Tino Fernández la bombardearon desde el principio desde dentro. Aparte de que ellos cometen errores al incorporar a cierta gente que yo no dudo de sus capacidades, pero que no aportaron nada. Y que ahí siguen, desde el 2014. Si tú no te das cuenta de que tienes que dar un paso a un lado, tiene que haber alguien que te ayude a hacerlo. Y Tino no fue capaz.
Con el tiempo trajo a Carmelo del Pozo, que empezó a asumir parte de ese trabajo. Pero él es un director deportivo.
Es que eso tenía que hacerse desde otro perfil. ¿Qué pensaría Carmelo que es un tipo con un salario normal y corriente de los que se mueven en el fútbol de que le hagan una pintada en su casa, que le toquen el timbre, que le amenacen de muerte por teléfono? Pensaría en largarse de Coruña en cuanto pudiese.
Pero Carmelo tiene carácter para aguantar eso, ¿no cree?
Sí. Carmelo tiene una ventaja. No sé si sabrá si Pepe es mejor futbolista que Juan, pero sabe de que va este negocio. Sin duda. Y está muy valorado a nivel profesional.
¿Qué te pareció lo que vino después de Tino… Zas, Vidal, Abanca?
Zas es un buen tipo. Vidal es un desastre.
¿Sin paliativos?
Su presidencia es un desastre. Lo conozco desde hace muchos años. Buen tío, con un ego y un afán de protagonismo terribles. Y luego se portó mal. Es decir, que se tomasen decisiones en las juntas directivas de Tino y que cada miércoles en La Jijonenca se lo contara a sus dos periodistas de cabecera yo no voy a decir que fuese una traición, pero es una deslealtad.
¿Consideras que fue desleal Vidal con Tino?
Sí. Aunque él diga lo contrario. Pero, bueno, Vidal dice muchas cosas y habría que comprobar cuales son verdad o no.
Si el futuro del Deportivo es nefasto, ¿cómo es el del deporte en A Coruña? ¿No cree que falta una mentalidad polideportiva como puede haber en otras ciudades como Vitoria o Vigo, donde no sólo hay un monocultivo futbolístico?
El baloncesto va a salir adelante en Coruña, pero lo hará por la iniciativa de un grupo que dirige ahora el Basquet Coruña. Mire, cuando yo llegué a la ciudad teníamos un deporte envidiable, un equipo en primera femenina de baloncesto, el esplendor del Liceo con el Pabellón abarrotado, el Chaston era campeón de España, el Sal Lence. Había una oferta magnífica de instalaciones. Y todo eso se ha ido perdiendo.
Me duele mucho lo que está pasando con el Dépor femenino, con el dinero y la ilusión que se invirtió en ese proyecto. Vidal, cuando era directivo con Tino, decía que no creía en el fútbol femenino. Ese equipo, bien tratado, puede ejercer un efecto llamada sobre todo el deporte femenino en la ciudad. Y Coruña es una ciudad de deporte, el badminton o el tenis de mesa estaban al máximo nivel. Pesca submarina… Hemos estado en lo más alto en muchas modalidades y ahora apenas tenemos a las chicas del rugby y el Liceo que ahí sigue. Y luego tanta gente meritoria que lucha contra molinos de viento.
Ahora al menos hay una Concejalía de Deportes. Puede ser un inicio.
Ojalá. Yo ahora estoy lejos, pero eso debería ayudar. Yo siempre pedí esa concejalía.
¿Te ilusiona el Básquet Coruña?
Sí. Es un proyecto serio con gente seria. Y si nos metemos en ACB pobre Deportivo, por Dios.
Ya será menos. Debería haber espacio para todos.
Acuérdese del Liceo. Yo hice una doble página en La Voz de un partido contra el Levante que caían chuzos de punta y sólo abrieron Tribuna y sobraba sitio. Y al Liceo iban 6.000 personas. El Dominicos había ganado la Copa del Rey. Pero, oiga, que en el hockey no se ve la bola. Gritabas gol cuando se movía la redecilla. El tipo que más hizo por el hockey no fue Daniel Martinazzo sino el que inventó aquella redecilla para que supiésemos que había sido gol.
¿Le han dado muchos palos? Y no hablo de los del hockey
Sí, muchos.
¿Algún piropo?
Tres, especialmente. Uno fue el de un niño de 9 años, que por cierto ahora es entrenador de fútbol, que obligaba a su madre a grabar mi programa porque estaba en el cole. El segundo me lo dijo una señora que me confesó que no le gustaba el fútbol, pero que se reía mucho conmigo. El tercero es el de alguien a quien quiero mucho que comenzó a escuchar retransmisiones futbolísticas para tener “conversación conmigo” cuando apenas nos conocíamos ni nos veíamos. La vida da muchas vueltas. Doy fe.