Cuando llegó la pandemia César de la Fuente Núñez (A Coruña, 1986) se dedicaba a indagar en el tratamiento de bacterias y la resistencia a antibióticos en el laboratorio que lidera en la Universidad de Pensilvania, donde trabaja como investigador y profesor. Pero la nueva situación le empujó a adentrarse en el terreno del covid-19 y presentó un proyecto para la detección rápida de covid que el pasado mes de agosto le valió el premio NEMO, dotado con 80.000 dólares. El dinero lo empleó en desarrollar los prototipos de un test rápido que detecta el covid-19 utilizando pequeños chips lowcost.
Este primer test que ofrece un diagnóstico en unos minutos ya ha superado los ensayos clínicos, gracias también al apoyo ágil de su universidad. En la conversación nos adelanta que esta misma semana ha presentado junto a su equipo un nuevo tipo de prueba diagnóstica más sencilla todavía, que funciona en la práctica como un test de embarazo y cuyo precio calcula que rondaría un euro en el mercado. El objetivo es siempre el mismo, “que cada persona en su casa de una forma muy rápida y sencilla pueda saber si tiene covid o no”.
Que este coruñés reciba un premio o reconocimiento no es ninguna sorpresa. Ya apareció en la selecta lista del MIT de jóvenes innovadores a nivel mundial en 2019, y el año pasado la American Chemical Society lo señaló como el “Mejor investigador joven en enfermedades infecciosas de EE.UU”. Investigador y profesor en la Universidad de Pensilvania. De la Fuente ha centrado su brillante carrera en la intersección entre máquinas y biología, pero lo que le ha quitado el sueño estos meses es poder detectar el virus en tiempo real con un precio apto para todo el mundo, lo que puede suponer un gran avance en el control de enfermedades infecciosas, no solo covid-19. Su sueño es que todas las personas, sin importar edad, nacionalidad o capacidad económica, se puedan hacer un test cada día para poner así fin cuanto antes a la crisis sanitaria.
Ante la pandemia, dio un giro en el foco de la investigación que lleva a cabo en su laboratorio. ¿Cómo fue ese cambio de prioridades tan rápido?
En cuanto surgió la pandemia inmediatamente empezamos a analizar lo que podíamos aportar. Una parte del laboratorio había estado trabajando en detectar bacterias antes de que se volvieran demasiado resistentes e intratables, mientras que otra gran parte se centraba en diseñar antibióticos con ordenadores. Como puede imaginar, la proporción de la situación sanitaria nos llevó a querer volcar nuestro conocimiento y las tecnologías de diagnóstico de estas superbacterias a la detección rápida del covid. Poder prevenir la transmisión de enfermedades infecciosas sigue siendo el hilo conductor y todo lo que podamos aplicar para frenar a ese virus que nos tiene en vilo lo queremos aportar.
¿Cuáles fueron los siguientes pasos?
Gracias al premio que recibimos pudimos avanzar con la investigación, barajando diferentes sistemas de diagnóstico que pudieran detectar el virus. Con ese dinero pudimos desarrollar los primeros prototipos. La universidad nos ayudó mucho también, ya que teníamos muy poco tiempo para pedir la financiación y la posibilidad de contar con esos fondos propios para los ensayos clínicos nos permitió avanzar rápido. Siempre es necesario poner en pie una infraestructura y esto puede ralentizar ciertos estudios, pero en nuestro caso ya estaba en marcha.
Para el primer sistema de diagnóstico que diseñamos, y que ya está más avanzado ya que se encuentra ahora mismo en la fase de revisión por pares, el objetivo es que la administración de medicamentos de Estados Unidos (FDA) y las agencias encargadas de aprobar su comercialización y uso en diferentes partes del mundo den su visto bueno cuanto antes. Consiste en un chip sobre el que se deposita la muestra de saliva. Buscamos imprimir el chip en los materiales más baratos, como el papel o cartón, que además permite que sea reciclable. Inmediatamente después podemos obtener el resultado conectando esta muestra al móvil a través de un potentiostato. En el móvil aparecerá la descodificación en unos cuatro minutos, indicando si eres positivo o negativo frente al virus.
¿Cuál sería el coste?
Estamos en contacto con varias compañías para tratar de cerrar un precio de venta de potentiostato en miniatura, ya que hasta el momento ha sido un elemento que se usa para identificación analítica en laboratorios clínicos, sobre todo de metabolitos, pero que todavía no se había usado para aplicaciones diagnósticas. Es decir, si se escala la producción de estos aparatos en miniatura, podríamos hablar de 90 o 100 dólares por cada uno, que podrían ubicarse en lugares estratégicos donde podamos comprobar que no tenemos el virus, y por tanto evitando brotes y nuevas olas de contagios. Esta tecnología nos permite obtener un resultado en cuatro minutos, por menos de cinco dólares cada prueba.
¿Siguen buscando una tecnología de detección aún más barata y sencilla?
Sí, por supuesto. Nos movemos por la curiosidad y por el deseo de aportar para que esta pandemia se acabe, porque ya se ha llevado demasiadas vidas humanas. Seguimos buscando un test todavía más barato y más rápido, más accesible a todo el mundo: gente joven, mayor, con distintas capacidades. Consiste en un hisopo de algodón que cuando se encuentra con el virus cambia de color. Es algo muy similar a un test de embarazo. Utiliza una tecnología diferente al anterior sistema, con la que tenemos la ventaja de que no es necesario imprimir los chip ni usar el potentiómetro y su coste final, aunque todavía no está definido del todo, podría ser de alrededor de un euro, si no menos.
Estamos ahora trabajando en el paper que describe esta nueva tecnología basada en colorimetría. Además estamos utilizando una aplicación que es gratuita para cuantificar el número de pixels, correlacionando la intensidad del color del hisopo con la intensidad de la carga viral. Es decir, en función de la intensidad del color que arroje la prueba del hisopo se puede descodificar los pixels de una foto que haces con el móvil. No es algo esencial para el test en sí, pero puede ser una funcionalidad más aprovechando tecnologías que ya existen.
¿Cuál es la precisión de este sistema?
Ronda alrededor del 90% en un estudio con cien cepas clínicas.
Eso suena a trabajar sin descanso, ¿cuánto equipo necesitan para estos desarrollos?
Realmente no tantos. Centrados en este proyecto somos cuatro. El ritmo de trabajo es alto, pero estamos muy motivados por poder aportar nuestro granito de arena. La inspiración viene de que estamos viviendo un momento histórico que queremos dejar atrás cuanto antes.
En A Coruña hemos visto atascos de personas estos días que acudían a los cribados en la explanada de Riazor, que requieren una doble visita: una para recoger el kit donde depositar la muestra de saliva, y al día siguiente volver a acudir a entregarlo, a lo que se suma un tiempo de espera hasta conocer el resultado a través de un SMS… Esta situación cambiaría radicalmente si fuera posible acceder a esos test que han creado.
Sí, desde luego. Lo ideal ante las enfermedades infecciosas es la inmediatez, que tú puedas conocer el resultado de forma rápida para seguir con tu vida, o aislarte de forma rápido si sale positivo. Y además, que cada persona pueda reportar resultados de forma autónoma. Siempre que haya pasos intermedios se dificulta que se pueda reaccionar rápido. El covid genera problemas de escala, de ahí que haya que reducir al máximo los pasos intermedios.
Después también es clave poder reportar esa información de forma ágil, y sé que en torno a eso puede haber una cierta polémica. Ante el recelo de compartir datos médicos, que aquí en Estados Unidos es una cuestión que genera controversia, creo que no deberíamos considerarlo información personal privada, sino que deberíamos tratarlo como información de salud pública, ya que es una herramienta clave para revertir esta situación.
¿Cómo nos ayudarían pruebas como las que desarrollan ustedes?
Lo mínimo que se recomienda hacer autotest es dos veces a la semana. De hecho, lo ideal sería que pudiéramos hacernos test un par de veces al día, introducirlo en nuestra rutina. Esa es la mejor manera de prevenir brotes, está demostrado. Para poder hacer esto, necesitamos test rápidos y baratos, no solo para unos pocos, o que tarden demasiado en dar resultados. Por supuesto, sumando a los test las otras herramientas que tenemos disponibles como las mascarillas y la distancia social. Esto es lo que nos puede ayudar a frenar al virus.
¿Crees que como sociedad podremos sacar cosas buenas de esto? Por ejemplo, darnos cuenta de nuestra vulnerabilidad sin un desarrollo científico propio.
Hemos sido capaces de generar vacunas en un periodo récord de diez meses, acortando un plazo que antes se prolongaba diez años. El avance es tremendo y espero que aprendamos a valorar la importancia vital de la ciencia. Confío también que los más pequeños dejen de ver a los futbolistas como las personas a las que admirar y a las que aspiran parecerse y miren más a nuestras científicas y científicos como los auténticos héroes.
El aislamiento también está haciendo mella en la salud mental, ¿cuándo vamos a poder volver a abrazarnos?
La combinación de vacunas y de test rápidos va a ser la clave para que los abrazos regresen. Cuando la mayor parte de la gente esté vacunada vamos a entrar en la fase de la nueva normalidad. Lo que me transmiten mis colegas especialistas en el área de salud mental es que lo mejor que podemos hacer mientras esto no ocurre es cuidarnos haciendo ejercicio, comiendo sano y procurando mantener el contacto humano con amigos y familia. Tenemos que tratar de prevenir la sensación de aislamiento, ya que sí que estamos físicamente aislados, pero tenemos que mantenernos en comunicación y evitar el continuum de los días como si fueran iguales. El optimismo y mantenernos ocupados con cosas que nos gusten en el día a día es importante también. Creo que lo más difícil es precisamente manejar los propios picos del estado de ánimo durante un periodo de tiempo tan largo, unos picos que muchas veces van paralelos a la propia evolución de la pandemia. Ahora tenemos que empezar a ver la luz al final del túnel.
Usted es un experto en resistencia a los antibióticos, que sólo matan a las bacterias y no a los virus, ¿pero cree que pueden presentarse aún nuevos retos como mutaciones del virus y resistencia de ciertas variantes a los anticuerpos?
Soy muy optimista. Confío en la ciencia y confío plenamente en la eficacia de las vacunas. Los pioneros de este tipo de vacunas que se han creado contra el covid son de la Universidad de Pensilvania y lo que explican es que el ARN mensajero de las vacunas es programable, por lo que en cualquier momento se puede programar una vacuna de refuerzo, una dosis adicional. Incluso se está hablando de la posibilidad de introducir en una sola vacuna anticuerpos de distintas variantes. Con una misma dosis se estaría protegiendo a nuestro sistema inmune frente a las diferentes variantes que puedan surgir. La tecnología es muy precisa y programable.
La vacuna y avanzar en la inmunización es clave.
Tenemos que tomar perspectiva histórica. La gripe de 1918 duró dos años más o menos. Ahora seguimos conviviendo con esa gripe y nuestra herramienta es la vacuna, que se adapta a las mutaciones, y que por cierto tiene en torno a un 50% de efectividad. Desde luego que en estos momentos, para acortar tiempos, es fundamental avanzar con la vacunación. A medida que avancemos con ese proceso tendrá menos importancia la capacidad de mutación del virus. Por otro lado, ha habido una desigualdad tremenda. El 75% de las vacunas se ha vendido a diez países. Pero esa es otra historia.
¿Cómo ha vivido todo este proceso en Estados Unidos? ¿Cómo ha visto desde allí la situación en España y Galicia?
La verdad creo que aquí en Pensilvania la gente se ha portado muy bien, usando las mascarillas aunque no fueran obligatorias, manteniendo la distancia social. Luego tengo a mi familia en A Coruña y he seguido toda la situación allí. Me da rabia, y creo que es realmente dramático, la falta de liderazgo que ha habido en España y en otros muchos países. La falta de reparto del material disponible al inicio de la pandemia fue especialmente triste. Otra cosa que me preocupa es la desinformación que ha habido. Y por supuesto lo que más dolor da es que hemos perdido muchas vidas y que muchas de esas muertes se podrían haber evitado.
Estará deseando volver a su investigación sobre superbacterias y antibióticos, ¿no?
Sí, desde luego. Si eso sucede significará que todo esto ha terminado. Los antibióticos, junto con el agua potable y las vacunas son los responsables de que hayamos podido prácticamente duplicar nuestra esperanza de vida en los últimos cien años. Poder garantizar que sigan siendo efectivos es crucial y pronto nos volveremos a centrar 100% en ello.
¿Algún avance de las próximas investigaciones? ¿Seguirán trabajando en tecnologías de diagnóstico?
Sí, por supuesto, todas estas tecnologías de diagnóstico se pueden extrapolar fácilmente a la detección de otras enfermedades infecciosas, como enfermedades de transmisión sexual o bacterias. Lo importante es trabajar en los métodos de detección que nos permitan estar preparados para tener test rápidos en caso de otras posibles pandemias en un futuro.
Y hablando de optimismo y futuro, ¿ya tiene fecha de viaje a A Coruña después de tanto tiempo sin ver a su familia?
Sí que tengo muchas ganas de visitar a la familia, pero es necesario esperar a ver cómo evoluciona esta situación. Es casi imposible tomar esas decisiones con tanta incertidumbre. No me atrevo todavía a poner fecha, quizás para verano, o quizás más bien para otoño. A final de mayo el gobierno de Biden quiere que toda la población adulta esté vacunada en Estados Unidos, pero en A Coruña nadie de mi familia lo está aún. Habrá que tener todavía un poco de paciencia. En cualquier caso, creo que vamos a salir ya muy pronto de esta, que miraremos atrás y diremos que por fin se acabó está pesadilla.