La recta final para definir las sedes del Mundial 2030 empieza a generar todo tipo de movimientos y filtraciones. Los últimos cabe interpretarlos a partir de una supuesta bicefalia que no es tal porque por más que se empeñe el Consejo Superior de Deportes (es decir, el Gobierno) estamos ante una fiesta que organiza la FIFA, y de la mano de ella va la Federación Española de Fútbol, un organismo en el que por más que se empeñe Víctor Francos, el CSD ni tiene ni tendrá dictado.
En todo caso mientras se suceden luchas de poder que poco aportan al caso, las estaciones se van superando de cara a la primera meta, la de definir los estadios que aportará España al que con los Juegos Olímpicos es el mayor evento deportivo mundial del planeta. Los planes se han modulado y de una previsión de once sedes se ha pasado a una de diez. Este martes el diario Marca en una información que firma su redactor jefe José Félix Díaz sugiere que A Coruña estará entre las elegidas.
Nada es definitivo. Las presiones son salvajes y lo se incrementan a medida que se van deslizando voluntades y propósitos. De entre las ciudades aspirantes que se quedarían al margen, Marca apunta a las maniobras de Gran Canaria para darle al Mundial un matiz insular. Pero el resto de las a priori descartadas tampoco se quedarán quietas a la espera de una decisión. Por ejemplo, Gijón, que por cuestiones geográficas es una de las competidoras de A Coruña, trata de articular un proyecto viable tras perder pie en el debate interno sobre un anteproyecto de estadio nuevo que disparaba su coste por encima de los 300 millones de euros y que no pasó de un estado embrionario. Y Abel Caballero en Vigo desde luego no se da por derrotado y apunta no sólo a Francos y al Gobierno sino sobre todo a los federativos, que son los que valoran las sedes pretendientes.
Zaragoza y Valencia han acelerado para no quedarse al margen. Madrid y Barcelona aportarán dos estadios, Sevilla y Bilbao no faltarán. Y Málaga, que acaba de quedarse sin la Expo 2027 pero es referencial por una pujanza asociada al crecimiento económico, tampoco estará fuera del gran escaparate mundialista. A Coruña tiene a su alcance entrar en ese selecto club. Es el momento de pensar con altura de miras. Plantear que la ciudad debe quedarse al margen sólo puede entenderse desde la promoción de la mediocridad o desde el desconocimiento de lo que supone albergar un Mundial de fútbol en pleno siglo XXI.
2030 es la gran oportunidad para que A Coruña se beneficie de potentes inversiones relacionadas con infraestructuras y redes de transporte o telecomunicaciones, para que aumente ingresos por la llegada de visitantes que contribuirán al crecimiento económico y a las oportunidades de empleo. La capacidad y competitividad del sector turístico y hostelero en A Coruña se reforzará por encima de otras ciudades de su tamaño. La promoción de la ciudad excederá a las semanas que se muestre a través del torneo.
En un escenario así entender el estadio de Riazor como un espacio que únicamente se abra veinte veces al año para albergar partidos de fútbol es un error tan garrafal como renunciar a la financiación que sin duda llegará, y en la que se puede y se debe integrar al capital privado, para convertir un coliseo inigualable por su privilegiada ubicación en la gran referencia de eventos multitudinarios en el noroeste de la Península. Sólo el Gobierno español ha comprometido a estas alturas cerca de 800 millones de euros para reformas estructurales en los estadios elegidos. Cualquier referencia al coste y complicados legados ocasionados por grandes eventos deportivos en destinos como China, Rusia, Brasil o Qatar no son aplicables a España, que ya dispone de infraestructuras y no precisa inversiones tan elevadas a nivel organizativo.
El Mundial es la gran oportunidad para que la ciudad se reenganche a los sueños que ya hace tiempo olvidó y pensar en grande. 2030 no es 1982. Aquel mundo era muy diferente. Hace cuatro décadas no se daban las condiciones actuales para que los seguidores de las selecciones participantes sigan a sus equipos. Perú jugó en Riazor dos partidos mundialistas con un seguimiento en la grada que palidece ante el que se trasladó tras la selección en su regreso a un Mundial, en 2018. Más de 40.000 peruanos acudieron a Saranks, Ekaterimburgo y Krasnodar. Según cifras del gobierno peruano entre 1990 y 2017 dejaron el país 3,1 millones de personas de las que una tercera parte reside en Europa. No es una situación diferente a la de decenas de países no ya en Latinoamérica sino en otros continentes. El Mundial del Centenario, con 48 equipos y 104 partidos, en la cosmopolita Europa del siglo XXI es una garantía de estadios llenos y de retorno económico a las ciudades que acojan los partidos.