Pocos se acordaban de que Javier Losada, el vazquista que traicionó a Paco Vázquez en cuanto puso rumbo al Vaticano, seguía en el palacete de la plaza de Orense al frente de la Delegación del Gobierno. Su irrelevancia era tal que dedicaba la mayor parte de la jornada laboral a pasearse por twitter para intentar llamar la atención. Claro que su facilidad de escritura está al nivel del de su locuacidad y entre su falta de argumentos y los giros de Pedro Sánchez casi siempre acababa quedando al descubierto por su interés en agradar a Moncloa por encima de los intereses en defender a los gallegos.
Su llegada a la Delegación del Gobierno ya fue una sorpresa. Acostumbrado a moverse en las peleas orgánicas, encontró una buena aliada en Carmen Marón, cuya mejor amiga en su etapa como diputada, Teresa Cunillera, tenía hilo directo con la entonces ministra de Administraciones Públicas, Meritxell Batet. Ese canal, y alguna gestión ante Pedro Sánchez, le permitieron aparcar sus coqueteos con el susanismo en las primarias, algo de lo que luego siempre renegó, para encontrar acomodo como guía de las escasas visitas de cargos oficiales a Galicia.
Han sido algo más de dos años y medio en los que Javier Losada se ha dedicado a justificar el cierre de As Pontes y Cerceda, las ventas de Alu Ibérica y otras factorías, el cobro de los peajes de Audasa… Poco bueno que recordar.
Pero Losada nunca fue un personaje relevante en esta historia, aunque siempre haya intentado convertirse en una especie de árbitro de la política gallega. Por su despacho han pasado representantes de casi todas las facciones del socialismo autonómico y ninguna se ha fiado de este superviviente de la política que va camino de cumplir los 66 años y se niega a jubilarse. El siguiente objetivo de Ferraz es poner fin a la trayectoria política de Gonzalo Caballero y el grupito de colegas que ha protagonizado el peor resultado del PSdeG de la historia y que han reducido a tercera fuerza política al socialismo gallego.
Ferraz ha equiparado a Galicia con Madrid y Andalucía, las grandes patatas calientes de Sánchez para reconducir territorios díscolos con sus intereses. Gonzalo Caballero nunca fue su candidato y se impuso como outsider en unas primarias en las que cualquier cosa que oliera a anti-oficialismo hubiera vencido.
Al aún secretario general del PSdeG ya le han empezado a segar la hierba. No parece que el nuevo delegado, José Miñones, hasta ahora alcalde de Ames, sea un rival de peso para la pelea orgánica. Miñones es un discreto orador que ha sabido moverse bien en las entrañas del partido y que tiene como principal colaborador a Blas García, situado como uno de los más incondicionales aliados de José Manuel Lage Tuñas, uno de los que intentó apuntarse este lunes el tanto del relevo, algo que fue desmentido desde Madrid a quienes hicieron la consulta.
Y es que la salida de Javier Losada ha tenido casi tantos padres como su llegada. Pero lo único cierto es que abre una nueva batalla por el control de un partido absolutamente desmoralizado y destrozado.