Una campaña de bajísimo perfil amenaza con el peor epílogo posible: un tripartito de izquierdas comandado por una Inés Rey que ha dado muestras de escasa cintura en los últimos cuatro años y que apenas se ha enterado de nada de lo que ocurría a su alrededor, secundada por el nacionalista Paco Jorquera, y el nuevo referente mareante, Xan Xove, siempre atento a seguir las indicaciones de su mentor y avalista, el vigués Iago Martínez, cuyas muestras de odio hacia la ciudad coruñesa se suceden desde mucho antes de su entrada en la política activa.
El diagnóstico suena atroz para cualquiera que pretenda emprender en A Coruña. Inés Rey ha prorrogado la parálisis de las licencias instalada por la Marea, intentando maquillarla con un cambio en las estadísticas, pero su labor le ha valido el reproche de casi todas las organizaciones profesionales de la ciudad: promotores, constructores, asociaciones de empresarios, de comerciantes, comunidades de vecinos…
A esa incapacidad -¿es insolvencia o incapacidad?, preguntaría su adorado Pedro Sánchez- se sumaría el dogmatismo de un Fran Dinís sin ataduras (ni siquiera en la jornada de reflexión) y más mareante que el mismísimo Xulio Ferreiro, por no hablar del tradicional desprecio del Bloque hacia todo lo que suponga progresar y superar su querencia por el aislamiento.
Las encuestas de los últimos días colocan a Miguel Lorenzo muy por delante en intención de voto, pero la fuga de unos pocos cientos de papeletas hacia opciones sin posibilidad de acceder al salón de plenos podrían colocar la mayoría absoluta demasiado lejos y abren la puerta a un tripartito en el que el único pegamento será el de los cuantiosos sueldos que reparte el poder. Y quizá en el odio a todo lo que significó Paco Vázquez para el progreso de la ciudad.
Sus estrategias, como ha quedado claro en campaña, son absolutamente divergentes y el Frankestein a escala coruñesa que podrían fabricar multiplicaría por mucho el destrozo que la anterior experiencia de coalición, el bipartito entre el PSOE y el Bloque. El más grave de todos fue la siembra que cuatro años más tarde cosechó la Marea en el peor mandato que se recuerda en la ciudad desde Domingos Merino.
Este 28-M es la gran fiesta de la democracia. Toca votar para elegir a nuestros representantes más cercanos. Nos jugamos otros cuatro años de parálisis. Reflexione y ojalá acierte con la papeleta.