La clave de lo sucedido este domingo en Riazor y quizás de muchos fines de semana más la resolvió la cuenta de twitter del podcast Cuanto Sufrimos Martín: “Empezar con la pitada a Imanol y acabar con el ‘que sí, joder, que vamos a ascender’”. Y les sobraron caracteres para definir el delirio en el que está sumido el deportivismo, azuzado por tantos desastres generados por tirios y troyanos. Inmerso en un ecosistema bipolar, el Deportivo avanza en la clasificación y con casi media vuelta por jugar llega por segunda vez en el campeonato a puesto de playoff. No es el objetivo, obviamente. Pero, viniendo de donde venimos, la sensación en las horas que siguieron a la victoria ante la Ponferradina es la de que estamos todos en la gloria.
El Deportivo triunfó este domingo a partir de dos valores. Con ellos sometió al líder de la categoría, que apenas tocó bola en Riazor. La primera de esas cualidades se buscó este verano en el mercado de fichajes, que se tamizó de futbolistas veteranos, tipos a los que pretendidamente no les iba a temblar la paletilla por la exigencia que supone vestir con algún digno ropaje a un gigante en pelotas. Pero el equipo lució durante demasiadas jornadas tan recio como plano. “Esto es ensayo y error”, defiende Idiakez. Su responsabilidad es encontrar la mezcla adecuada en su cocina. Y en su valoración no importará, al fin, que quien acudió a llenar la cesta de la compra apenas se fijase más que en un par de estanterías del supermercado.
Ese Deportivo con oficio y de pierna fuerte ganó ante la Ponferradina, con cuatro centrales en el campo, todos los duelos aéreos. Y necesitaba una salsa que hasta la fecha no le aportan ni Davo, ni Valcarce, ni Cayarga, ni tampoco Salva Sevilla o el pinturero Hugo Rama. Ese equipo que sabe cerrar atrás, aprieta los dientes para hacerse fuerte en los centros al área y convierte la experiencia en una virtud para fajarse precisa un aderezo metros adelante muy diferente al que lo condimentó durante media liga. La experiencia se completa con hambre, la madurez con el desparpajo, la robustez con velocidad. Todo eso estaba aquí, pero carecía de repuesto. Por eso dolió tanto la lesión de Yeremay y por eso era complicado de entender que el plantel del primer equipo no estuviese nutrido con algún perfil similar que minimizase su ausencia.
Mella es más que eso. Es un tesoro. La gente le pide de inicio. A todos nos hacen los ojos chiribitas ver sus alardes, pero Idiakez duda porque es evidente que el chico tiene problemas para completar los partidos. Hijo de deportistas, tiene la base para que le inculquen la cultura y la ética de trabajo correcta para explotar sus cualidades. Cabe esperar también que Mella se apoye también en excelentes profesionales para avanzar por ese camino y lograr la continuidad que le convierta en un futbolista aún más diferencial y que, sobre todo, lo sea con continuidad. Estamos ante la aparición casera más impactante en el Deportivo desde José Ramón y Fran. Ojalá le cuiden y le den herramientas para crecer.
El caso es que entre la puntilla de unos y el cerrojo de otros, el Deportivo solventó una jornada en la que de todos los equipos que le precedían tan sólo ganó el Nàstic. El equipo se queda a siete puntos del líder, al que además se mejora en el golaverage, cuando la otra cara de la moneda era dispararse a trece de distancia, justo lo que le ha pasado en el otro grupo al Málaga con respecto al Castellón. El Dépor se mueve sobre el alambre y sin red, pero tanto error ajeno abona la impresión de que las diferencias actuales son abordables.
Idiakez empezó entre reproches y se marchó ufano a tomar una cerveza tras dejar de nuevo la pelota en el precario tejado de Soriano, que se libró de la pitada porque nadie pronunció su nombre por megafonía. El técnico solventó otra papeleta en una tarde en la que debió improvisar una zaga y en el tercer partido de un mes en el que se anunciaron los refuerzos que tanto precisa. El perfil de esos fichajes no deja de evidenciarse: el de la rapidez, la osadía y el descaro. No tenerlos en el equipo el día 21 por la mañana era una negligencia y lo sigue siendo el 22 por la noche, por más que se sumasen tres puntos más ante un rival directo. Y lo seguirá siendo la semana que viene si no llegan aunque medie victoria en Vigo en el partido que nunca debería de jugar el Deportivo y al que ya nos empezamos a acostumbrar.
Será entonces, a la vista de lo sucedido en Balaídos, cuando volvamos a abrir una crisis, disparemos la ilusión o aparezcan los especialistas en calentar paños y aplicárselos a la clá deportivista. Pero en realidad lo que necesita el equipo es que todo el mundo haga su trabajo.