Pocas sensaciones de sosiego se pueden comparar a las que se experimentan al día siguiente de la victoria de tu equipo. Más todavía cuando ese triunfo es inexcusable. El Deportivo llegó al partido contra el filial de la Real Sociedad después de siete jornadas sin perder, pero a doce puntos del objetivo. No es que nada le sobre sino que mucho le falta y un tropiezo hubiera sido demoledor no sólo con la mirada en la clasificación sino en la tan tocada credibilidad del proyecto. Estamos ante un club en el que su entrenador acaba de superar dos envites, contra Barcelona B y Arenteiro, que le hubieran enviado a casa si no llega a sonreir el marcador. Como en aquel match point de Woody Allen la suerte de Idiakez quedó haciendo equilibrios sobre una barandilla y al final cayó de su lado. A las pocas horas de superar el segundo ultimatum, el presidente García Diéguez advirtió que estamos ante un club que tiene una visión a largo plazo. Si algo ha conseguido el Deportivo en los últimos tiempos es desvalorizar tanto la figura de su presidente que da la impresión de que su verbo resulta ajeno a todo y a todos.
El caso es que el Deportivo ganó e Idiakez anunció ufano que empiezan a acumularse las “buenas noticias”. El partido ante la Real Sociedad B sirvió para mostrar una cara amable del equipo, por más que el sector más irredento de la grada, de las redes o de la barra de su bar de cabecera insista en que “no se juega a nada”. Al menos esta vez resulta sencillo identificar a que jugó el Deportivo, que evidenció la paradoja que le lastra: pretendidamente se ha construido un combo bien dotado para defender bajo, ser fuertes en las áreas, ganar duelos y explotar los espacios, pero la mayoría de los equipos que vienen a Riazor asumen la idea de replegarse. No fue el caso del Sanse, que abraza la idea de jugar en campo contrario que tan bien ejecuta el primer equipo dirigido por Imanol Alguacil, un plan que amplificó en A Coruña al verse con un gol en contra nada más empezar el partido. Con una defensa rival a la altura de la medular, el partido para un Deportivo locatario fue absolutamente novedoso. Y por momentos se encontró cómodo, aunque se echase en falta un pasador por dentro que explotase la innata capacidad de Lucas Pérez para el desmarque. A falta de esa pieza fueron los extremos Yeremay y Davo los que ejercieron de lanzadores. En cuanto la pelota buscó la espalda de los centrales, Lucas acabó con su meigallo. Como si no se pudiese sospechar.
El partido estaba para que Lucas reverdeciese aquellos laureles que conoció con Luis Alberto como facilitador y por eso no se añoró la figura de ese delantero con un perfil de área tan requerido en los duelos que se plantean en Riazor con un escenario diferente al de este jueves. Esa ausencia es tan palmaria y capital que hasta el director deportivo reconoció la necesidad de fichar a alguien para esa posición y que ha sido un error no hacerlo. Que con el presupuesto que maneja no lo haya hecho todavía a 5 de enero, y con un partido tan decisivo por medio, merece una severa reprobación. Si en vez del Deportivo fuese la Real Sociedad B la que se hubiese manejado con ventaja en el marcador esa ausencia hubiese podido llegar a ser aún más clamorosa. Otra vez la pelota cae del lado de los nuestros. Que no falten las buenas noticias.
Porque el Deportivo tiene dinero para invertir en reforzar el equipo. “Tenemos la oportunidad y los recursos”, advirtió García Diéguez en unas palabras pronunciadas en la última Junta de Accionistas y que se pueden encontrar en cualquier búsqueda. Al menos, que se sepa, han llegado hasta Elda, en la otra punta de España. Quizás por eso le piden 400.000 euros por un suplente del Eldense que acaba contrato en junio. En la dialéctica bancaria seguramente es preciso presumir de músculo económico y de “oportunidad” y “recursos”. En el fútbol es una alerta peligrosa. En este mes de enero cualquier equipo de España, categoría al margen, que ve entrar al Deportivo por su puerta empieza a frotarse las manos.
Tampoco al aficionado medio es que le importe mucho lo que se gaste en refuerzos. Y en A Coruña, viniendo como venimos de ganar la Champions del endeudamiento y de lucir la bendita mochila, suena hasta obsceno rasgarse las vestiduras por un gasto de medio millón de euros que además el discurso oficial sostiene que sería asumido por un banco. El deportivismo anhela el éxito, que además a día de hoy no es otra cosa que sacar al club del mayor agujero futbolístico de su historia. Así que el listón de la exigencia debe ser ese y no el de sonrojantes aprobadillos.
El Deportivo merece un plan que lo sitúe a la altura que debe tener y que pasa, de inmediato, por reforzar al equipo con futbolistas que le aporten volumen de juego en los partidos que disputa como local ante rivales replegados, porque no todos son la Real Sociedad B. Y necesita esos refuerzos ya.
Las cartas a los Reyes admiten todo tipo de peticiones. Claro que se puede apuntar por ejemplo hacia un lateral izquierdo por si Balenciaga (cuyo rendimiento no es ni de cerca lo catastrófico que anunciaban algunos agoreros) sufre alguna contingencia. Pero hasta en esa tesitura hay a día de hoy recambios que palien una ausencia que no sea prolongada. Se podría incluso mejorar la portería, resulta evidente. Se puede crecer en muchos terrenos, pero en enero conviene diferenciar lo urgente de lo importante. Este Deportivo tan achatado en casa cambiaría su faz con dos o tres futbolistas que aunasen colmillo y talento para alinearse cerca de Lucas, Yeremay o Mella. No hay que afrontar una demolición, sí reparar groseros errores como el de Valcarce, un llegador que curiosamente en partidos como el de este jueves hubiese estado en su salsa. Una mala elección para lo que necesita el Deportivo en Primera RFEF.
Los centrales son de nivel, los laterales cumplidores. Si Ximo Navarro logra tener continuidad es un comodín de lujo tal y como mostró en su reaparición. José Ángel Jurado, más allá de un mal día en la oficina, es un lujo para la categoría. Si hay que acudir a presionar alto pocos como Villares. Y Lucas, Yeremay y Mella marcan diferencias. Cualquiera puede definir con los nombres de dos futbolistas que estuvieron en el equipo hasta el verano pasado el perfil de jugador que debe complementar estas piezas. No tienen que ser los mismos que estaban. Hay más. Ahora es Fernando Soriano el que debe firmarlos.
En todo ese sudoku gana peso además la aportación de los canteranos. En la cuarta campaña en una categoría que debería aspirar a jugar el Fabril no cabría esperar otra cosa. Pero aún así parece que en A Coruña tienen que entrar con fórceps. En el once titular del Celta B que ganó en Lugo se alinearon cinco futbolistas que jugaron en el juvenil celeste y otro que lo hizo en el Racing de Ferrol. Otro llegó desde el del Porriño y uno más desde el Choco. No hay noticias de que el agua que se bebe en Abegondo tenga alguna contraindicación para que a partir de los 19-20 años los futbolistas que competían e incluso ganaban a estos chicos del sur no puedan ayudar a un Deportivo de Primera RFEF. Que Mella recorra el campo con la pelota pegada al pie como lo hizo en el epílogo del partido del jueves o que Rubén López salga en pleno estado de alarma a fajarse como lo hizo no debería sorprender en un contexto en el que la Real Sociedad B se planta en Riazor con un central nacido en 2004 y otro en 2006. Ningún jugador de esa plantilla supera los 23 años, detalle que sirve para alertar también de que las plazas destinadas por normativa a los jóvenes puede aspirarse a cubrirlas con futbolistas que sean diferenciales. Sí, Mario Soriano ocupaba una ficha de sub-23.