Aceptar el fracaso es el primer paso hacia la victoria. El deportivismo celebra hoy un triunfo (1-0 ante el Pontevedra) que hace tres meses se hubiera considerado poco menos que inaceptable. En aquel tiempo en el que los puntos eran una anécdota sin apenas valor, se debatía sobre el juego del equipo, sobre la capacidad del entrenador para exprimir un plantel de lujo remunerado con unos sueldos siderales en relación con los que perciben los rivales ante quienes deben justificarlos. Era cuando ganar, con apuros y por la mínima, ante “equipos de Segunda B” era un problema porque el entrenador, supuestamente, no tenía capacidad para extraer rendimiento de su galáctico plantel.
Al entrenador le enseñaron la puerta, que diría aquel, y en poco tiempo hasta los más incrédulos se percataron de dos evidencias. Por una parte Vázquez tenía exprimido hasta el último jugo de una plantilla que albergaba en su confección serias deficiencias. Por otra, si se colegía desde el palco que el estilo que promovía el entrenador no era el adecuado, más nocivo todavía resultaba cambiar de caballo en mitad del río. Lo más probable era acabar salpicado.
Tocaba mojarse. Así que mientras iba río abajo sin que se atisbase freno, el Deportivo se encontró ante la mayor distopía imaginable en tiempos distópicos. Una derrota ante el Pontevedra en Riazor hubiera dejado al equipo con pie y medio en la cuarta categoría del fútbol español y en riesgo de caer a la quinta. O lo que es igual, a partir del próximo mes de septiembre podría competir en la misma división que el Silva o el Victoria.
Así que, visto lo visto, ya no importa como se gana, sino que se ganó. La gigantesca cura de humildad que vive el deportivismo convertirá en grotescas discusiones como si debe considerarse un fracaso subir a Primera División en un play-off. O si salvar un lugar en la élite con esfuerzos máximos para abonar deudas y presupuestos exiguos para confeccionar equipos es una buena disculpa para exigir dimisiones. Gastada la dinamita regresamos a las bengalas y el uno a cero al Pontevedra se celebra como el mayor de los triunfos. No era para menos.
El triunfo ofrece alivio y alguna conclusión interesante. En el once inicial no estaba ninguno de los tres futbolistas que hace tres meses se consideraban como los mejores del plantel (Mujaid, Uche y Borges). Por fin se atisba la mano del entrenador. A los clásicos hay que aprendérselos y Luisito es un libro abierto. De la Barrera se plegó sin balón para defender los balones al área con Álex entre los centrales y adelantó a tres hombres para que la pelota no saliese con claridad desde la cueva rival. Con balón, el veterano futbolista de la Sagrada avanzaba su posición unos metros para liberar a Villares y Raí. Su capacidad para interpretar lo que le pidió el entrenador y leer lo que demandaba el partido le retratan como el profesional útil que siempre fue y que todavía es. En tiempos de incertezas la honradez profesional es un buen refugio. Y eso lo ofrece, de sobra, Bergantiños.
Tras 16 partidos ninguno de los 102 equipos de la categoría ha marcado menos que el Deportivo
Otras decisiones también mejoraron al equipo. Miku consiguió salir indemne del calentamiento previo al partido y también expuso oficio. Mejoró todos los balones que le llegaron y le dio salida al equipo. No remató a gol, pero tampoco estamos como para pedir alardes. Con lo mínimo vamos tirando. Por eso nos alegra la vista ver a un lateral valiente como Héctor que se despliega por su flanco o que un fabrilista al que en verano se le sondeó una salida en el filial lleve ahora la manija del primer equipo y lo haga sin desentonar.
Todo se mide por el resultado. Todo sería diferente, también bastantes de estas líneas, si Lucho García no responde con un despeje salvador ante el remate permitido casi sobre la bocina al bullicioso Rufo. El mayor fracaso del Deportivo esta temporada es haber convertido en tan próxima la distancia entre la victoria y la derrota. Es, con todas las letras, un equipo de Segunda B. Y en algún aspecto tan importante como el del gol es de los peores: tras 16 partidos ninguno de los 102 equipos de la categoría ha marcado menos que el Deportivo.