En el ámbito del Deportivo y su entorno ha surgido recientemente una nueva y mágica expresión: “la propiedad”. Todos sabemos lo que quiere decir, pero muchos parecen no atreverse a llamarla por su nombre. Prefieren esa expresión mística más propia de una película de terror, “el ente”. Lo hemos transformado en un absurdo y exótico eufemismo, para poner de manifiesto algo que parece que nos da vergüenza. El hecho de que con el apoyo muy mayoritario de todos y con nulas o muy intrascendentes críticas al respecto, le hemos vendido el Deportivo a una entidad financiera.
Cuando esto se hizo, fue con el revestimiento de un proyecto deportivo regenerador. “La propiedad”, sin embargo, ya ha tenido que acudir a unos nuevos regeneradores. Tardó en darse cuenta de que los regeneradores que llevaron de la mano en su desembarco, al final degeneraron más que regeneraron. Todos los que aplaudieron la operación en su día hasta el dolor de manos o transformaron en silencio su hipercriticismo decibélico, no se si encontraron ya su muro de lamentaciones o se dedican a tararear “La nave del olvido”.
Todo este asunto “canta” con más evidencia en quienes más ruidosa era su oposición cuando se afeaba cualquier intento, por ínfimo que fuera, de modificar la estructura accionarial del club diciendo a cualquier cambio microscópico que estaban “robando el club”. De ahí el pudor con el que se trata la situación. La mala conciencia de algunos, el asombro de muchos, fomentan un clamoroso silencio sobre la conclusión de que los accionistas del capitalismo popular que tanto defendíamos, y que unos pregonaban con un ardor tan exageradamente furibundo que incluso nos hace acudir al tema con ese extremo cuidado hasta en los nombres. “La propiedad”, cuidado. Del proyecto deportivo “regenerador” en paquete regalo, hablaremos más abajo.
Vamos a repasar la historia reciente para comprender como hemos acabado en manos de “la propiedad”. Y menos mal. Porque ahora nos permite resolver con mayor facilidad antiguos dispendios y empezar un proyecto de casi cero. Cuando aquel Deportivo al final de la era europea (2004-2005) empezaba a encarar la ruina financiera que todos nos temíamos, y que solo la ausencia de transparencia y la pasión de nuestro sentimiento nos hacía no ver o no querer ver, se pensó por primera vez en una gran ampliación de capital de 60 millones de euros. Pronto vimos que para los accionistas del capitalismo popular era inabarcable, aún a pesar de las dádivas a cargo de los abonos anuales, impensables en cualquier sociedad anónima seria. Era el principio del fin.
En el verano de 2007 los accionistas aprobamos la supresión del 1% de límite de tenencia de acciones, con una amplísima mayoría. Se veía venir y se quería por fin un eufemísticamente también, llamado “inversor”. Se dejaba ver una pretensión de un modelo un poco extraño. Un club con dueño, pero en el que siguiera mandando, decidiendo y cobrando el protagonista de las grandes glorias, venidas a menos por el evidente crack financiero.
Tampoco así se cubrió ni una ínfima parte del capital social necesario. Llegaron o superaron ese 1% algunas empresas del entorno deportivista, pero se produjo un nuevo fracaso. Quizá por esa misma falta de transparencia. Quizá porque quien pensara remotamente en hacer una inversión semejante, intuía las sorpresas con las que se podría encontrar. La teoría recientemente citada del “huevo kinder”. Quizá porque eso de poner mucho dinero para que mande y decida alguien que no pone nada, y solo cobra, resulta complicado en los mundos en que nos movemos.
El acuerdo del Deportivo con Hacienda en 2014 fue el último de estas características firmado por el fisco, que ya empezaba a estar muy harto de los excesos y frivolidades económicas del futbol en un país en crisis, con recursos públicos exhaustos y con una potente demanda de servicios a las administraciones y críticas sobre sus recortes
La cacareada ampliación de capital de 60 millones fue un fiasco y el club, con dos descensos en tres temporadas y nula racionalización del gasto, se fue encaminando por la senda de la quiebra. Embargos de la agencia tributaria de por medio, se llegó al concurso de acreedores más alto del futbol español (y hubo unos treinta concursos en la liga profesional de futbol), el de menor quita y el de mayor deuda privilegiada. El más tardío en su presentación. Varios records a lo Jesse Owens.
Ese fantasma de la desaparición planeó debido a que la deuda con la Agencia Tributaria, se situaba en el entorno de los 100 millones de euros, casi toda privilegiada y sin contar la deuda con entidades financieras, también privilegiada, y la deuda ordinaria y subordinada. In extremis, en marzo de 2014 se llega a un acuerdo singular con la Agencia Tributaria para hacer efectivas las cantidades adeudadas en un plazo de 8 años (10 en caso de descenso a Segunda División). Aquel fue el último acuerdo de estas características firmado por el fisco, que ya empezaba a estar muy harto de los excesos y frivolidades económicas del futbol en un país en crisis, con recursos públicos exhaustos y con una potente demanda de servicios a las administraciones y críticas sobre sus recortes. Demanda tan de moda hoy con la actual situación sanitaria y económica.
Cualquiera con un mínimo conocimiento del tema se daba cuenta del peligro de tener a la Agencia Tributaria como acreedora, con unas fuertes sumas anuales a pagar. No olvidemos que la fuerza ejecutiva de la Hacienda estatal podría, en caso de incumplimiento del convenio, retomar hasta la asfixia la presión sobre una SAD tan castigada por las deudas máximas en aquel momento y todavía hoy, de un importe muy respetable. Recordemos cuando nos embargaban hasta las telarañas.
Llega con ello, en junio de 2017, la mejor noticia para el deportivismo. Una entidad como Abanca nos concede un crédito que nos permite saldar la casi totalidad de la deuda con la Agencia Tributaria. De la amenaza permanente, pasamos a respirar en compañía de un acreedor “sonriente”, aunque fuera por razones comerciales lógicas y respetables. No dejaba de ser un riesgo importante para la entonces nueva aventura empresarial resultante de una profunda crisis financiera que tanto afectó a las entidades a las que sucede Abanca.
Aquí me detengo para hacer hincapié en la magnífica operación que realiza el Deportivo (que supone verse ya libre de la gran mayoría de las deudas con la Hacienda Pública), y la valiente y decidida apuesta de Abanca que debemos agradecer profundamente. No es fácil buscar a alguien al que se le llame a la puerta para decir, en tiempos duros, que preste 45 millones para tapar el agujero con la Agencia Tributaria, con unos recursos propios del club que pueden volar con un descenso (como así sucedió poco después). Cualquier otro banco al que acudiésemos nos diría, ante semejante planteamiento, si estamos haciendo un pase ensayo del Club de la Comedia. O nos preguntaría el director de riesgos si se trata de un programa de cámara oculta. Tenemos que poner en valor que en la situación financiera del Deportivo hay un antes y un después de junio de 2017. Lástima que no fuera acompañada esa vida nueva de una mejor trayectoria deportiva. ¡Maldito remate de Pablo Marí!
Pero ojo, entonces todavía el club pertenecía a 25.000 accionistas, sin que ninguno tuviese más allá del entorno del 5%. Se mantuvo esa situación a pesar de una nueva ampliación de capital en 2014, exigencia en convenio de la Agencia Tributaria que volvió a incorporar el límite de nuevas adquisiciones en 1.500 acciones por accionista. Era un modelo solo mantenido en el fútbol profesional, además de por el Deportivo, por la Real Sociedad y el Eibar.
¿Todos contentos con ello? No. Faltaban los vigilantes de la ortodoxia no se de qué, para en nombre de la pureza reprochar una insignificante ampliación de capital para las necesidades y situación financiera del Deportivo. Se llegó a criticar furibundamente a empresas coruñesas por comprar acciones y aumentar pírricamente su participación. ¡Qué escándalo!… ¡Pero si ya se podía hacer desde 2007! Y aún se podía hacer antes siempre que no se superase el famoso 1%. En cualquier caso era de lo que se trataba, de poner dinero para reflotar el club, poco o mucho. Pues no valía.
Pero la doble moral se acabó imponiendo. En diciembre de 2019, se presenta en una muy difícil situación deportiva y con el equipo colista en Segunda División un nuevo proyecto que tiene como eje central vender el club a nuestro máximo acreedor. Visto desde hoy quizá representa una buena solución. Pero lo más sorprendente es que se presenta esta venta con unas prisas de ansiedad patológica. Tanto que se nos dice que se precisa un préstamo participativo de cinco millones de euros para fichar jugadores en enero, que salven la temporada. Para justificar las prisas, se intenta fomentar la paz social a base de contar con Fernando Vázquez como entrenador, curiosamente reclutado por parte de quien había sido esencial en su extraño despido de 2014. Todo va cuadrando o descuadrando. No lo sé. Como se demostró después, la intención de traer a Vázquez era más de paz social que de convicción deportiva. Así nos fue, cuando finalmente llegamos al segundo despido a la mínima ocasión. Eso sí, el primer despido de 2014 no lo decidió nadie. Y el segundo, por las explicaciones, parece que fue el mismo nadie. Cosas del proyecto regenerador.
No vamos a discutir aquí la escasa aportación de los fichajes de enero en la segunda vuelta de aquella ruinosa temporada del Deportivo que acabó en descenso a Segunda B. Sí resulta evidente el gran mérito de Fernando Vázquez a la hora de activar un equipo que arrastraba graves problemas. A pesar de ello, en la prepandemia ya se volvían a ver algunos síntomas preocupantes y, en la vuelta a la competición ya finalizado el confinamiento, unos últimos vaivenes más el lamentable caso Fuenlabrada, todavía en lenta sede judicial, nos acabaron de matar.
No deja de seguir llamando la atención, que en vísperas de la declaración del estado de alarma de 14 de marzo de 2020, todavía había un interés inusitado por celebrar la famosa Junta de Accionistas de la capitalización de 35 millones de deuda y práctica adquisición del club por Abanca. De hecho se hubiera celebrado si no se interpone en el tiempo de descuento el presidente del Gobierno y su decreto de confinamiento domiciliario. Convocada estaba la Junta para el 16 de marzo.
¿Dónde estaban esos señores que tanto abucheaban a los anteriores Consejos? ¿Dónde están los de las críticas por querer hacerse con el club a quienes compraban más acciones que las que ellos opinaban que se debían comprar? Me parece, al menos, sorprendente
El día 28 de julio por fin se lleva adelante la famosa Junta, en la que también resulta sorprendente la configuración de las distintas fases de la ampliación y su orden temporal. Primero, la capitalización de la deuda. Después en la segunda fase, se abre la suscripción de acciones a los que ya eran accionistas. Curioso. Ni siquiera se da la posibilidad de que los accionistas anteriores reaccionen, o todos o algunos de ellos, para construir una alternativa a la que se plantea. Cierto que no se hizo público ni consta que haya habido ninguna. Pero más a mi favor: ¿Por qué tanto reparo en dar una pequeña satisfacción a quienes han mantenido el club desde el origen de la SAD? Que menos que tener una cierta preferencia, cuando el club no había fallado ni un solo pago a Abanca del préstamo en cuestión. Si comparamos con intervenciones bancarias en otras empresas totalmente desestructuradas… En fin.
Pero lo más asombroso de todo es que esto se haga sin la más mínima oposición de nadie. ¿Dónde estaban esos señores que tanto abucheaban a los anteriores Consejos? ¿Dónde están los de las críticas por querer hacerse con el club a quienes compraban más acciones que las que ellos opinaban que se debían comprar? Me parece, al menos, sorprendente y sin querer teñir yo ningún atisbo de sospecha de nada al respecto.
Consecuencias. Podemos analizarlas. No quiero tampoco ser ventajista y hablar de la nefasta campaña del equipo en Segunda B como “deja vu” de una dirección deportiva trasnochada y de un presidente que ya fue consejero responsable del área deportiva cuando se configuró la plantilla que nos desciende a Segunda División.
Todavía estamos a tiempo de arreglar la temporada cuando escribo estas líneas. Matemáticamente aún podemos quedar entre los tres primeros y, en todo caso, es inexcusable pelear por quedar en la nueva 1º RFEF y armar un nuevo proyecto que acometa el asalto a la liga profesional en la campaña venidera. Siempre hemos sido capaces de lo mejor y lo peor. Siempre nos hemos levantado. Y ahora ya hay otros regeneradores distintos nombrados por “la propiedad”. Vamos a ser positivos.
Pero sí quería remarcar, por si alguien no se enteró, que sigue sin convocar la Junta Ordinaria de Accionistas que tiene que aprobar las cuentas de la campaña 2019-2020 y el presupuesto de la 2020-2021, que habitualmente se venía celebrando en noviembre o diciembre. No me vale la pandemia. Hubo tiempo y hay tecnología para llevarla adelante como la inmensa mayoría de los clubes y Sociedades Anónimas Deportivas. Contrasta con la prisa digna de velocidad de la luz que casi se salta la alerta sanitaria cuando se trataba de ampliar capital para, mediante capitalización de deuda, culminar la compra del Deportivo por parte de Abanca.
¿Quieren que les diga lo que va a suceder?. Es facil y no lo vio el que no lo quiso ver. Con una entidad disponiendo del 75% de las acciones, se acabaron las “elecciones” como le llamaban algunos a la designación de administradores. Se acabaron las Juntas circenses en donde hasta personas que no eran ni socias ni accionistas del club, mostraban un interés y un repentino cariño inusitado para plasmar su momento de gloria. Se acabaron insultos y abucheos. Si señor. Todo eso no volverá nunca a una Junta de Accionistas. Me apuesto algo a que pronto dichas Juntas se podrán realizar en un salón de 30 metros cuadrados. Y que quieren que les diga. Yo prefiero que el Deportivo sea de todos, pero al precio de las Juntas Circo Price ya me entran las dudas.
Por eso están calladitos aquellos que en diciembre y enero de la temporada pasada llevaron en volandas al Consejo de Administración que iba del brazo de la “propiedad”. Donde antes se rasgaban con gran facilidad las vestiduras todo fue luz verde y vítores, salvo alguna pequeña y anecdótica excepción. Pues ahora, señores vociferantes y corifeos, no hay marcha atrás. Lo han conseguido ustedes. Ponganse a hacer el pino. Siempre pueden patalear. Mejor haciendo ejercicio. Y además ya no está Vázquez, ¡pardillos!
Por no estar, ya no está el que repartía las entradas a todos menos a los 17.000 socios protectores, como se comprometió a hacer. Entradas que incluso hacían de salvoconducto en cierres perimetrales. ¿Tendrá algo que ver en todo esto de los silencios? Quiero pensar que no.
La realidad es la que es. Y tampoco pasa nada. El club será siempre nuestro patrimonio sentimental. Al menos eso. Y espero que, al igual que ha sucedido en otros clubes, esta importante inversión y, por tanto, puesta en manos de un dueño solvente y con gran presencia en la economía gallega, suponga construir un gran proyecto de futuro que es de lo que se trata. DE FUTURO, no de bucles del pasado, por favor. Consejo a los que van a tomar decisiones.
Me gustó mucho el tono de Couceiro (…) También la intención que quedó plasmada de escuchar a todos los “grupos de interés” del entorno deportivista, como muy acertadamente denominó el presidente, aunque dejando claro que la toma de decisiones corresponde al Consejo y, en último caso, a “la propiedad”
Aunque el objetivo de estas líneas no era el de analizar la primera rueda de prensa del presidente Couceiro, sino hacer un recorrido histórico-societario para ver como hemos llegado a esta estructura accionarial, no puedo terminar sin hacer algún comentario sobre dicha intervención.
Me gustó mucho el tono. Me gustaron mucho algunas sensaciones y palabras como tranquilidad, proyecto a medio y largo plazo, garantía de continuidad con independencia de la clasificación, calma a la hora de adoptar decisiones, proyecto de cantera… También la intención que quedó plasmada de escuchar a todos los “grupos de interés” del entorno deportivista, como muy acertadamente denominó el presidente, aunque dejando claro que la toma de decisiones corresponde al Consejo y, en último caso, a “la propiedad”.
Como todos los presidentes desde que tengo uso de razón, tendrá todo mi apoyo y consideración. Yo no tengo, a priori, presidentes a los que abrazo ni presidentes que no me gustan y deben dimitir a la mínima. Hay que dejar trabajar a quien representa nuestra ilusión. Se llame como se llame y venga de donde venga. Si hubiéramos hecho eso antes, sobre todo cuando conseguíamos permanencias en Primera División, igual hubiéramos escrito una historia diferente. En cualquier caso, muchísima suerte a los nuevos administradores de “la propiedad”, que será la nuestra (la suerte, no la propiedad).