Pocos entornos más conservadores que el fútbol y en especial muchos de sus aficionados refractarios a los cambios. De alguna manera se entiende que las variaciones atentan contra las esencias y se generan bizantinos debates como el que empapa ahora al deportivismo ante la filtración que apunta a que la nueva primera camiseta del Deportivo tendrá las rayas horizontales. Ocurrió hace un par de años en el Atlético cuando sus rectores decidieron realizar variaciones en el escudo para adaptarlo a las ya cotidianas exigencias que implican su comercialización. De nada valió explicar que los escudos de los clubs han evolucionado y variado a lo largo de su existencia. Ahí siguen algunos colchoneros enfrascados en que la camiseta con el nuevo escudo no es la suya.
En el Deportivo ya se generó debate por una situación similar. El club no solo sobrevivió sino que convirtió aquel cambio en una fortaleza y con el tiempo lo mira con nostalgia. No existía, eso sí, el amplificador de las redes sociales. A principios de los noventa se litigaba en la barra del bar. Ahí se apostó la cada vez más creciente afición blanquiazul para discutir sobre moda y los efectos del incipiente márketing en un entorno donde todavía no se vendían camisetas al público.
Augusto César Lendoiro apenas llevaba un año en el club. Abrió ventanas y quiso darle a la entidad una pátina de modernidad. Era 1989, verano. Y el 25 de agosto el nuevo presidente del Deportivo presentó en la asamblea de socios del club, que aún no era sociedad anónima, una propuesta para cambiar el diseño de la equipación. Presentó un boceto sorprendente, una camiseta en la que las rayas verticales se acortaban tras nacer de unas horizontales que transitaban por el pecho hasta los sobacos. Lo más chocante era que además el número que portaba cada jugador no sólo se ubicaba en la espalda sino también en cada una de las mangas. “Son de fútbol americano”, fue lo más suave que se dijo. Treinta años después hemos llegado al rugby.
Los socios presentes en aquella asamblea apenas eran 25. Era un tiempo en el que todavía se estilaba la figura del compromisario. No todos los socios tenían derecho a acudir a esas reuniones. En aquella en concreto estaban citados 238. Pero el veranillo y el hecho de que la reunión se celebrase un viernes por la noche no ayudó a engrosar el aforo. El caso es que ahí quedó el plan, aunque en realidad sobre lo que se debatió en aquella velada fue respecto a cual debía ser la postura del club con el árbitro Emilio Soriano Aladrén después de su actuación en la semifinal copera contra el Valladolid.
La siguiente reunión del senado deportivista fue el 31 de julio de 1990. Eran tiempos en las que se aprobaban subidas de cuotas de abonados del 23%. En aquella asamblea dos auditores cifraron la deuda que tenía el Deportivo cuando la llegada de Lendoiro lo catapultó a su edad de oro a partir de 1988. Según explicaron los expertos el débito era de 468 millones de pesetas (casi 3 millones de euros). Era un dinero, pero por dimensionarlo en su contexto con la actual deuda del Deportivo se puede comparar con que aquel verano del 90 la Juventus pagó el traspaso récord hasta entonces por un futbolista, Roberto Baggio. La Fiorentina ingresó el equivalente a 2.200 millones de pesetas, casi cinco veces más de la deuda que tenía el club coruñés. En 2013, la deuda del Deportivo, solo con Hacienda, estaba a la par de lo que pagó el Real Madrid por Gareth Bale para romper todas las plusmarcas.
Así que en los medios de comunicación se hablaba de dinero y un poco menos de camisetas. Pero en la calle no tanto. Los clásicos se revolvieron. Lendoiro llevó la nueva casaca a votación. Fue la última vez que prevaleció la figura del socio compromisario porque Lendoiro se aplicó y consiguió derogarla y abrir la asamblea a los socios con al menos dos años de antigüedad. Pero, mientras tanto, eran 368 compromisarios tenían derecho a hacerlo. Asistieron apenas 113 y la nueva camiseta se aprobó por 89 votos a favor, 18 en contra y 8 abstenciones. La cifra de votos no cuadraba con la de asistentes (se emitieron dos sufragios de más) pero tras varias discusiones al respecto se obvió ese extremo y se tiró millas.
Con todo, el inicio campeonato ya estaba encima. Y el Deportivo lo empezó con la habitual camiseta blanquiazul hasta que en el último partido de la primera vuelta se presentó en Murcia, el 20 de enero de 1991, con la nueva equipación que se había encargado de confeccionar la marca asturiana Rox, la misma que comercializaba las prendas de abrigo Roc Neige. Entonces empezó la magia, el anhelado ascenso a Primera, la sufrida permanencia en el Villamarín en la que Martín Lasarte se abrazó a Arsenio con sendos números cuatro en la parte superior de sus mangas. Leyma se borró de la publicidad de manera inopinada antes de comenzar una temporada inolvidable, la del primer Super Dépor, ya con Umbro como sponsor técnico, pero con el diseño imperturbable. Así se mantuvo con leves variaciones hasta que en 1997 desembarcó Adidas con una bonita camiseta que, de tan clásica, en su momento pareció antigua. Treinta años después el Deportivo rompió con su pasado para realizar otra innovación en su equipamiento. Las rayas se convirtieron en horizontales, los diseños cambian, pero los colores permanecen. Son, como se recogió en los estatutos presentados en el Gobierno Civil el 9 de enero de 1907, los de la bandera marítima provincial, que entonces ya era blanca con una franja azul oscura al estilo de la enseña gallega. Pero no los vistió hasta 1910. Desde entonces las franjas fueron más anchas o más delgadas, siempre estrictamente verticales hasta la modificación efectuada en 1991.
Pero las rayas horizontales se utilizaron como un estilete para hacer demagogia hasta el punto de que, el día que asumió su responsabilidad como presidente del club, el propio Fernando Vidal anunció entre la algarabía de los más ruidosos que el Deportivo jugaría recuperaría una camiseta con rayas verticales para jugar “un par de partidos”. Así fue. Y regresó a las horizontales, a la camiseta más vendida (según datos que deslizan desde el propio Real Club Deportivo) de la historia del club. En medio del batiburrillo, el propio Lendoiro, aquel innovador de los noventa, se manifestó a favor de lo tradicional. Cuando se anunció, con mayoritaria aprobación popular, la réplica de la camiseta rupturista de los noventa se saludó como un regreso a los orígenes.