El fútbol tiene tanto de litúrgico que por fuerza sus feligreses incorporan himnos que refuerzan los vínculos que genera. Muchos han sido creados ex profeso y adoptados como parte de la historia del club. Algunos sueñan añejos como el de las mocitas madrileñas, otros fueron bombazos contemporáneos como el del Centenario del Sevilla obra de El Arrebato, que convive con el tradicional, que en realidad es de 1983. “Vuelan, vuelan banderas, y suenan palmas que nadie podrá imitar,somos el sevillismo, que día y noche no paramos de animar”. Dejar para la posteridad una letra y un himno para un equipo de fútbol es una golosa recompensa que no pocos se afanan en alcanzar. En A Coruña, con un club que históricamente careció de un himno reconocido, los intentos han sido varios. El que más éxito tuvo fue el Rock del Deportivo, de Cacahué, que ya parece más que amortizado desde su estreno hace algo más de 30 años.
El Deportivo busca himno, ¿pero es necesaria una composición nueva con una letra específica sobre el club para poder abrazar a toda una afición?
La realidad indica que no es preciso, que buena parte de los grandes himnos futbolísticos que se escuchan en estadios, esas tonadillas que tanto nos emocionan aunque no sintamos los colores, no tienen por qué glosar glorias o miserias de los equipos que se sienten identificados con ellos. Y ahí puede valer la letra original o una adaptada. Pero las piezas de nuevo cuño lo tienen más complicado. Un repaso entre coros y danzas ayuda a entenderlo y más si acude a las Islas, que es donde todavía se marca tendencia en estos asuntos.
You’ll never walk alone (Liverpool-Celtic). Una canción compuesta en 1945 para un musical de Broadway se ha convertido en el himno futbolístico por excelencia. “Cuando camines a través de una tormenta, mantén la cabeza en alto y no tengas miedo de la oscuridad”, explica la letra. La coreografía de Anfield la ha popularizado, pero quizás sea en Celtic Park donde mejor se interpreta. ¿Un himno y dos equipos? Correcto. No hace falta una letra específica para que la abracen dos aficiones diferentes.
Sunshine on Leith (Hibernians). The Proclaimers glosan con emoción y un maravilloso acento escocés la gloria y la miseria de vivir en Edimburgo a finales de los 80. Los Hibs lo adoptaron como himno y nunca lo entonaron con mayor orgullo que cuando en 2016 ganaron la Copa tras 114 años de abstinencia y jugando en Segunda División. “My heart was broken / My heart was broken / You saw it, you claimed it / You touched it, you saved it”
Quédate (Betis). En Heliópolis buscaron un remedo del himno de El Arrebato, pero era demasiado parecido al sevillista y no acaba de calar entre todos los seguidores. En los últimos tiempos, tras su victoria en la final de Copa de 2022, han encontrado una nueva letra y música con la que identificarse con una adaptación verdiblanca de la canción que han popularizado Quevedo y Bizarrap. “Nos fuimos a la Cartuja y ganamos una / y con la Copa en casa ya sumamos las tres. / Con el Gol Sur animando, / no hay nada que perder. / Ando rezándole a Dios, / pa repetirlo otra vez. / Otra vez / Que la copa a casa vuelve, / tengo en la mente / los goles y todos los partidos / que quiero levantarla de nuevo contigo”.
Yes, Sir. I can boogie (Escocia). Un hit setentero de un dúo español, Baccara, se ha convertido en el himno de las celebraciones de la selección escocesa. Todo partió de la despedida de soltero de un futbolista, Andrew Considine, y de una celebración entre los jugadores. Y la gente lo adoptó hasta el punto de que ya se considera el himno no oficial de la selección.
Muchachos ahora nos volvimos a ilusionar (Argentina). La Mosca puso la banda sonora del título mundial de Argentina como lo había hecho con el de Liga del Deportivo 22 años antes. Se volvieron a ilusionar. En el año 2000 en A Coruña fuimos a festejar hasta que el mundo se abrió en dos y en hace ahora un año el hilo conductor de Scaloni llevó a un festejo con “Don Diego y con la Tota alentándolo a Leonel”.
Blue Moon (Manchester City). Eterna balada que se cantó por primera vez en 1934 y a través de diversas versiones, inolvidable la de Sam Cooke y sobre todo la de The Marcels a principios de los sesenta, ha desembocado en el himno extraoficial del equipo que ahora dirige Pep Guardiola.
North London Forever (Arsenal). En el norte de Londres no encontraban un himno que galvanizase a afición y equipo en los momentos señalados de un partido, en especial antes de iniciarlos. No necesitaron una canción a medida. Adaptaron una parte de The Angel, obra del cantautor Louis Dunford lanzada en febrero de 2022 que no habla del Arsenal, pero como si lo hiciera. El flechazo ha sido tal que a la gente se le caen lágrimas cuando se entona en el Emirates. “North London forever / Whatever the weather / These streets are our own / And my heart will leave you never / My blood will forever / Run through the stone”.
The Fields of Athenry (Irlanda). Van sobrados los irlandeses. En el rugby suena en los partidos que se juegan en Dublín la canción del soldado, el himno nacional, y el Ireland’s Call, el canto promovido por la federación para unir a las dos Irlandas que juegan bajo el mismo escudo. Pero en la grada, sea el balón oval o redondo, cuando brota el orgullo se escucha la balada folk, escrita en los setenta, sobre el joven deportado a Australia en la Gran Hambruna y también adaptada en Anfield como “The Fields of Anfield Road”.
Sará perché ti amo (AC Milan). Otra adaptación de una mítica canción setentera que ha hecho fortuna en las gradas de San Siro cuando se tiñen de rojinegro. No hacen falta fruslerías para vibrar antes de los partidos cuando una tonadilla acaba diciendo “e chi non salta è un porco juventino”. El caso es que el club lanza la música a tope por la megafonía y nadie espera que se entone la letra original de Ricchi e Poveri. Con todo, en el Milan tenían un problema: al contrario que en otros grandes equipos italianos el himno con letra específica para el club no tenía un gran predicamente. Sí es el caso del himno juventino, el contemporáneo Amala Pazza Inter o los magnífica musicalidad que cantan las aficiones de Lazio o Roma, que alcanzó su climax en la fiesta que reunió a un millón de personas en el Circo Massimo para celebrar el último scudetto del equipo.
Sweet Caroline (Inglaterra). Una balada de Neil Diamond convertida en feroz himno futbolero de la selección inglesa. La canción la había adoptado como talismán un equipo de beisbol de Boston en los noventa y hace seis años empezó a sonar en los campos ingleses (Arsenal o Aston Villa) hasta que finalemente se identificó sólo con la selección.
I’m Forever Blowing Bubbles. West Ham United. En 1919 se popularizó en Estados Unidos una canción que hablaba de burbujeantes sueños, gloria para los oidos de los hinchas del West Ham, que la adoptaron como himno mientras lanzan pompas de jabón al cielo de Londres. Mejor en The Boleyn Ground para los nostálgicos
Ferrol (Racing). El himno de la ciudad y de un equipo. No es necesario componer algo diferente porque nada mejorará la descripción de Los Limones, que empezaron siendo del Caribe y como dice su canción se quedaron en Ferrol aunque sea “para andar por la vida como el mejor perdedor”. Allí está su hogar, donde se acaba el mar.