El Deportivo valora la opción de realizar un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectaría tanto a su plantilla de futbolistas como a trabajadores del club. La decisión, anticipada por los periodistas Luis de la Cruz y Jorge Lema en el Diario As, tiene que ver con las dificultades que encuentra el club para resolver la gran mayoría de contratos firmados a futbolistas durante la gestión de Fernando Vidal como presidente y Richard Barral como director deportivo. Muchos de ellos son inasumibles en una categoría en la que no se generan ingresos al nivel del fútbol profesional, pero además se considera que su rendimiento deportivo no ha sido el idóneo y no se cuenta con ellos de cara al nuevo proyecto deportivo en 1ªRFEF.
El ERE sería la última consecuencia de una serie de decisiones que planteaban el ascenso a Segunda División como un todo o nada, una huida hacia delante que ha dejado un agujero que Abanca, entidad propietaria de la mayoría accionarial del club, cifró en 9 millones de euros tan sólo en el ejercicio que culmina este 30 de junio. “En muchos contratos hay cláusulas liberatorias en caso de que no se ascienda. En casi todos”, aseguró Fernando Vidal en la rueda de prensa que concedió cuando Abanca le mostró la puerta de salida. Lo cierto es que a día de hoy el único contrato cortado por el club ha sido el del uruguayo Nacho González, con el que tras su paupérrimo rendimiento se desechó la opción de continuar el vínculo una campaña más. Esta semana el club resolvió la situación con el meta Carlos Abad, que tenía firmado hasta junio de 2022.
Barral, como director deportivo, y Vidal, como presidente, optaron por llegar a acuerdos con un buen número de jugadores que sellaron el descenso a Segunda B. Algunos de ellos, como Keko o Beauvue, los habían reclutado en el mercado de invierno, pero apenas habían contado para Fernando Vázquez. Por regla general, el plan de Barral y Vidal consistió en respetar los salarios comprometidos para Segunda División y dividirlos extendiendo el vínculo temporal. Por ejemplo, en el caso de Keko, al que se había firmado por dos campañas y media, se extendió el contrato dos años más y se repartió en cuatro años el dinero que iba a percibir en dos. El caso de Uche Agbo. En otros casos, los contratos de larga duración se firmaron con jugadores que llegaban al club, como Celso Borges o Borja Granero. A Vidal, aseguraba, el expresidente, le llamaban para saber cómo era posible conformar esa plantilla con ese nivel económico. “Me llaman y me preguntan cómo podemos tener a Borges, Uche, Mujaid…”, comentó en una entrevista con el Diario As. En ella apuntó también que los contratos iban de menos a más. “En esta competición puedes ganar 25 partidos 6-0, pierdes el 26 por penaltis y no asciendes”, explicaba Vidal
El Deportivo perdió 7 de los 24 partidos que jugó. Ganó 11, ni la mitad de los disputados. El desastre deportivo no sólo acabó con el club un año más en la categoría de bronce sino que arroja dudas en los actuales responsables deportivos sobre la capacidad de la plantilla conformada por Barral y Vidal para lograr el objetivo en el venidero ejercicio. Y el club, fuera del fútbol profesional, no dispone de ingresos para poder pagar esos contratos firmados. “¿Qué va a pasar con esos contratos si por desgracia no se sube?”, le preguntó el periodista Adrián Candal a Fernando Vidal el 8 de febrero pasado, el día de la despedida del expresidente. “Bueno, primero habrá que esperar a como acaba la temporada”. Todavía esperaba que la apuesta saliese. Pero el boleto que jugó Vidal se fue a la papelera el primer día de primavera, justo al final de una fase inicial de la competición que lideró el Celta B.
“Se tomarán medidas por parte de los ejecutivos del club que correspondan, se rescindirán los contratos o depende”, apostilló Vidal en aquella respuesta al redactor de Radio Coruña. Si acudimos a la primera premisa expresada, la de “se rescindirán los contratos”, la situación más cotidiana es la de toparse con un trabajador, en este caso un futbolista, que tiene firmado un contrato que le garantiza, por ejemplo, 900.000 euros a repartir en los próximos tres años. La labor del club, o del agente del futbolista si se aviene y es amable, consiste en encontrar un destino donde por lo menos le puedan garantizar al jugador esos ingresos firmados, como lo haría cualquier empleado. O en caso de no conseguir llegar, que el Deportivo complete la diferencia. Pero no parece sencillo que en algún destino vayan a asumir ni de cerca las fichas de los futbolistas de los que desea prescindir el Deportivo.
La segunda premisa es la del “depende”. Y en esas está ahora el club, pensando en un ERE.
“Hay contratos firmados, en algunos casos con cláusulas. Y luego al final puede haber problemas con dos o tres jugadores. No más. Más cerca de dos que de tres”, explicó, en tono kafkiano, Richard Barral tras el último partido de Liga en Soria. Allí habló de una apuesta “en la que estábamos de acuerdo todos”, sin entrar a diferenciar si eran todos los que le rodeaban en el club o, de verdad, todos.
Antes, en los albores de la temporada, el periodista Víctor Losada, director de Riazor.org, le había preguntado a Barral en otra rueda de prensa si las extensiones de contratos no ponían en riesgo el futuro si no se lograba el ascenso”. Barral lo negó: “Si para nuestra desgracia seguimos en Segunda B está previsto, con cortes, con salidas, con salarios más acordes a un segundo año en Segunda B”. No comentó que los “problemas” podían ser con dos, con tres o con dos jugadores y medio. Y lanzó un mensaje de tranquilidad: “No estamos hipotecando nada. Es más si tenemos la suerte, como esperamos, de ir a Segunda, está todo super ya controlao para la próxima temporada. Y en caso de que hubiera la desgracia de no, pues también están logicamente todas las situaciones previstas. Nosotros nos tenemos que poner en todos los casos”.