El pasado 20 de diciembre, in extremis, se salvó la tradición. El documentado servicio de comunicación del Deportivo así lo glosó en la web del club: A Coruña seguía conservando el torneo de fútbol no oficial más antiguo del mundo, el único que no interrumpió su devenir y cumplió, con la sordina impuesta por la pandemia, sus bodas de diamante. 75 ediciones que se cumplieron con un partido entre el Deportivo y una selección de jugadores de clubs modestos coruñeses. La alarma sanitaria sirvió para justificar incluso que la única alternativa para mantener el torneo con vida fuera esa. Meses después, ya con el fútbol en velocidad de crucero, una nueva edición del Teresa Herrera se sustanciará el próximo día 8 en Riazor con un partido entre el Deportivo y la Ponferradina, una entidad muy meritoria que además juega en una categoría que anhela el deportivismo. Pero hace dos años hubiera sido imposible imaginar una decadencia igual.
A ningún coruñés hay que explicarle que es el Teresa Herrera, orgullo para todos porque además hunde sus raíces en una causa benéfica, la de recaudar dinero para los hospitales de la ciudad. Pelé, Garrincha, Cruyff, Beckenbauer, Eusebio o las dos glorias locales, Luis Suárez y Amancio lo disputaron. Los mejores equipos de Europa se mostraron en Riazor, pero para los latinoamericanos el torneo alcanzó galones de mini Copa del Mundo. Durante bastantes años los grandes equipos del momento tenían una oferta sobre la mesa para jugar el Teresa Herrera y además presentar aquí a sus adquisiciones. Y, honrados, la aceptaban.
El torneo pasó por diferentes avatares y conoció diversas etapas en las que estuvo en peligro de desaparecer. Empezó en 1946 con fuerza, pero también con ciertas incomprensiones. Sobrevivió a los recortes y las pérdidas para emerger con fuerza al final de la década de los cincuenta engalanado por la presencia de grandes estrellas llegadas del otro lado del charco. Nacional, Vasco da Gama, Botafogo o Santos le dieron lustre a un torneo que vivió una cumbre cuando en 1962 un recién ascendido Deportivo derrotó entre vítores al vigente campeón de Europa, el Benfica liderado por Eusebio.
El torneo palideció de nuevo a finales de los sesenta. Pero nunca dejaron de llegar a A Coruña grandes clubes, Riazor se convirtió en un muestrario del mejor fútbol del momento. En 1966 el Deportivo derrotó al Real Madrid, que acudió con Amancio en sus filas, abucheado por su propia gente en un triste episodio cainita. El Teresa Herrera estuvo a punto de caer justo en sus bodas de plata, pero el Deportivo acudió al rescate para organizarlo hasta que una comisión conformada por concejales y empleados municipales buscó la alianza de intermediarios como el menudo Fernando Torcal para abrir la edad dorada del torneo.
Desde 1970 una nueva señal de identidad le había dado más categoría a la competición. Empezó a estar en disputa un monumental trofeo de plata que reproducía la Torre de Hércules. A Coruña comenzó a ser reconocible en las vitrinas de los mejores escuadras del mundo. En 1995, para conmemorar el cincuentenario, el trofeo fue de oro y en su diseño se compendiaron todos los anteriores, con la cima indiscutida del faro que señala la posición de la ciudad.
Pero el oropel del Teresa Herrera ya no era el mismo. Se aludía a las crecientes alternativas de ocio, al despegue del Deportivo, que ya empezaba a ofrecer grandes citas en el estadio sin necesidad de esperar al verano y además en competición oficial. En el año 2000, mientras el cuadro blanquiazul peleaba y ganaba la Liga saltó la alarma. El ayuntamiento puso sobre la mesa un convenio que dejaba la organización del torneo en manos del Deportivo. Un año atrás se había invitado al Celta, que acabó llevándose la Torre de Hércules a Vigo, donde luce como el trofeo más destacado de sus vitrinas y las críticas a la organización arreciaron. En María Pita recordaron como años atrás el Deportivo había pedido organizar el torneo. Pero a esas alturas, ya en el nuevo milenio, ese ofrecimiento era “un caramelo envenenado”, según dijo Augusto César Lendoiro.
Tras una tortuosa negociación se llegó a una entente. El Deportivo asumió sobre la bocina la responsabilidad de sacar adelante el Teresa Herrera y montó sobre la marcha un duelo contra el Lazio. Desde 1972 no se jugaba a partido único. “Será un trofeo como los de antes porque no se televisará”, glosó Lendoiro, que acabó por suscribir un convenio en el que entraron variables que nada tenían que ver con el trofeo. “El Teresa Herrera le ocasiona al Deportivo pérdidas de 125 millones de pesetas, pero se puede compensar con el control de los ambigús del estadio, que serían unos 20 o 25 millones al año”, valoró el presidente blanquiazul.
El Teresa Herrera empezó a ser una moneda de cambio, un engorroso complemento por el que entre 2001 y 2005 pasaron equipos con los que el Deportivo realizaba operaciones de mercado. Todos los destinos a los que iba Abreu obtenían billete para el agosto coruñés. En esos años Cruz Azul estuvo dos veces en A Coruña, Nacional otras dos, también pasó el América mexicano. El Atlético arribó como parte del acuerdo por Emerson. El Zaragoza por “Toro” Acuña, el Sporting de Portugal como parte del pacto por la llegada de Duscher y el Peñarol, otrora rey del verano coruñés cuando era campeón americano, llegó tapado por el traspaso de Pandiani.
El prestigio del trofeo se desplomó. Hubo partidos a los que no acudieron ni un millar de espectadores, como un Nacional-América de 2003, una edición en la que ni siquiera el Deportivo congregó más de 5.000 fieles. Cundió el desinterés y el hartazgo hasta el punto de que la final del torneo de 2006 planteada como una revancha entre Deportivo y Milán no se llegó ni a la media entrada en el estadio.
A partir de 2009 el Teresa Herrera, que había sido triangular en 2003 y 2005, pero que siempre trató de mantenerse fiel a su tradicional formato cuadrangular, se rebajó a partido único. Sendos duelos para el tercer y cuarto puesto entre Os Belenenses y Atalanta, en 2007, y Cruz Azul y Sporting, una edición después, fulminaron la opción de congregar a cuatro escuadras porque por más que la llegada de la directiva presidida por Tino Fernández en 2014 apostase por esa opción, ya nada era igual. Con todo, durante la última década Sevilla, Atlético, Real Madrid, Sporting Braga, Villarreal, Athletic o Betis mantuvieron el caché del torneo. La pandemia es una golosa excusa, pero la historia obliga a algo más que el decano de los torneos españoles se juegue a un partido entre Deportivo y Ponferradina.