Hace 16 días que el Deportivo derrotó al Langreo y certificó su presencia en la Primera RFEF. Desde entonces el club ha sido incapaz de ofrecer respuestas a las dos grandes preguntas que se hacen sus aficionados y que tienen que ver con la identidad del entrenador y el responsable de la confección de la plantilla que, sin duda, deberá luchar por regresar al fútbol profesional. Que podrían ser la misma persona. O no. Lo que ya se sabe, y no a través de los canales del club, es que Rubén de la Barrera no será uno de ellos.
Las únicas noticias oficiales que se han deslizado desde la Plaza de Pontevedra son la promoción interna para ejercer como secretario técnico de Carlos Rosende, que se estrena en una responsabilidad de ese tipo tras apenas dos años involucrado en la rueda del fútbol, y de Nacho Lourido, un entrenador de la base del club que durante los últimos tiempos se ha estado formando en la gestión y aplicación de los datos como herramienta de apoyo para minimizar riesgos en la toma de decisiones deportivas. Sus incorporaciones al proyecto del primer equipo han sido bien saludadas por la gente, que necesita creer que el club no sólo se barniza con una pátina de modernidad sino percibir que a todos los modos y maneras de la estructura deportiva se les va a dar la vuelta como a un calcetín.
Alguien (un antiguo director deportivo del club) detectó talento en Rosende y Lourido. En un contexto como el actual parece asumible y aceptable conceder la oportunidad a tipos que además de inquietud por formarse, tienen un fuerte sentimiento hacia los colores y, sobre todo, una expectativa por crecer. El Deportivo necesita hambre en todos los frentes.
Un sector de la afición sentía que Rubén de la Barrera era uno de esos glotones ávidos de llevar el club al éxito. Así se podía deducir de sus proclamas en la sala de prensa. “Estoy en el club que siempre soñé”. “Para mí el Deportivo es más que estar en una categoría u otra, Segunda, Tercera o Décimosexta no me condicionan”. “Trato la opción del Deportivo como la importante”. Todas son frases de De la Barrera, que llegó en enero para trabajar en un plantel más condicionado de lo que pensaba cuando anhelaba jugar con ellos en Guijuelo. A veces conviene tener cuidado con los deseos porque se acaban cumpliendo.
“Tampoco me voy a disparar a los pies. Me importan mucho los cómos y la manera de hacer las cosas. Quiero garantizar cosas que me permitan ser competitivo.”. Esas frases también la dijo De la Barrera durante las últimas semanas. Aquí también hay matices. El Deportivo va a armar uno de los proyectos más potentes de la categoría porque el club es el primero que se impone salir cuanto antes del tercer nivel del fútbol español. Así, por más que se recorte el presupuesto siempre seguirá siendo más que holgado para competir con garantías. Badajoz e Ibiza, dos de los grandes favoritos al ascenso desde el inicio de la temporada y que están a un paso de cumplir los pronósticos, se movieron este año con un presupuesto de gastos que no llegó a los 2 millones de euros. El Deportivo se fue a los 13. Hay margen para limar.
Quizás De la Barrera tenía expectativas que no se acababan de cumplir, quizás al final todo esto sea (no es tan extraño) cuestión de dinero. El caso es que el entrenador pidió un tiempo para valorar la propuesta de renovación de un club que tampoco estaba convencido de estar ante la opción perfecta, desilusionado en los despachos por un final de temporada del que se esperaba algo más. La credibilidad del técnico se socavó con derrotas como las de Coruxo y Langreo o con fiascos como el de Luanco. Aún así se confiaba en el valor de la continuidad y en la demostrada capacidad del entrenador para armar equipos competitivos en la categoría.
Todo saltó por los aires en cuanto se supo que De la Barrera atendió otras llamadas, algo absolutamente normal en un profesional que acaba contrato. Ocurre que, después de tanto desengaño, el club necesita relaciones sinceras sin atisbo de verse involucrado en un indeseado triángulo. También le pasa lo mismo a bastantes de sus seguidores. Que De la Barrera no renovase su vínculo inmediatamente después del partido del Langreo ya advertía que la relación no iba sobre ruedas. Irureta no necesitaba tanto tiempo para firmar un nuevo contrato. Primero cumplía los deberes, claro.
El cuarto entrenador coruñés de la historia del club se marcha como un fruto que aparenta sabroso, pero que no ha logrado exprimirse del todo, sentado como estaba en una silla eléctrica que emite menos descargas que en los últimos años. Todo quiere convertirse en grato en el Deportivo. Tanta es la necesidad vital que siente su gente de que las cosas empiecen a salir bien que incluso en las redes sociales, otrora cargadas con armamento pesado, se jalonan con elogios decisiones que involucran a personas sobre las que no abundan referencias. Un entorno que ahora cubre de parabienes a profesionales del club a los que ni reconocerían en la cola del pan puede ayudar al sosiego en torno a un técnico que quiere dar pasos de dos en dos. Otros estruendosos silencios todavía ayudan más.
El hype es ahora Yago Iglesias, entrenador que en sus tres primeras campañas en el Compostela se quedó sin lograr el objetivo y que ejemplifica el valor de la paciencia en el futbol: ha acabado por construir un equipo y llegar a la meta. Tiene una oferta del Celta B, que seguramente aparece más estable que lo que puedan ofrecer en A Coruña. “El Deportivo es un cuchillo que cae desde muy arriba y el que lo toque puede que se quede sin mano”, apunta una persona vinculada al mundo del fútbol y que conoce bien el club.
En la ciudad vive un tipo que no teme manejarse con las facas más afiladas. Se llama Paco Jémez y el Deportivo ya ha contactado con él para saber si quiere agarrar el cuchillo a cambio de un sueldo alejado de su nivel salarial en campañas anteriores. Paco también tendría que acabar de ver las cosas claras. No es el único. Al deportivismo le gustaría saber quien está al volante de todo este tipo de maniobras. Que se sepa, hay un director de fútbol en nómina sobre el que en las últimas semanas todos los debates giraban en torno a su continuidad o no. Si sigue al pie del cañón se supone que es él quien toma las decisiones sobre la continuidad del técnico, su relevo y quien tiene que llegar. Porque si no es así lo lógico sería que alguien dijese lo contrario. O que el interesado lo filtrase convenientemente a algunas plumas y voces amigas tal y como hizo con la salida de Mujaid al fútbol belga después de que el diario As publicase que el jugador tenía una oferta del Schalke 04.
Mientras tanto ahí sigue el Deportivo: aguantando vaivenes.