El Deportivo garantizó con una goleada al Langreo su continuidad en la tercera categoría del fútbol español. Salvó su precario estatus tras una campaña lamentable en la que flirteó con caer al cuarto escalón e incluso al quinto. Todo ocurrió con un presupuesto para salarios que supera a la mitad de la segunda división del fútbol español. El desastre deportivo y financiero ha sido de tal calibre que, por el camino, obligó a intervenir a la entidad propietaria de club y enseñar la puerta de salida al Consejo de Administración presidido por Fernando Vidal, el mismo que trajo de la mano y dio poderes de “director de fútbol” a Richard Barral, que según el diario As percibe unos emolumentos a la altura de los jugadores mejor pagados del plantel. La pregunta que se hace ahora el deportivismo es si Barral seguirá en el club. Lo tiene complicado, pero hay 600.000 motivos (brutos) que todavía le atan al club.
La corriente de opinión que se desliza desde la cúpula de Abanca es que no tiene ningún sentido la continuidad de Barral desde el momento en que se decidió prescindir de los directivos que le devolvieron al club y le firmaron un generoso contrato de tres años, un vínculo que guardaba una paradoja que tampoco entienden los banqueros: la de que se gastase más en la dirección deportiva en Segunda B que en el fútbol profesional. En Abanca se han asesorado con gente de fútbol y han llegado a la conclusión de que con mucho menos coste (opinan los más taimados que en todos los sectores excepto en el Consejo de Administración) el Deportivo estará en condiciones de pelear, con garantías de éxito, el ascenso a Segunda División.
A Barral se le hacen muchos reproches, pero uno que pesa mucho a la hora de tomar decisiones es el de haber comprometido al club con contratos de larga duración que además condicionan ahora la planificación deportiva de la próxima campaña. La gestión del caso Rolan tampoco es un episodio que le haya granjeado simpatías entre quienes ponen el dinero en el Deportivo.
No hay paños calientes y se considera que este ejercicio ha sido un fracaso y que la renovación del plantel debe ser profunda. Habrá salidas de futbolistas que se han movido en la irrelevancia y también se irá alguno con ofertas. Mujaid, con un contrato cuatro veces menor que el de compañeros de peor rendimiento, dispone de varias opciones para dar el salto a equipos de Segunda y el club valora enjugar pérdidas con un traspaso. Todo está en cuestión en estos momento, incluso el rol que debe jugar Rubén de la Barrera, del que se valora un compromiso que el propio técnico se ha encargado de recordar, hábilmente, en la rueda de prensa previa al partido del domingo.
El club quiere que Barral se ocupe en los próximos días de gestionar y llegar a acuerdos con varios futbolistas que no se desea que continúen en el club y que tienen contrato en vigor. Es decir, le piden que haga su trabajo. Ocurre que Barral (que tras la salida de Vidal ya no ocupa plano ni en el banquillo, del que era asiduo en los instantes previos a los partidos ni en el palco) todavía defiende la bonanza de algunas de sus apuestas de esta temporada, bastantes de ellas habituales del banquillo. Y ahí ya se llega a una cuestión de confianza. No parece que la ruta para construir el futuro sea la misma por parte del club y su director de fútbol. Y si unos tienen 600.000 problemas para resolver la situación, Barral tiene más: en concreto 600.001. Su mercado como director deportivo apunta a limitado a pesar de que hace unos años alguien deslizó en los oráculos de la Plaza de Pontevedra que barajaba una ignota oferta del Liverpool.
Richard Barral, que se ganó una cierta reputación como scout en clubs propiedad de la familia Pozzo como el Udinese o el Watford, solo ha asumido en el Deportivo responsabilidades similares a las que detenta. Lo hizo primero desde octubre de 2015 a enero de 2018 en su regreso a un club para el que ya había trabajado como entrenador en fútbol base. Cuando a su llegada al club Tino Fernández entregó el área deportiva del club a Fernando Vidal, Barral dejó su ocupación como ojeador en el Udinese para formar parte del área de fútbol del equipo de su ciudad como “director de planificación deportiva”.
Fue después cuando fue promovido a “director deportivo”. Firmó tres permanencias en la máxima categoría en condiciones económicas muy precarias, pero también un amplio catálogo de técnicos y futbolistas que no lograron estabilizarse en el club. El gran fiasco llegó cuando, con el préstamo de Abanca para pagar a la Agencia Tributaria, dispuso de más capital para conformar el plantel. Cuando salió del club retomó su labor como ojeador, en esta oportunidad vinculado al Eintracht alemán. Con todo, sorprende que en transfermarkt, una de las biblias del balompié, no hay rastro ni de esas ocupaciones ni siquiera de su labor en el Deportivo. Simplemente carece de perfil.
En algunos sectores de la propiedad se tomó nota de aquella primera catástrofe y se alude ahora a la segunda. Barral aseguró antes de empezar la temporada que el equipo que había confeccionado estaba “a la altura de ocho o diez equipos que nos vamos a jugar cuatro puestos de ascenso” Y ahora quieren que Barral solucione parte de los compromisos económicos generados antes de intentar llegar a un acuerdo y rescindir los dos años de contrato que tiene en vigor. No se contempla, como se hace eco As e incluso desliza La Voz de Galicia al señalar a De la Barrera como líder del nuevo proyecto, que tenga peso en la confección de la próxima plantilla. ¿Qué sentido tiene entonces que continúe en la entidad?