Hace nueve años se fue al Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat del Vallés y lleva ese tiempo volcado en el tenis de mesa como jugador profesional. A Alberto Seoane Alcaraz (A Coruña, 1987) nada le frena, ni la lesión que le apartó de la clasificación por ranking a los Juegos Paralímpicos, ni por supuesto su discapacidad. Por algo su lema es “Soñar, sudar, ganar”.
Hablamos con él sobre sus rutinas, en las que está siempre presente su faceta como economista, y sobre su visión sobre discapacidad y el espíritu de superación que guía su día a día. Sabe que esa es la dinámica que le ha traído las victorias a su carrera como deportista y mantiene la templanza sabiendo que se la juega a una carta este miércoles en el campeonato de clasificación en Eslovenia, donde espera ganar su plaza a los Juegos Paralímpicos de Tokio.
¿Cómo afronta el reto del miércoles para su clasificación en los Juegos Paralímpicos?
Con mucha ilusión, ya son muchos años entrenando así que se lleva bien. Lo que importa es todo el trabajo previo que se ha hecho. No es cuestión de echarle más horas, más bien de lo contrario, de aprovechar estos momentos previos a pulir técnicas y estar concentrado en el objetivo. Hay que ganar la plaza y para eso hay que estar bien justo en ese momento. Es jugársela solo a una carta y esperemos que la suerte ayude.
¿Es supersticioso?
No soy mucho de esas cosas, tengo pocas manías. Lo único que hago es que que intento repetir el color de la camiseta si gano. Si pierdo, la cambio por el otro color que haya para la Selección, que generalmente una es roja y otra negra.
¿Cómo es la vida en Sant Cugat y cómo surgió la oportunidad de ir al Centro de Alto Rendimiento?
Me dieron la oportunidad de venir aquí a Sant Cugat a entrenar hace 9 años. No me lo pensé cuando me lo propusieron. Yo acababa de terminar económicas, me faltaban un par de asignaturas. Era una época de mi vida en la que no sabía muy bien qué hacer. Para mí suponía también una salida de mi ciudad, porque estudié en la Universidade da Coruña. Lo hice en principio por la experiencia, por probar. Tampoco tenía claro que el tenis de mesa fuese algo a lo que me dedicaría. En casa me apoyaron mucho, aunque supusiese que “el niño” de la casa se fuese a vivir a 1.000 kilómetros. Puedo decir que estoy muy contento, aquí convivo y comparto con deportistas de todo tipo de disciplinas y edades. Tenemos todo lo que necesitamos para seguir una carrera en el deporte, entrenamiento, orientación, tema de vigilancia médica, nutrición…
¿De dónde viene tu pasión por el tenis de mesa?
Siempre me ha gustado, y además se me daba especialmente bien, destacaba respecto a mis compañeros del colegio. Llegó un momento en que quise empezar a entrenar. Coincidió con la celebración de unos Juegos Paralímpicos, y un día de casualidad vi por la tele unas pruebas. Me entró el gusanillo de que yo a lo mejor un día podría llegar a uno de esos juegos paralímpicos. A partir de los 13 o 14 empecé a entrenar en serio con ese sueño de conseguirlo.
Habla de sus compañeros de colegio ¿pasó por malas experiencias en esa etapa?
La verdad es que siempre me he sentido aceptado, los compañeros del colegio me cogían siempre para formar los equipos porque sabían que los deportes se me daba igual de bien, o incluso mejor que a ellos. Tengo mi grupo de amigos de siempre y siempre he sido uno más entre ellos. Además mi carácter siempre ha sido de echado para delante, supongo que eso ayuda.
¿En qué medida crees que influye que se visibilicen todo tipo de deportes?
Es importantísimo. El deporte es lo más sano que hay, genera muchísima disciplina. Eso ayuda mucho, inculca valores. Aún más para las personas con discapacidad, porque es una forma de generar autoestima, enseña a saber ganar y a perder. Por eso es importantísimo que los chavales lo vean y tengan referentes. Eso ayuda a no rendirse, a salir de la zona de protección que genera muchas veces el entorno y que no ayuda a que las personas con discapacidad desarrollen su autonomía. Estoy muy en contra de los discursos de ‘pobrecito, no te canses, no corras’. Así no. De hecho intento quitar a los padres el discurso de buenísmo y protección. Una persona con discapacidad querrá trabajar, hacer su vida. La verdadera integración es ser uno más, con la ayuda necesaria, por eso ver que es posible llegar a todo en la vida y especialmente a la gente más joven es algo clave.
¿El culmen de su carrera serían estos Juegos de Tokio?
Ahora el sueño es clasificarme, sí. Por desgracia no me pude clasificar por ranking, debido a una lesión. Pero eso es el pasado y ya no vale para nada. Ahora el objetivo es clasificarme en Eslovenia; es difícil pero no imposible. Después ya veremos qué pasa. En caso de que no me clasifique creo que seguiría entrenando, en nada viene el Mundial y le siguen rápidamente los siguientes Juegos. Además, los triunfos en mi carrera han llegado relativamente tarde. La primera vez que quedé campeón del mundo por equipos tenía ya más de 20 años, aún tengo tiempo para obtener buenos resultados.
¿Y a diez años cómo te imaginas?
En diez años ya no me veo en el deporte, por ejemplo, no me imagino como entrenador. Ahora he empezado a colaborar en un programa en Teledeporte y me encanta el mundo de la comunicación. También he tenido experiencias en empresas y me gustaría seguir desarrollando mi profesión de economista.
Con el empeño que le pone igual hasta crea su propia empresa…
La idea siempre está ahí, pero hay proyectos que necesitan dedicación a tiempo completo. Compatibilizo mis inversiones y trabajos como economista a primeras horas de la mañana todos los días antes ir a entrenar. Es algo que me gusta y que ayuda a tener un equilibrio, evita también obsesionarse con la clasificación.
¿Tienes trucos para desconectar antes de partidos importantes?
Soy muy de mar, me relaja muchísimo. Me encanta la playa, estar sentado en una roca pensando en tus cosas y que les de el aire. Me ayuda a sentir la tranquilidad, así que aquí en Sant Cugat también puedo disfrutarla. De hecho, me encanta Riazor, y mi punto de entrenamiento en A Coruña es el Club del Mar. Voy con frecuencia y lo aprovecho al máximo.
¿Cómo crees que se aborda la discapacidad en España?
Creo que desde las instituciones no se hace nada por explicar qué es la discapacidad a nivel de Educación. Tampoco se hace desde el Ministerio de Igualdad, que no en realidad es solo de género, porque no trabaja por la igualdad y la integración real entre todas las personas. La desigualdad es enorme, y eso hay que explicarlo.
Yo estoy en contra de todas esas frases de lo políticamente correcto, de lo de capacidades diferentes, me parecen chorradas. Si tienes los brazos cortos, tienes los brazos cortos, no hay más. Lo que sí discrimina es el discurso del ‘pobrecito’, el ir a ayudar sin que se pida. Lo que hay que tener claro es que los discapacitados tenemos unas menores capacidades, pero solo para ciertas cosas. Eso es evidente. Pero el problema es que no se dan opciones, no se explica cómo tratar la discapacidad. Incluso los propios profesores no saben a veces cómo gestionarlo, hay muchos deportes a los que se pueden jugar en el patio de un colegio si hay un niño con discapacidad en un aula.
Por desgracia te habrás sentido alguna vez discriminado ¿cómo reacciona ante eso?
Miles de veces. Por ejemplo, me pasa mucho cuando salgo de fiesta. Porque a mí me gusta salir, y cuando llego a una discoteca siento las miradas. Yo ya no me doy cuenta. A veces me pasa que voy con alguien al lado y dice ¿por qué nos miran? Y luego caemos de que es por mi. Los niños a veces te señalan y eso genera muchísima tensión porque ves que los padres no saben dónde meterse, o le regañan directamente por mirar. Yo hay veces que me acerco y digo, señora explíquele al chaval porque veo que su hijo no tiene educación en ese sentido. Si ese mismo niño ve deporte paralímpico, seguramente no señalará con el dedo a un discapacitado cuando lo vea por la calle. De ahí la importancia de los referentes, de ver que se pueda normalizar y de mostrar que los sueños se pueden alcanzar.
¿A veces prefiere pasar del tema y a veces hace un poco de pedagogía?
Creo que ante todo lo que importa es la naturalidad. Claro, puedes decir simplemente, tiene los brazos cortos o tiene una discapacidad. Da igual que le cambien el nombre minusvalía por discapacidad. La discriminación y la igualdad no van de discursos, van de hechos. Yo siempre he hecho lo que me ha dado la gana y entiendo que mi punto de vista no es el de todos. Hay a personas a las que le da miedo salir, que evita ir a una discoteca para no sentirse observado, que se vienen abajo cuando le miran.
¿Hay un extra de fortaleza psicológica para las personas discapacitadas?
No creas, lo que importa es ni tener complejo, unos te mirarán y otros no, les parecerá bien o mal. Como en todas las facetas de la vida, por ejemplo para ligar. Tienes que ir a por la que te gusta, puede que cueste más, pero hay que ir a por lo que te gusta. A veces te va bien y a veces te va mal. Pero nunca he dejado de hacer algo por la discapacidad.