Cuando se erigió fue un símbolo de prosperidad y modernidad, de la expansión de una ciudad que traspasaba límites por más que los tiempos en muchos aspectos siguiesen siendo grises. La fuente de Cuatro Caminos llegó con la activación urbanística de la zona, donde se ubicaba desde abril de 1958 el luminoso edificio de La Voz de Galicia. Cuatro años después el alcalde Sergio Peñamaría de Llano le daba vueltas a como darle lustre a aquella Coruña que amanecía más allá de la Palloza.
Peñamaría tenía un punto intrépido. Con él a los mandos de María Pita se inauguró el aeropuerto de Alvedro, se instauró el día del Rosario como festivo local, se planificó el desarrollo urbano de San Pedro de Mezonzo, Elviña o Zalaeta y se difundieron los valores de A Coruña con el eslogan de la ciudad donde nadie era forastero. A él se le atribuye la idea de engalanar la nueva plaza de Cuatro Caminos con una monumental fuente que se engalanase por las noches con vistosos juegos de luces.
Nada ocurrió sin un acerado debate. Quienes no querían fuente aludían a que estorbaría la circulación, cada vez más abundante, de vehículos. O que se podrían producir cortocircuitos al mojarse los cables de los trolebuses. Se aludió al despilfarro. La fuente emitía 40 toneladas de agua por minuto, pero pronto se aclaró de que era siempre la misma porque transcurría a través de un circuito. Y reponer la que se evaporaba apenas suponía un gasto.
Todo sucedió con cierta prestancia. En enero de 1963 se echó abajo el tapón de viviendas que ayudó a conformar una amplia plaza. Y comenzó a manejarse la idea de la fuente. En menos de dos meses el ayuntamiento dio el visto bueno. Milagros Rey Hombre, la primera arquitecta gallega e hija de Santiago Rey Pedreira, se encargó del diseño de la fuente. Y en la Escuela de Formación Profesional Avanzada se pusieron manos a la obra para que los planos se hiciesen realidad. Un motor de 218 caballos y 500 boquillas para que el agua saliese al exterior hicieron el resto.
El resultado fue tal que por la ciudad corrió el rumor de que especializados ingenieros alemanes se encargaban de levantar aquella magna obra. No fue así. Toda la firma, de principio a fin, fue coruñesa. El alcalde dijo que iba a estar lista antes del final del verano y así fue. El 7 de septiembre, un sábado, corrió el rumor de que esa noche iba a haber espectáculo en Cuatro Caminos. Numeroso público presenció la mezcla de luz y agua. Era apenas una prueba. El día 13 tuvo lugar la inauguración oficial. Pero Peñamaría ya no era el alcalde. Había cesado un mes antes, dicen que por negarse a asistir a la imposición de una medalla a un jefe falangista.