Fue, si se considera el valor del dinero en cada época, la obra más cara de la historia de A Coruña, una obra ciclópea que conllevó 16 años de trabajos y movió 3,4 millones de toneladas de piedras para conformar una escollera. 462.000 de las piedras empleadas fueron bloques de casi cinco toneladas de peso. “El puerto se convertirá en una laguna con olas de no más de veinte centímetros”, avisaron los ingenieros. Y la economía de la ciudad se impulsó porque se abrió un nuevo puerto pesquero, otro deportivo y una terminal de petróleo esencial para que en la ciudad recalase la primera refinería del Atlántico Norte.
Todo se inició en 1946 con un proyecto de obras y mejoras del puerto que contemplaba el diseño de un dique de abrigo que desde la zona del hospital militar cruzase la roca de las Ánimas hacia el este con una longitud total de 1.336 metros y 12 de anchura. El proyecto lo firmó el ingeniero Eduardo García de Dios, que años después también levantó la lonja del Gran Sol. Le auxiliaron Fernando Salorio Suárez y Fernando Cebrián Pazos. La prensa de la época saludó la iniciativa con alborozo: “Con el dique se abre una era de riqueza y prosperidad para la ciudad”.
Se fijó una duración aproximada de ocho años para llevar a cabo los trabajos, pero todo se complicó. En octubre de 1947 el Consejo de Ministros autorizó los trabajos, de los que se encargó Termac, una empresa constructora local. Pero hasta 1952 no se hicieron más que trabajos preliminares como la adecuación de la cantera de Adormideras para trasladar piedras hasta la zona del dique.
En ese tiempo se construyó una línea férrea de doble vía para cubrir los dos kilómetros de distancia entre ambos puntos y se adecuaron sendos espacios para cargar y recepcionar las piedras. Se buscaba material en todos aquellos puntos que se pudieran explotar. Termac se interesó por la cantera de Monte Alto e incluso valoró desplazar material desde la de Santa Margarita.
En 1953 se habían construido 150 metros de dique y la constructora anunció estar en condiciones de avanzar 250 metros por año para que todo estuviese listo en siete años. Poco tiempo atrás un temporal había destrozado la vía férrea y enviado, incluso, al mar varios vagones de los que se empleaban para mover las piedras.
Los coruñeses se acostumbraron a vivir con el sonido de los barrenos procedentes de Adormideras. En 1959 el dique ya se metía 1.137 metros en el mar y en su construcción bregaban más de 500 personas. Tiempo atrás se había anunciado que llevaría el nombre de Pedro Barrié de la Maza, el presidente de la Junta de Obras del Puerto que había impulsado la obra con su acceso al cargo tres años antes de iniciarse los trabajos.
En los años sesenta se anunció que el dique se abriría al público y serviría también como espacio de paseo. El presupuesto de la obra se había elevado hasta los 262,4 millones de pesetas cuando el 18 de febrero de 1967 Termac entregó la obra, que en realidad ya había entrado en servicio unos meses antes.