Las colas para retirar entradas de partidos del Deportivo forman parte del paisaje coruñés. El 28 de octubre de 1956 el equipo blanquiazul jugó en Riazor contra el Real Madrid. El duelo llegó en la octava jornada con los locales en puesto de descenso, pero con el buen sabor de boca de haber goleado a la Real Sociedad (4-0) en el partido anterior disputado en el estadio. El rival era nada menos que el vigente campeón de Europa, el primero de la historia de la máxima competición continental tras coronarse cuatro meses antes contra el Stade de Reims en el Parque de los Príncipes.
La expectación se disparó. La directiva declaró la jornada como Día del Club, los socios debían de pasar por taquilla, pero la gente respondió y las colas florecieron en los Jardines de Méndez Nuñez, donde entre los edificios del Atlantic Hotel y La Terraza se habilitaba la conocida como taquilla del Relleno.
“El aliento de los aficionados será decisivo”, apuntó Ángel Zubieta días antes del partido. No era un cualquiera sino un mito futbolístico, un prometedor mediocentro defensivo destinado a hacer historia en el Athletic, pero al que la Guerra Civil envió a un largo exilio a Argentina, donde se convirtió en referente de San Lorenzo de Almagro. Ya con 34 años regresó a España para cerrar su carrera deportiva en A Coruña, donde se alineó durante cuatro temporadas, en la penúltima la 55-56, le tocó empezar a ejercer como entrenador-jugador. Logró una agónica salvación y a las alturas de ese duelo contra el Real Madrid no estaba sometido a discusión.
Aquella semana que Juan Ramón Jiménez recibió el Nobel de Literatura y en Budapest se inició una desigual batalla contra las políticas impuestas desde la Unión Soviética, en A Coruña se hablaba de fútbol. No hubo autocares suficientes en bastantes puntos de la provincia para desplazar a los aficionados que querían estar en Riazor. Renfe puso trenes especiales desde Santiago, Ferrol y Lugo. El Real Madrid llegó a la ciudad en el Expreso tras viajar durante toda la noche.
Santiago Bernábeu estaba al frente de la expedición, que fue recibida en la estación de ferrocarril por una delegación del Ayuntamiento y de la Peña Madridista coruñesa, que brindaron a los visitantes una recepción en el Palacio de María Pita la tarde anterior al partido, acto que transcurrió entre elogios mutuos de Alfonso Molina y Santiago Bernabéu, que aprovechó la visita para imponer la primera insignia de oro del club a un presidente de una peña, Roberto Manuel Pérez, más conocido como Manolo, el del Capricho, que había sido presidente del Fabril y directivo deportivista.
El Deportivo jugó Bernabé bajo palos, Tomás, Anca II e Irusquieta en defensa. Cuenca y Juananco en mediocampo y Polo, Arsenio, Santos, Villarrubia y Tino en la delantera. El Madrid, con una delantera de lujo (Kopa, Marsal, Di Stéfano, Mateos y Gento) se llevó los agasajos y los puntos. Arsenio Iglesias, al que las crónicas señalaron como el mejor futbolista blanquiazul, adelantó al Deportivo al poco de empezar el partido, pero dos goles de Alfredo di Stéfano lo decantaron. El estadio se abarrotó. Con el paso de los meses los blancos ganaron la Liga y volvieron a alzar la Copa de Europa. Zubieta no acabó la temporada. El Deportivo se fue a Segunda División tras nueve temporadas consecutivas entre los grandes, la mejor época del club hasta los dorados años bajo la presidencia de Augusto César Lendoiro.