Más de 30 centros privados se integran en el sistema universitario español, ninguno de ellos hasta ahora en Galicia. En las dos últimas décadas el número de alumnos que se integran en instituciones de esa titularidad se ha multiplicado por cinco.
La oferta atiende a una demanda y semeja imparable porque en la mayoría de los casos se trata de centros orientados a una demanda empresarial de su entorno y orientados a una especialización. Quienes buscan una plaza en una universidad privada lo hacen no sólo desde su libertad de elegir el centro donde formarse sino atraídos por los recursos humanos y económicos que se ponen a disposición del alumnado o por valores como su orientación al postgrado. Nada es mejor o peor respecto a tantos excelentes centros públicos universitarios. Simplemente es diferente o complementario.
La oferta se enriquece y en Galicia, que se estaba quedando atrás, se teje una iniciativa que lidera el centro académico Cesuga, que esta semana ya ha dado un primer paso formal para convertirse en la primera universidad Next Generation de la comunidad.
Esa nueva generación de universidades debe adaptarse a la nueva demanda de la Unión Europea para acceder a los fondos que deben impulsarnos tras la pandemia. A través de ellos se promueven estructuras de transferencia del conocimiento más integradas con el entorno empresarial. La iniciativa que se presenta ahora en Galicia apunta a cumplir con los requisitos marcados desde Europa en su instrumento de recuperación y para ello buscará la empleabilidad del alumno, la implantación de las más modernas tecnologías digitales al servicio de la educación y la investigación y la puesta en servicio de modernos laboratorios de última generación.
Cesuga tiene tras sí un bagaje, más de un cuarto de siglo desde que se impulsó por los colegios Obradoiro, de A Coruña, y Peleteiro y Alca, ambos compostelanos. A día de hoy ofrece titulaciones de alta inserción laboral como Administración de Empresas, Publicidad, Arquitectura y Traducción. Con todo, no son títulos propios, sino que están emitidos por la Universidad San Jorge, un centro privado de Zaragoza. Ahora quieren dar el siguiente paso y convertirse en la universidad privada de referencia en Galicia, atraer el talento autóctono y también el foráneo de la misma manera que muchos de los gallegos tienen que salir ahora al exterior para formarse. Bastantes ya apenas regresan cuando están de vacaciones.
Se abre ahora un proceso administrativo en el que Cesuga asegura que no se detendrá. “Aprovecharemos para avanzar y adaptar sus instalaciones para acoger todos los grados que ofrecerá la nueva universidad”, explican. El plan de Cesuga es cristalino. Hace poco más de un año, justo antes de la pandemia, puso en marcha un consejo asesor conformado por representantes de empresas implantadas en Galicia que agrupan en torno al 10% del PIB de la comunidad y emplean de manera directa a unas 25.000 personas.
Un Consejo Asesor que acerca la empresa a la docencia El Consejo Asesor de CESUGA lo forman los máximos responsables de 17 entidades radicadas en Galicia o con una larga trayectoria de vinculación con la comunidad: Ramón Alonso (director general de Cafés Candelas), Joaquín González (director general de Vegalsa Eroski), Francisco Cernadas (presidente grupo INCOGA – DECORGA), Raquel Cortizo (directora general Grupo Cortizo), José Manuel Chousa (presidente de Dmanán), Rubén Chousa (Director General Ingapán), Tino Fernández (presidente de Altia), Senén Ferreiro (presidente de Valora), José González (presidente de EGASA), Pablo Junceda (director general del Sabadell Gallego), Manuel Iglesias (presidente del grupo Cetus), Víctor Nogueira (presidente de NOGAR), Rafael Marzán (CEO de Arenal Perfumerías), Manuel Ángel Pose (Director general ALUMÁN), Carlos Paz (director de Quirón Galicia), Joaquín Pérez Bellido (CEO de Pérez Rumbao) e Ignacio Rivera (CEO de Estrella Galicia).
La idea de maridar universidad y empresa no es nueva. Lo que es novedoso es congregar a la misma mesa a actores de esa relevancia. Excelencia en la formación y enfoque a las necesidades del entorno parece un plan ideal, tanto que incluso Abanca ha entrado a través de Afundación en un entorno al que son ajenos para solicitar el permiso correspondiente y ofrecer sus propias titulaciones, un proyecto todavía en pañales. El venezolano Miguel Angel Escotet, primo de Juan Carlos, el presidente de la entidad bancaria, sería el futuro rector de ese centro.
En medio de toda esta ebullición y, sobre todo, del esfuerzo de un sector referencial del empresariado gallego, y en el caso de Cesuga singularmente coruñés, porque germinen proyectos que escuchen al mercado, generen empleo e inversiones en la comunidad aparece el batiburrillo político e ideológico. BNG y PsdeG han manifestado su rechazo a las universidades privadas, aseguran que en apoyo de las públicas. La CIG apunta que las intenciones de Cesuga son un “nuevo golpe” para el sistema universitario público.
En 2021 las aulas de las universidades gallegas acogen, prácticamente, a todo aquel que hace un esfuerzo y expone un interés por recibir una formación de ese nivel. Existen becas que funcionan tanto en el sector público como en el privado, desgraciadamente hasta ahora para atraer a estudiantes gallegos más allá de Pedrafita.
Aterrizar en la realidad es un saludable ejercicio que algunos cuadros de esos partidos opositores ya han comenzado a hacer. Manoel Bello, exresponsable del BNG en Mesía, publicaba en las últimas horas en su muro de Facebook una reflexión en una línea que, desterrando las demagogias, propugna la convivencia entre sector público y privado. “Esta é a posición da UPG. Tan lexítima como outras, mais representante da súa minoria social nun país, Galicia, que non é un estado socialista, e temos un sector privado moi importante para mover a economia do país, crear emprego e que aporta tributos para termos acceso á sanidade, infraestruturas, cultura, ocio, alumeados, educación….e a parte de subvencións que son diñeiro tirado. O diñeiro custa producilo”.