Superada la excitación por las Tanxugueiras que le invitó a definir a través de las redes sociales a la representante eurovisiva Chanel y su clá como una “panda de petard@s” (con la inevitable arroba para repartir a ambos géneros) y definir al jurado como un colectivo que “tiene lo justo para no cargarse encima”, el inefable Francisco Dinís Díaz Gallego retomó su temática favorita en las redes sociales. En ellas el Tito Livio del urbanismo contemporáneo coruñés reseña inasequible al desaliento las consecuencias de la política que lleva a cabo la Concejalía de Urbanismo, Vivienda, Infraestructuras y Movilidad que tan generosamente le mantiene, con dinero público, en la cima de los asesores mejor remunerados del ayuntamiento: 51.691,26 euros al año por, como en su día definió, cocinar unas orejas que quitar 15 plazas de aparcamiento.
El otrora “coruñés de Lugo” se asomó este lunes por la calle de San Juan para en el ocaso de la tarde fotografiar la fachada de un edificio que lleva largos meses en rehabilitación y glosar la situación en su cuenta de twitter: “Los datos de licencia mejorar año tras año desde el inicio de mandato. Los de rehabilitación se llevan la palma con obras como está (sic) a punto de terminar en la calle de San Juan”.
El ayuntamiento de A Coruña resolvió durante el año 2021 menos de la mitad de las peticiones de licencia de obra recibidas (353 de un total de 884). El resto de los permisos otorgados, hasta 764 estaban sin resolver desde el ejercicio anterior. Hay casos de comunidades de vecinos que están esperando desde hace tres años para que se resuelva una licencia de obra pedida para habilitar un ascensor. Inés Rey, sin embargo, también sale a la palestra, para exponer unos datos pírricos. “El año pasado concedimos 35 licencias más que en 2020”, declaró ufana hace unas semanas. Confrontaba datos con una anualidad en la que se produjo un confinamiento y se paralizó la economía, también un tiempo en el que se empezó a aligerar el cuello de botella formado cuando Marea Atlántica simplemente convirtió en una utopía lograr una licencia en tiempo y forma, antes de intentar engrosar números con permisos de carácter menor.
La concesión de licencias de obra no sólo es un termómetro de la actividad económica de una ciudad sino también un procedimiento para incentivar a aquellos pequeños empresarios y profesionales que ofrecen servicios o que desean poner en marcha una actividad. Que todo ese proceso se enfangue en la maraña burocrática de un gobierno sin capacidad de gestión es el mayor freno contra la reactivación.
La normativa alude a un plazo tipo de tres meses para la concesión de licencias para obras mayores y de un mes para las menores, por ejemplo la instalación de una rampa de acceso para personas con discapacidad dentro de un edificio. En Madrid, tanto Comunidad como Ayuntamiento han hecho bandera del acuerdo para agilizar procedimientos que desbloquean expedientes. “Ni los ayuntamientos ni los particulares estamos para perder tiempo y dinero”, explica Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad, que al menos en ese aspecto nadie duda de que se mueve.
En A Coruña lo normal es aguardar al menos un año hasta tener una resolución. Aunque siempre hay excepciones: los permisos para comenzar las obras de peatonalización de las calles Alcalde Marchesi y Compostela se licitaron y se adjudicaron en apenas dos meses. No son trabajos precisamente menores, pero se ve que en el Concello hay diferentes velocidades según el asunto que se traigan entre manos o, más bien, quien esté detrás para promoverlo. O eso, o hay cajones más profundos que otros. Mientras tanto, siempre quedará el juglar Díaz Gallego para recorrer la ciudad y mostrarnos fachadas rehabilitadas. Fachadas.