La huella de Picasso en A Coruña se empobrece. Más de 120 años después el cuadro “Palomar”, obra de José Ruiz Blasco, padre del genial pintor malagueño, se va de A Coruña tras ser adquirido por la Fundación Raimon Noguera. A partir de ahora podrá contemplarse en el Museu Picasso de Barcelona y no en la Casa Museo Picasso de A Coruña, donde se exhibía desde que hace ocho años, lo cedió en depósito para su exposición la familia Molezún.
“Estar en el mapa picassiano nos abre enormes oportunidades culturales, económicas y turísticas”, glosó el pasado mes de octubre la alcaldesa Inés Rey, que también detenta las competencias de Cultura en el consistorio coruñés. Fue entonces cuando acudió a la constitución del pleno de la Comisión Nacional para la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Pablo Ruiz Picasso, un acto al que asistió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Meses atrás, el ayuntamiento y la diputación coruñesa había acudido a Málaga para presentar una Ruta Picassiana por A Coruña.
En el folleto de esa ruta no se reproduce “Palomar”, pieza angular de la Casa Museo de A Coruña, no ya por lo que representa esa obra del padre en la evolución de Picasso y su vínculo con las palomas sino porque se completaba un círculo mediante el cual el cuadro regresaba al hogar en el que fue pintado para disfrute de todos los coruñeses y visitantes. José Ruiz Blasco lo pintó entre octubre de 1891 y abril de 1895 durante la estancia de la familia en la ciudad a finales del siglo XIX y hay indicios de que el entonces pequeño artista también intervino en el mismo porque se apunta a que debido a los problemas visuales de su padre fue el propio Picasso quien, con trece años de edad, pintó las patitas de las palomas.
Todo eso se va ahora de A Coruña. “Picasso debe llegar a ser un emblema de A Coruña y de Galicia”, explicó en su día el alcalde Carlos Negreira. Fue durante su mandato cuando se apostó de manera evidente por poner en valor la relación del pintor con la ciudad en la que vivió durante su infancia y adolescencia. “El Picasso coruñés es un diamante en bruto que hay que pulir”, explicó el regidor en julio de 2014 durante la inauguración de un encuentro sobre el pintor organizado por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo. La exposición “El primer Picasso. A Coruña 2015” fue visitada por más de 64.000 personas en el Museo de Belas Artes de A Coruña, que en apenas tres meses casi duplicó su mayor cifra de visitantes en un año.
“Esta exposición y todas las actividades realizadas este año hansituado A Coruña en el mapa mundial de las ciudades picassianasy este es un impulso que creo que no se puede desaprovechar en el futuro”, aconsejó Negreira, ya de salida de la alcaldía. Pero Marea Atlántica no pulió el diamante, se pulió todo. Se rompieron vínculos con quienes gestionan los derechos hereditarios del pintor y Xulio Ferreiro hizo público su desdén por el asunto cuando remitió la posible compra del tercer piso de la casa donde vivió Picasso, para unirlo a las dos plantas que ya son de propiedad municipal, “ao medio ou longo brazo, dependendo das disposicións orzamentarias”. Marea Atlántica argumentaba que la “falta de obras” era un motivo para no promocionar A Coruña como Ciudad Picasso.
En realidad lo que subyacían eran las inquinas políticas por encima de los intereses de la ciudad y su potencial. La llegada de Inés Rey, y sus tribulaciones con las responsabilidades en Cultura, tampoco ayudaron a reactivar las iniciativas en torno al Picasso coruñés. Hasta que desde fuera llegaron para mostrarle lo que tiene en la ciudad. Así, a la iniciativa de la Comisión Nacional se une la de la Xunta de Galicia, que promueve para 2023 una gran exposición conmemorativa sobre el pintor en el Museo de Bellas Artes de A Coruña. El Ayuntamiento se ha subido a ese tren, del que tira el gobierno autonómico.
La oferta barcelonesa por “Palomar” se conoció con antelación suficiente como para reaccionar y al menos intentar que el cuadro se quedase en A Coruña. No hubo caso. Sin imaginación, conocimiento y capacidad para activar políticas que potencien la huella picassiana en la ciudad, esa pegada languidece entre la dejadez de quien no atina a valorar lo que tiene.