Los miles de seguidores de la selección española que se acercaron ayer a A Coruña percibieron la realidad de una ciudad que ya hace tiempo apenas es referente de miserias. No sólo el monumental atasco generado evidenció que por más que en la ciudad nadie es forastero, quien llega a ella en coche se encuentra con problemas, los cotidianos de quienes sufre en el día a día la errática política de movilidad que se arrastra en el concello desde hace años. Al margen de esas incomodidades se toparon con la basura.
La basura ya forma parte del paisaje coruñés a punto de cumplirse un mes con ella en la calle. “Se está normalizando la situación”, explican desde el ayuntamiento, una afirmación que palidece ante un simple paseo por la ciudad. Son numerosos los puntos en los que los contenedores ya hace tiempo que se colmaron y la recogida de cajas o cartones permanece estancada. Gaviotas e incluso palomas alertan sobre la podredumbre y las mascarillas no logran tapar el pestazo.
Por el camino se ve algún vetusto camión que hace recogidas de basura, esos refuerzos contratados por el ayuntamiento y que Inés Rey dijo que no se pagarían con dinero público, pero cuya factura asume mientras no se decide ante que instancia reclama, si es que alguna vez lo va a hacer. Ayer, en pleno atasco por el partido de la selección, había camiones operando y complicando la circulación en una escenificación del caos perfecto, movilidad y basura compinchadas para convertir la ciudad en un tormento para quienes la sufren o la visitan.
Mientras tanto, los sindicatos aseguran que la contrata a la que se abonan 12 millones de euros al año no está en huelga. La anuncian, eso sí, para cuando finalice la actual situación de emergencia sanitaria, declarada por la insalubridad en las calles. Mientras tanto, los días pasan y el ayuntamiento es incapaz de liderar, siquiera de convocar, una mesa de negociación que desbloquee la situación, la actual y la que se anuncia.