Tras varias idas y venidas en busca de una unidad que no llega, y ante la tibia expectativa que suscita la leve marea de 2023, todo apunta a que en las próximas fechas se acabará de conformar una candidatura alternativa progresista y de izquierdas de cara a las elecciones municipales en A Coruña, una lista que se orientará a ganar el voto del desencanto, abundante por otra parte. No será la aguardada Sumar, visto que Yolanda Díaz no se atreve a saltar al ruedo en mayo, pero el paraguas de la vicepresidenta le dará sombra.
Los acontecimientos se suceden entre la escasa pegada de la renovación impulsada por la nomenclatura mareante, que este sábado anunció el inicio de una serie de encuentros con “una veintena de colectivos coruñeses” para empezar a confeccionar el programa con el que concurrirán a las próximas elecciones municipales. La cita fue en Monelos. Mientras tanto los supervivientes de Podemos y la residual Esquerda Unida se reunieron a doscientos metros. Nada indica que haya bases para encontrar un entendimiento con una lista conjunta.
Así, mientras el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular se cimbrean entre sesudos debates, hay quien busca un mesías que pueda capitalizar el abundante granero de votos que existe en A Coruña a la izquierda de un socialismo que históricamente tuvo una tendencia dúctil en la ciudad. Desde que Unidade Galega llegó a la alcaldía con Domingos Merino se ha demostrado que en la ciudad hay votantes de izquierda más allá del PSdeG. Y más en un contexto de desengaño ante el modo de hacer ciudad de Inés Rey y José Manuel Lage Tuñas.
Un repaso del comportamiento de los coruñeses en las urnas en los últimos veinte años sirve para advertir como ya en 2003, cuando Vázquez se disparó hasta los 57.150 sufragios que le dieron su última mayoría absoluta, más de 31.000 electores se colocaron a la izquierda del entonces alcalde. La tendencia no cesó en las siguientes consultas electorales, fuesen locales, autonómicas o estatales, si bien a partir de 2009 se matizó. En 2011, cuando Carlos Negreira llegó a la alcaldía, entre BNG y Esquerda Unida (que situó a César Santiso en el consistorio tras una excelente campaña) obtuvieron poco más de 21.000 votos, un suelo que a día de hoy se consideraría un tesoro.
Más de 25.000 coruñeses votaron a un Beiras crepuscular en las autonómicas de 2012. Entonces el candidato a la Xunta por el BNG fue Francisco Jorquera, que se quedó en poco más de 9.000 apoyos en su ciudad. Pero se demostró que el granero de votos a la izquierda de los socialistas seguía vigente en A Coruña. Tres años después llegó la eclosión de la Marea, que se fue hasta los 36.857 votos mientras el BNG casi llegaba a los 7.000. En aquellas elecciones se sumaron más de 65.000 votos de izquierda la ciudad.
Las últimas consultas a las urnas advierten de que ese voto sigue latente. En las autonómicas de 2020 entre BNG y Podemos se fueron casi hasta los 35.000 apoyos en un contexto de desplome socialista en el que menos de 400 coruñeses votaron En Marea. Aún así, entre todos, aportaron más o menos la misma cantidad que habían sumado un año antes entre Ferreiro y Jorquera para apoyar la elección de Inés Rey como alcaldesa.
Ahora en un contexto de extremo desgaste de la alcaldesa y ante el anunciado desplome de Podemos y Marea, el BNG aparece como la única fuerza capaz de capitalizar el apoyo de ese amplio sector del electorado. Pero hay una corriente numerosa que percibe que la candidatura de Jorquera a la alcaldía no abandera precisamente una renovación. En ese desencanto se forja la alternativa que se acaricia desde hace meses y en la que participaron activamente varios integrantes de Marea Atlántica que, por ahora, juran fidelidad al oficialismo. Las próximas semanas, quizás tan sólo días, serán decisivos.