La actualidad política en A Coruña ha estado marcada esta semana por la visita el pasado lunes de la ministra de Transportes Raquel Sánchez. En su reunión con la alcaldesa Inés Rey se trataron diferentes temas de interés para la ciudad, sobre todo en materia de infraestructuras, y después fue el turno, claro, para las fotos.
Porque más allá de promesas sin plazos – ni fondos – para Alfonso Molina o la Cuarta Ronda, ambas hicieron acto de presencia también en el Barrio de las Flores para escenificar el ‘Programa de ayuda a las actuaciones de rehabilitación a nivel de barrio’ financiado con Fondos Europeos Next Generation.
El gobierno municipal cifra en 378 actuaciones las que se podrán acometer en el Barrio de las Flores con estos fondos. Pero, por lo visto, entre esas actuaciones no está la de escuchar a los vecinos.
Tras la foto, la comitiva del Concello y la ministra Raquel Sánchez pusieron en práctica un auténtico ejercicio de escapismo en el que evitaron exponerse a las preguntas de los residentes. Por más que estos lo intentaron. Así lo relata Caluxa Barrientos, de la Asociación Vecinal en Defensa del Barrio de las Flores: “Hoy nos enteramos de que venía la ministra de Transportes y la alcaldesa. En principio era en la iglesia del barrio. Hemos estado allí. Uno de ayuntamiento, de urbanismo, se nos puso a hablar diciéndonos que vendría ahora la ministra y la alcaldesa. Después de una hora de espera, se habían ido, como quien dice, escapadas. Han sacado la foto en la calle pensamientos hacia el edificio recién reformado y se han ido. No han querido hablar con nosotros. No les interesa mucho lo que podamos decirles. Y al chico de urbanismo, decirle que su labor de entretenernos lo ha hecho a la perfección. Deberían aumentarle la nómina”.
Es posible que lo que no le interesase a Inés Rey es escuchar de nuevo las verdades que la propia Caluxa ya expuso desde el escaño ciudadano en el último pleno: “Pedimos lo de siempre. Accesibilidad. En las ‘zonas ricas’ cambian todo el asfalto, pero en el Barrio de las Flores el suelo es de pizarra, el cemento va desapareciendo, hay huecos… y la gente mayor se cae. Hay una persona que no puede salir a la calle porque está en silla de ruedas y el único acceso son 5 escalones. El asfalto da pena, avisé mil veces de que iban a caer árboles y el día de la fiesta cayó uno, por suerte, parado por el alto de la iglesia. Había un chalé que tenía okupas y los tuvimos que echar nosotros. No el Ayuntamiento o el Estado. Nosotros. Porque era un punto de venta de droga. El propietario no lo cuida y las hierbas invaden la acera. No se puede pasar. Llevamos tres años esperando por un local para la asociación, sobran locales abandonados por el concello”.