El poder se concentra en María Pita con la salida de varios de los peones que antes fueron de confianza de la alcaldesa Inés Rey. La marcha de Santiago Roura desmonta una importante parte de equipo de gobierno en el ayuntamiento de A Coruña. La cúpula es cada vez más pequeña. En ella no llegó a estar jamás Juan Díaz Villoslada, primer apoyo por su conocimiento cuando los actuales rectores llegaron al concello. A partir de ahí se le fue confinando en sus tareas como edil. Y al final ni eso.
Ahora, la penúltima salida pone el foco sobre los que se quedan. Emma Cid, la directora de comunicación fichada por Lage, está ahí. Pero sobre todo quien ha aumentado su poder e influencia en el día a día del Concello es Gonzalo Castro Prado, mano derecha del político de Outes, “un absoluto desconocido” para los habitantes de la ciudad, según una información firmada la semana pasada por el director del Quincemil.
Gonzalo Castro es coruñés, detalle que no resulta baladí en un entorno en el que abundan los cuneros. Nacido en los Mallos (1972), criado en Monte Alto, abogado de no excesivo recorrido, siempre se ha dejado ver más en el entorno político en el que su nombre empezó a sonar por un enojoso asunto. En 2009, poco después de la derrota electoral del bipartito de la Xunta, se conoció que una empresa llamada Carrumeiro Media S. A., fundada por varios dirigentes del BNG, había recibido 78 contratos valorados en más de un millón de euros y procedentes de consellerías controladas por los nacionalistas. Carrumeiro lo mismo se encargaba de distribuir chapas o sombreros de paja que de organizar conciertos. Gonzalo Henrique Castro Prado era uno de sus vocales.
Castro defendió que su participación en Carrumeiro fue breve, que venció en abril de 2007 con una venta de acciones y apuntó que si ese hecho no apareció en el registro mercantil hasta dos años después fue por motivos que no se pueden imputar a su voluntad. “Sempre tiven e terei como prioritario e fundamental actuar con escrupuloso respecto aos principios éticos”, afirmó entonces.
A aquella altura, Castro, que ejercía como asesor legal de grupos municipales y parlamentarios del BNG, tenía un horizonte en la política. “Decidín deixar a empresa antes das eleccións municipais polo meu compromiso co pobo de Ordes e cos seus veciños e veciña”. En efecto, en 2007 se presentó como candidato a la alcaldía de Ordes por el BNG, en un acto al que asistieron destacados militantes de su formación, entre ellos Alfredo Suárez Canal, por entonces conselleiro de Medio Rural.
Castro desplazó al número cuatro al entonces líder del BNG en Ordes, Avelino Candal. El BNG percibió una buena oportunidad de hacerse con una alcaldía que llevaba veinte años en manos del Partido Popular, con Teodosio Martino al mando. Así que subido a la ola del bipartito, Castro desembarcó en Ordes. Pero las urnas no le acabaron de sonreir, el BNG pasó de 1.693 votos en las elecciones anteriores a 1.535 en un escenario fragmentado en el que Manuel Regos, de Unidos por Ordes, recabó el apoyó del PSOE para hacerse con el bastón de mando. Castro y el BNG quedaron al margen. “Intentamos recoller o mandato da cidadanía para que tivese lugar un cambio verdadeiro”, lamentó.
Mientras el bipartito se caía, Castro hizo camino en Ordes como concejal. Despejó el escándalo de Carrumeiro, empresa que tanto y en tantas materias trabajó durante el tiempo que el BNG estuvo en San Caetano, pero que se extinguió cuando los nacionalistas ya no estuvieron en el poder. Nadie acreditó que se hubiese pecado contra la ley de contratación en el sector público. Hasta 2013 Gonzalo Castro ejerció como edil. Su última labor allí fue promover una tempestuosa moción que obligaba a dimitir a los concejales que estuviesen imputados por la Justicia. La operación Pokémon había salpicado a la concejala de educación de Ordes y Castro fue taxativo: “Debe dimitir por ética e honestidade”. Pero el que se marchó fue él.
Gonzalo Castro se fue de Ordes “por falta de dispoñibilidade” y anunció en su marcha que iba a abrir “un periodo de reflexión” tras pedir “unidade de acción ao nacionalismo” desde la perspectivo de quien llevaba veinte años de militancia. Algún tipo de catarsis ideológica se debió de producir en ese tiempo porque en 2019 reapareció como integrante del comité local del PSOE coruñés y secretario de la comisión de ética. Junto a José Manuel Lage Tuñas, que también llegó desde un destino ajeno a la ciudad de cristal, impulsó la candidatura de Inés Rey a la alcaldía y una soleada mañana de junio se dio un paseo con Inés Rey y Santi Roura hasta María Pita, donde le esperaba el poder y una responsabilidad como jefe del gabinete de la alcaldesa. Desde entonces ha ido ganando terreno dentro y fuera del ayuntamiento. En la sede socialista de Zalaeta, el ex edil del BNG ya ejerce como secretario de organización e integra además el comité nacional del PSdeG.