Varios agudos observadores de la actualidad municipal en A Coruña desde el prisma de la oposición sostienen que si las elecciones hubieran sido este otoño, tras lo vivido este verano en la ciudad, los socialistas hubiesen sido la fuerza más votada. Quizás basta con entender que quiere la ciudad, algo que parece tan sencillo y a la vez se convierte en tan complicado.
Durante los últimos meses A Coruña ha salido a la calle para mostrar, una vez más, que en su ADN está vivir de parranda y dormir de pie, que cuando se le ofrecen grandes eventos musicales, culturales o deportivos siempre responde y acoge esa oferta con el orgullo propio del coruñés fetén. Y ahí emerge la figura de Gonzalo Castro, que ha pasado de desconocido entre las bambalinas de María Pita a concejal responsable del área Fomento y Promoción de la ciudad, algo así como transitar desde las sombras a una solana.
En apenas tres meses Castro ha mostrado que tiene ideas claras y tiende puentes donde otros levantaban barricadas. “Puerto y Concello deben ir de la mano”, explicó cuando el Morriña Fest se convirtió en un acontecimiento en el que hasta quienes criticaban su organización se cansaron de subir imágenes de disfrute en sus redes sociales. Una programación variada, montajes complejos, un nuevo espacio de ocio en el muelle de Batería que ha llegado para quedarse, una apuesta por la calidad más que por la cantidad, llenos en la hostelería, la gente en la calle… La temperatura de una ciudad se toma a partir de termómetros como los que se han activado este verano, por más que ya pocos reparen en que Inés Rey lo comenzó anunciando encuentros semanales con los vecinos mediante visitas a los barrios y a estas alturas nadie sepa nada de ello.
Justo en los barrios se deja ver el edil Castro, cuya silueta ya empieza a hacerse popular. Este sábado se subió a los mandos de un encarnado Mercedes Collage del 61 para participar en la exhibición de coches clásicos de las fiestas del Ventorrillo. Horas antes se había animado incluso a subir al escenario, el mismo andamiaje del que hace un año salió trasquilado el indescriptible Francisco Dinis Díaz Gallego después de que su compañera de filas Esther Fontán le impidiese tomar la palabra. Dinís llevaba unas cuartillas para explicarles su barrio a los vecinos del Ventorrillo. “Pues ahí os quedáis”, bramó Dinis ya de camino hacia sus cuarteles de Juan Flórez y la Plaza de Vigo.
Un año después Castro no sólo consiguió subir al escenario sino que evolucionó sobre él sin papeles para desgranar un homenaje al añorado Pucho Boedo y explica en minuto y medio que es la cultura barrial en A Coruña. “Pucho é a mostra mostra máis xenuina da cultura gallega na Coruña. Pucho representa aos barrios, ao talento, á Coruña que forman todos os seus barrios, Porque todos os barrios son centro”. Y ahí quiso detenerse en Mangüi, fallecido bajista que llegó desde O Ventorrillo a Os Diplomáticos de Monte Alto. “No pasado mes de agosto levamos a súa figura a un espazo muy singular y referencial: a Praza de Maria Pita, que desde agosto xa é a praza de Mangüi”.
De pronto, de manera casi inopinada, en A Coruña vuelven a tomar vuelo los barrios como motor del centro de la ciudad. Esos barrios que reclaman, por ejemplo, más seguridad y mejores servicios, pero a los que al menos una concejalía muestra como se puede llegar y marcar un camino. Falta que otros lo sigan. Ha habido un punto de inflexión este verano, creció el número de visitantes y aumentó el retorno económico del que se beneficia la ciudad. La programación cultural ha tirado de ese tren, pero llegan nuevos retos otoñales como el Womex, un encuentro con más de 60 artistas que entre el 25 y el 29 de octubre llenará de música espacios como el Parrote, Playa Club, Pelícano, Palexco, los teatros Rosalía y Colón o la Filmoteca de Galicia.
La clave está en los sueños. Una ciudad que no sueña es una ciudad muerta y A Coruña dio encefalograma plano durante bastantes años de cutrerío y falta de ambición tamizados por recientes iniciativas de carácter privado ante las que los gobernantes de la ciudad semejaban simples figurantes. Ahora aparecen nuevos horizontes como el de regresar al circuito de los artistas de primer nivel y un plan: reactivar el estadio de Riazor para convertirlo en un escenario del siglo XXI que no sólo se pueda abrir para partidos de fútbol, un coliseo multiusos con capacidad para más de 40.000 espectadores que, de paso, abra la opción de que A Coruña albergue de nuevo partidos de un Mundial de fútbol.