Superados tiempos de groseros índices abstencionistas, la efervescencia política se ha instalado en la calle. En las últimas comicios celebrados, sean municipales, autonómicos o generales la participación ha medrado. El debate, además, se polariza. Pero hay unas elecciones en las que se disparan las peculiaridades. Cuando se vota a un alcalde bastantes patrones no sirven. Por eso es tan complicado prever que ocurrirá en A Coruña dentro de dos años. La última encuesta de Sondaxe ha suscitado ilusiones y alarmas. Quizás debería haber más de la segunda. Todos tienen mucho que mejorar.
PsdeG-PSOE. Inés Rey lo tiene todo a favor para estar un largo tiempo en María Pita, pero hay nubes que oscurecen su horizonte. Bastantes tienen que ver con la sensación de que en su gobierno hay más de propaganda y tics populistas que de ejecutivo en una ciudad que pierde peso a nivel autonómico. La presunta cumbre sobre el puerto exterior escenificada en el ayuntamiento ayuda a que prospere esa idea, más cuando de allí salió apenas un catálogo de buenas intenciones que, días después, Feijóo y Abalos convirtieron en un juegos florales. Episodios como la gestión errática del Presco, que de salida era una buena idea, tienen de uñas a un sector de la hostelería de la ciudad.
La batalla interna planteada entre los socialistas coruñeses es otro frente abierto para Rey y, sobre todo para su lugarteniente Lage. Necesitan apaciguarlo porque resulta complicado imaginar un largo recorrido en el ayuntamiento mientras los papeles están revueltos en casa. La destitución de Eva Acón y la llegada de Mónica Martínez al equipo de gobierno puso en evidencia que la alcaldesa prefería trabajar mano a mano con la integrante de otro partido que con la secretaria general del suyo. Y esa crisis no se ha cerrado.
A nivel de gestión se ha pasado de presupuestos que no se ejecutan a presupuestos que simplemente no se presentan y que obligan a apoyarse en modificativos de crédito, un síntoma de debilidad porque indica que no hay capacidad para encontrar consensos. Si alguna vez los socialistas pensaron que con dejarse llevar los votos caerían en las urnas en 2023, la pandemia llegó para añadir incertidumbre a cualquier previsión.
Partido Popular. Tras seis años en la oposición, Sondaxe les da un edil menos que en el punto de partido, los nueve que además tienen ahora. Nunca un trayecto tan largo sirvió para recorrer menos. A dos años para las próximas elecciones municipales, el estilo de oposición en A Coruña tiene un aire funcionarial
El PP afronta la búsqueda de una identidad en A Coruña, una cara (o todavía mejor, un equipo) reconocible que ejerza ya no un liderazgo sino con quien se puedan sentir identificados aquellos ciudadanos que creen que las cosas en la ciudad se pueden hacer de otra manera. Instalado en la demora y la indefinición, el tiempo pasa para los populares, que observan como entre elecciones autonómicas y municipales se les van por el desagüe unos 12.000 votos, los que les dejarían muy cerca de la mayoría. Sondaxe lo confirma y apunta, además, un dato más inquietante para el PP, el de que casi el 15% de los votantes de Beatriz Mato en 2019 se decantaría ahora por Inés Rey. La debacle de Ciudadanos no es tampoco una buena noticia para un partido que vuelve a estar en la tesitura de tener que llegar en solitario a los 14 ediles que le darían, como hace diez años, la alcaldía.
Marea Atlántica. Diez ediles en 2015, seis en 2019 y tres según la encuesta de Sondaxe. Y parecen hasta muchos en un contexto en el que el frentismo ha desaparecido literalmente de la política autonómica y está de retirada de la nacional.
Sus opciones de remontada parecen remotas y pasan por encontrar una cabeza de cartel de calado. No la tienen a día de hoy. A pesar de todo demuestran ser mucho más efectivos en la definición de los problemas de la ciudad desde la oposición que en ponerles soluciones desde el gobierno.
Bloque Nacionalista Galego. Sondaxe les da cuatro ediles y confirma una tendencia alcista que se fundamenta en la captación de votantes de la Marea. Francisco Jorquera no entusiasma y más con ese perfil de político profesional que lo mismo vale para el Congreso o el Senado, para O Hórreo o para María Pita, pero se ha ganado el respeto con una oposición rigurosa y su disposición al consenso. El estilo de oposición tranquila cala, pero los viejos guiños del nacionalismo más recalcitrante no acaban de ayudarles a romper techos y atisbar alturas como la que alcanzó la Marea hace seis años.
Ciudadanos. En la línea de otras latitudes el partido naranja se desploma y desaparece del mapa político. En A Coruña lo había hecho incluso antes, cuando tras explotar la crisis interna en el PSOE, Mónica Martínez aceptó la oferta para integrarse en el equipo de gobierno. Su continuidad en el ayuntamiento dependerá de que esa integración alcance nuevas cotas y todo apunta a que así será. En todo caso Martínez es una concejala laboriosa. Su aportación en Deportes donde se ha puesto en marcha, por ejemplo, el Consejo Municipal del Deporte como un órgano consultivo y de participación del sector, deja en evidencia a su antecesor, incapaz de ir más allá de las fotos y las palabras en una concejalía de estreno y largamente demandada en la ciudad.