En el catálogo de despropósitos y gastos inútiles de los últimos años en A Coruña es complicado no encontrar un sitio preferente para el ascensor de Os Castros, un quiero y no puedo en todos los sentidos, una infraestructura que ha logrado suscitar la mayoritaria repulsa de aquellos a quienes iba destinado, unos vecinos que no entienden como es posible que en un barrio con tantas necesidades se puedan destinar 402.000 euros a una obra tan fútil. Esta semana el elevador estaba de baja, ya con algún achaque que precisaba reparación.
El ascensor deriva de una necesidad. Se planteó mediada la pasada década por parte de colectivos vecinales que se hacían eco de la demanda por mejorar la accesibilidad entre Os Castros y la Avenida de Oza con el Castrillón. La puesta en servicio del centro de salud o de la oficina de Correos aconsejaba mejorar conexiones y salvar desniveles, sobre todo para facilitar el desplazamiento de las personas con movilidad reducida. Se plantearon actuaciones tanto en la zona donde ahora se ubica el ascensor como en las galerías y escalinata entre la Avenida de Oza y la calle de la Merced. La opción de unas escalares o rampas mecánicas empleadas en otras ciudades se descartó en beneficio de una solución estética y en uno de los dos puntos.
Pero hasta la estética del ascensor se discute. Cuestión de gustos, quizás. “Nos dejan una pasarela acristalada junto a nuestro icónico templete que, ahora, desluce a lado de esta faraónica estructura metálica”, apunta en una publicación en sus redes sociales la Asociación de Comerciantes Distrito Oza. Lo que no se discute es que el ascensor sirve de bien poco. Y que por eso apenas se usa.
La inutilidad del ascensor multiplica el estupor del vecindario cuando valoran costes y procesos de construcción. En 2018 una representación vecinal se reunió con el concejal Xiao Varela, al que plantearon la puesta en marcha de una infraestructura que salvase el primer tramo de la Avenida de la Concordia. Varela se quedó en la puntita. El desnivel que salva el elevador es equivalente a caminar 20 pasos en el inicio de la avenida, una veintena de metros que se multiplican por doce para llegar hasta el centro de salud. Si miramos hacia la cumbre parece irrisorio el desnivel que salva el ascensor en comparación con la dimensión de la cuesta. “Chegamos ata onde podemos”, explicó en su día el arquitecto Varela en una frase que compendia todo un gobierno.
Xiao Varela apuntó en uno de aquellos inolvidables Dillo ti que antes de acabar el año el ejecutivo mareante presentaría un plan. Lo hicieron en febrero de 2019 y el arquitecto Varela se animó tanto que, como una de las puertas del ascensor da a la parada de bus, explicó que el proyecto estaba concebido como “unha pequena estación intermodal”. Además el ascensor sería totalmente acristalado y transparente para que se enmarcase, según explicaron desde María Pita, en las políticas del concello contra la violencia machista. Varela aclaró, eso sí, que la iniciativa no estaría acabada antes de las siguientes elecciones municipales.
Así que el gobierno dirigido por Inés Rey heredó el proyecto y lo hizo suyo. Aunque enterada de las opiniones del vecindario y quizás escaldada por una abrupta visita anterior al barrio, la alcaldesa no acudió a la inauguración del ascensor, que se hizo el pasado mes de noviembre por sorpresa y apenas respaldada por una nota de prensa. Que ningún político local acudiese a inaugurar el ascensor alerta sobre que, quizás, no las tenían todas consigo. Bastantes vecinos protestan todavía hoy porque el ascensor, apenas empleado, se llevó por delante unas cuantas plazas de aparcamiento en la calle Ortigueira, en una zona donde no sobran los estacionamientos y más tras la extraña peatonalización de la calle Monte das Moas.
Nadie coge el ascensor como alternativa para subir por la Avenida de la Concordia. Y si la ruta es para ir hacia el Centro de Salud la gente prefiere acceder por el descampado que da a Salcedo Molinuevo. La utilidad del elevador es una anécdota lamentable firmada por personas que no conocen las necesidades del barrio.