En 2019 Vueling era la aerolínea de bandera en Alvedro, con nueve rutas nacionales e internacionales y una cuota de mercado cercana al 45% tras una década de presencia en el aeropuerto coruñés. El ejercicio anterior lo había cerrado con el movimiento de 544.208 pasajeros. A día de hoy Vueling sólo ofrece un servicio a diario, a Barcelona, y dos con frecuencias de cuatro y tres días a la semana, que conectan con Londres y París.
En 2019 A Coruña batió su plusmarca de tráfico de pasajeros (1.352.584), fruto de un trabajo que venía de atrás. En 2021 se quedó en 595.286 en el marco de una recuperación generalizada que en Alvedro no existió, apenas un 36,3% de tráfico más que en 2020, cuando en Santiago y Vigo esos incrementos se dispararon en torno al 80% en ambos casos
Ahora, después de más de 15 años, A Coruña dejará de tener un enlace con Sevilla. Vueling se va mientras ofrece ese servicio desde Santiago, donde por cierto el nivel de ocupaciones en los aviones que conectan con la capital andaluza son inferiores a los que tenían en Alvedro. En torno a un millón de viajeros utilizaron una conexión que ya no existe desde este jueves.
Mientras tanto, Lavacolla congrega el 60% del tráfico aéreo en Galicia ante la inacción de quienes en A Coruña deberían de velar por un aeropuerto que languidece. Mientras tanto, el ayuntamiento de A Coruña paga a Vueling 810.000 euros para que mantenga sendas conexiones con Londres y París, para las que ha cambiado Heathrow por Gatwick y Charles de Gaulle por Orly. Ahora se vuela a aeropuertos con peores conexiones internacionales y peor comunicados. Y con menos frecuencias.
No es casualidad. Es un plan ante el que A Coruña, con su gobierno, no reacciona. El DORA es el Documento de Regulación Aeroportuaria, algo así como una hoja de ruta gubernamental sobre lo que se espera en los aeropuertos españoles en el próximo lustro. En sus 176 páginas alberga interesantes claves. Así, las previsiones del Gobierno apuntan a una recuperación del tráfico anterior a la pandemia en 2025. Pero las cifras son más inquietantes si nos fijamos en lo que se aguarda en A Coruña, donde abiertamente se asume un desplome del 32% del tráfico anterior a la pandemia para 2026. O lo que es igual: no hay ninguna intención de mejorar las cifras actuales. Así, Alvedro languidece y no es una sorpresa. Es una previsión ante la que el ayuntamiento de A Coruña es incapaz de activar políticas, ante un Ejecutivo de su color, que le den la vuelta.
Mientras tanto podemos mirarnos en lo que antes era un espejo. Oporto en 2004 recibía pasajeros al nivel de Alvedro. Antes de la pandemia estaba muy por encima de los 12 millones de pasajeros anuales, más del doble del total que todos los aeropuertos gallegos juntos. Quizás existan más explicaciones: Oporto despegó en cuanto el Estado luso privatizó la gestión del aeropuerto. Aplicar criterios empresariales y no navegar entre las chalanas del localismo más rancio ayuda a aplicar criterios más próximos a la lógica. Y a fomentar la eficiencia.