El tanque cilíndrico de la Sala Maremagnum alberga desde hace unos días una veintena de calamares de la variedad Loligo vulgaris, que fueron capturados por el equipo de biología marina del Aquarium Finisterrae en la entrada de la ría coruñesa, en la zona entre Guisanda y el puerto de Oza. Esta captura fue posible gracias a las buenas condiciones del mar durante las salidas y a la existencia de bancos de sardinas, una de las especies de las que se alimentan los calamares, lo que incrementó su presencia en estas zonas.
Una vez capturados y trasladados al Aquarium, se mantuvieron en un tanque en el área de cuarentena, donde se adaptaron rápidamente, para luego llevarlos al tanque cilíndrico donde el público puede observarlos. “Estamos muy satisfechos con el trabajo realizado desde el museo que más visitantes recibe y que no deja de mejorar en contenido e instalaciones, como acreditan los trabajos realizados en el sanatorio de focas”, señaló Gonzalo Castro, concejal de Cultura y Turismo.
El calamar Loligo vulgaris es un molusco cefalópodo que se distribuye en el Atlántico oriental, desde el Mar del Norte y las Islas Británicas hasta el suroeste de África y el Mediterráneo, a una profundidad de hasta 500 metros. Se alimentan de peces y crustáceos; los ejemplares adultos tienen un tamaño de entre 12 y 48 centímetros en el caso de los machos y de 16 a 40 centímetros las hembras, y viven un promedio de un año.
Una de sus características más destacables es su capacidad para cambiar de color, que realizan gracias a la existencia de unos órganos especializados en su manto, los cromatóforos. Estos cambios de color les permiten camuflarse frente a sus presas y depredadores, y también les sirven como medio de comunicación entre ellos. Otra curiosidad es que poseen tres corazones, uno para bombear sangre a todo el cuerpo y dos hacia las branquias.