En diciembre de 1997 llegó circunspecto y responsabilizado. Tenía apenas 19 años, se acababa de proclamar campeón del mundo juvenil con Argentina y Augusto César Lendoiro le presentó como “uno de los fichajes más complicados de la historia del club”. Dos años y medio después estaba subido al balcón del ayuntamiento para ser la alegría de la mayor fiesta de la historia de la ciudad, sin apenas voz, teñido de rubio platino, se acompañaba de una bufanda blanquiazul para secarse el sudor. A los cuatro años se subió en gayumbos a un larguero del Bernabéu para ser portada del Centenariazo. Este martes, 23 años después de aquella maravillosa epopeya, Lionel Scaloni lucía orgulloso, nostálgico y agradecido en A Coruña. Y no encontró pañuelos para secarse las lágrimas al volver a pisar el césped de Riazor, al sentirse vecino a esa portería del fondo de Marathón en el que firmó el gol que valió, en la prolongación de un partido contra el Hamburgo, la primera victoria del Deportivo en la Champions. Aquella noche reconoció que había cerrado los ojos para golpear la pelota con todo el alma.
Scaloni regresó a A Coruña, padre de familia con dos pequeños, abrió los ojos y encontró una ciudad cambiada respecto a la que dejó en 2006. “Yo iba al Pryca… Y ahora es otra cosa”, deslizó en su nueva incursión en el balcón de María Pita. Llevaba un folio caligrafiado por su mujer en el que se detallaba todo lo que debía de decir. Pero lo obvió. “Voy a hablar con el corazón”, advirtió.
No era tan complicado imaginar que el pregonero de las Fiestas de María Pita de esta año debía de ser ese “coruñés argentino” que presentó la alcaldesa Inés Rey y que aún en la victoria más Mundial que pueda existir no dejó de proclamar su fe coruñesa y deportivista. Igual tampoco era tan difícil que ese club del que Scaloni no deja de hacer bandera le hubiese invitado (su residencia habitual está en Mallorca) en algún momento de los últimos meses para que recibiese el homenaje en alguna de esas citas en las que Riazor se pobló más allá de lo imaginado. Nadie tomó esa iniciativa y el Deportivo se apuntó para ir a rebufo del ayuntamiento y de la iniciativa del concejal Gonzalo Castro, con bastante más visión de la jugada que algún regista blanquiazul. Scaloni se subió al balcón de María Pita y vio la plaza atestada, como aquella tarde de mayo del 2000. Se quedó paralizado. No es muy común que un argentino (y Scaloni es el argentino más argentino) no encuentre palabras para expresar sus sentimientos. “Demasiado fuerte”, le susurró a la alcaldesa. En ese momento fue cuando Inés Rey se volvió hacia Gonzalo Castro y preguntó: “¿Qué hacemos?”. “¿Voy?”, inquirió de nuevo Rey, que le dio un cariñoso cachete en la oreja izquierda a Castro que parecía emocionado. No es tan fácil llenar María Pita. Lage Tuñas, el otro teniente de alcaldesa presente y ubicado a la derecha de Rey, estaba haciéndole una chanza al fotógrafo del Concello; Castro arqueó una ceja. La alcaldesa, que nunca se había visto ante semejante multitud, se lanzó: “Boa tarde, A Coruña. Boa tarde, Arxentina. ¡Benvido Lio Messi!
El estupor se apoderó de la multitud. La alcaldesa sonrió. “¡Es Scaloni!”, berreó el pueblo. E Inés Rey complacida alzó su pulgar derecho antes de proseguir. «Hoxe comezan as festas de agosto con este pregón multitudinario co que A Coruña recibe a un dos seus simbolos, a un coruñés máis, a un coruñés argentino como Lionel Mess… ¡Lionel Scaloni!»
“No. Mejor, igual, mejor”, le ayudó Scaloni a pasar el trago. “Son los nervios”, explicó Rey mientras Lage, que sólo confunde a Messi con Gómez Besteiro, aplaudía como sólo lo sabe hacer un político, con las manos en alto a la altura del rostro y dando sonoros palmetazos. Más a la derecha los portavoces de los grupos municipales de PP y BNG, Miguel Lorenzo y Francisco Jorquera, esbozaban una leve sonrisa.
La alcaldesa decidió entonces echar un vistazo a las fichas que le habían preparado y tuvo un recuerdo para los fallecidos Amancio Amaro, Luis Suárez y Arsenio Iglesias. Ya encarrilado el discurso estableció un relación entre el carácter cosmopolita y emigrante de la ciudad para hilar la relación con Argentina antes de ceder la palabra al protagonista. “Allá por el 97 tuve la oportunidad de venir a jugar acá y fue la mejor elección de mi vida. Sin duda, sin duda”, recalcó Lionel Scaloni, que no se recató en señalar los ocho años y medio que pasó en A Coruña como los mejores de su vida. “Esta ciudad tiene algo especial y le estaré eternamente agredecido”, explicó. Tanto que no descartó un regreso: “Tengo más para darles a ustedes que ustedes a mí. Espero devolverlo algún día volviendo acá a disfrutar”. Señaló entre la algarabía de la plaza.
Entre medias, Scaloni dejó algún apunte. Ya no es aquel chiquillo entre tímido e impetuoso que llegó por A Coruña a comerse el mundo en Europa y se lo acabó de merendar en Qatar. “La última vez que estuve aquí estaba un poco más alterado. Ahora estoy más tranquilo. Es una prueba de que uno va madurando, pero la alegría es la misma”, advirtió antes de lanzar una petición a la gente en clave deportivista: “Necesitamos esta alegría, este acompañamiento. Si hay esta atmósfera es difícil que nos vaya mal. Es lo que necesitamos ahora.
“¡Entrenador!”, le gritó la clá, comandada por un retén de argentinos que le jalearon aún antes de que llegase a la plaza. Scaloni venía de Riazor, donde presenció la victoria del Deportivo ante el Arteixo en el Memorial Arsenio Iglesias. Allí recibió el homenaje del club blanquiazul ante poco más de 8.000 seguidores, jaleado por la grada, emocionado para ponerse en cuclillas sobre el césped y golpearlo entre lágrimas. Scaloni jugó 279 partidos con el Deportivo, sin duda el club de su vida. “Allá donde vas, no importa la categoría, segunda, tercera, como se llame ahora. Lo que hinchamos es por escudo, por la ciudad. Eso es lo importante. No dejemos de apoyar”, reclamó.
“Soy entrenador, no hago discursos”, se disculpó antes de despedirse. Repasó, eso sí, el folio que le había escrito su mujer por si se había olvidado de algo importante. No fue así. Y la plaza empezó a cantar la tonadilla más inmortal del Deportivo. Y Lionel se arrancó: “¡Cómo me voy a olvidar que el Deportivo ganó la Liga. Fue lo mejor que me pasó en la vida!”.