Si hay algo que retrata para mal a un político es la impostura. En el diccionario se define como “engaño con apariencia de verdad”. No caba calificar de otra manera la opereta montada por el ayuntamiento de A Coruña esta semana con la presentación de la renovación y ampliación del servicio de Bicicoruña. Por algún motivo complicado de entender el ayuntamiento se apuró para inaugurar una oferta que no tiene a punto. ¿Existía tanta prisa por hacerlo?
El caso es que el estupor se apodera entre los usuarios de Bicicoruña y, en general, entre los vecinos que circulan estos días por los Cantones. Allí acudieron el pasado martes la alcaldesa Inés Rey y el edil Francisco Dinís Díaz Gallego rodeados de un sonriente séquito. Una veintena de relucientes bicicletas azules que, según informaron fuentes del gobierno local, combinan ergonomía y comodidad completaban el atrezzo. Se subieron cada uno a una de ellas (la alcaldesa eligió la eléctrica, Dinís prefirió darle más al pedal) y partieron hacia María Pita entre cámaras que plasmaron el momento en el que avanzaron por el calificado por la OCU como segundo peor carril bici de España, o directamente como “muy malo”.
Pero esa misma tarde un camión municipal acudió a recoger las flamantes bicicletas. Y desde entonces la estación luce vacía, apenas adornada por unas tiras de plástico rojo y azul que denotan provisionalidad sin que luzca su anunciado sistema antivandalismo o las luces LED que indiquen que las bicicletas están correctamente estacionadas. La inauguración apenas había sido un paripé. Los operarios pusieron las bicicletas para la foto se las llevaron una vez se fueron los políticos y los focos dejaron de alumbrar.
En el mismo acto, la alcaldesa ya había informado de que a partir del día 13 se iniciarían unas labores de mantenimiento en el servicio de Bicicoruña que se aguarda que estén finalizadas antes del inicio del mes de julio. Será entonces cuando las bicicletas sean para el verano. Porque hasta ahora sólo son para Inés y Dinís.