La misión de un ayuntamiento debería de ser en gran medida ofrecer servicios a sus vecinos, mejorar su vida y, si es posible, al menos no plantearles problemas. Nada de eso ocurre en los últimos tiempos en el entorno de la calle de la Torre, donde puede percibirse que determinadas decisiones sobre urbanismo, obras, movilidad y aparcamiento las toman personas que no pasan allí su día a día. No tienen porque hacerlo, claro. Pero en ese caso siempre queda el recurso de hablar con vecinos yprofesionales que viven o trabajan allí y percatarse de sus problemas y necesidades.
Nada de eso ha ocurrido en los últimos vaivenes que mantienen al barrio sumido entre la perplejidad y la indignación. El penúltimo despropósito se vive desde hace más de cuatro meses alrededor del Campo de Artillería, donde el ayuntamiento ha decidido emprender unas obras en la calzada y aceras en la Travesía de la Torre. La idea pasa por liquidar todas las plazas de aparcamiento en esa vía, que pasará a ser de plataforma única, pero no peatonal. Es decir, los coches seguirán circulando y posiblemente a mayor velocidad que ahora. El extraño maquillaje incluye la remodelación de las esquinas con la calle del Tren y Justicia, donde también se van algunas plazas más de aparcamiento al garete.
Todo se podría dar por bueno si la obra se justificase por algún motivo que tuviese que ver con un mayor tránsito o beneficio para las personas. Pero nadie en el barrio logra entender cuál es. En la calle apenas hay un pequeño pub y el archiconocido Mardi Gras, una sala especializada en música en vivo que trabaja de puertas adentro. Tampoco sobraría espacio para que instalasen una terraza si así lo deseasen, aunque ese detalle ya vemos en otros puntos de la ciudad que es un problema menor. Trece plazas de aparcamiento y una zona de carga y descarga han pasado a mejor vida en un entorno en el que no sobran alternativas. Y las obras han avanzado a ritmo caribeño y con gran estruendo, lo que ha obligado a algunos establecimientos, como una panadería ubicada en la calle, a echar el cierre hasta que “las obras lo permitan”, según anunció a sus clientes.
Unos metros más arriba, el tramo de la Calle de la Torre entre la farmacia abierta 24 horas y la calle Miguel Servet (al fondo de la cual se ubica el obsoleto cuartelillo de la policía local) luce con dos coches aparcados en batería. Ante ellos está la estación de Bicicoruña que antes se situaba en la entrada del Campo de Marte y que ahora ocupa lo que antes eran plazas de aparcamiento. Cuando al inicio del verano, la concejalía dirigida por Francisco Dinís Díaz Gallego decidió que allí sólo podían estacionar las bicicletas estaban habilitadas más de dos plazas de aparcamiento. Pero el clamor de los trabajadores propició que se abriese un espacio para carga y descarga. Así que ahora apenas luce un pequeño establo para dos coches. Si alguien quiere buscar sitio en la misma calle de la Torre hacia la iglesia de Santo Tomás se encontrará con un par de mastodónticas terrazas donde antes se podía aparcar.
Mientras tanto el precio del alquiler de los garajes, con escasísima oferta disponible, se ha disparado.